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Bernardo, su padre y entrenador, le pide estudiar una carrera

Brandon Segura quiere continuar la dinastía de marchistas e ir a Tokio 2020
 
Periódico La Jornada
Domingo 29 de enero de 2017, p. a15

Apenas rebasó la meta Bernardo Segura simuló con las manos el movimiento de arrullar a un bebé. Eran los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 y la suya la única medalla de bronce para la delegación mexicana.

Veinte años después, Brandon recuerda con emoción la dedicatoria que le brindó su padre y la mejor manera de corresponder será escribir mi propia historia, porque más que un sueño, mi objetivo es ir mejorando; no desesperarme, ser perseverante y con disciplina se puede estar en Tokio 2020, en la prueba de 20 kilómetros.

El cuatro veces ganador de preseas en la Olimpiada Nacional, que estudia la licenciatura de cultura física y deporte en la Universidad Autónoma del Estado de México, admite que llevar el apellido Segura es una presión, pero al mismo tiempo una motivación por lo que puedo hacer.

No le molesta que lo comparen con su padre, lo que quiere es mantener la dinastía de los Segura, como la época en que brilló Bernardo con su hermano Jorge y su primo Omar, compartiendo triunfos y derrotas en el ámbito mundial, desde que comenzaron como juveniles.

La historia se repite con diferente óptica, dice Brandon, quien junto con su hermano Jefferson –en honor al triple medallista olímpico ecuatoriano de apellido Pérez– son entrenados por Bernardo en la escuela creada por su padre en San Mateo Atenco, que atiende a 20 alumnos de diferentes edades.

Más allá de la admiración hacia su progenitor, el marchista comenta que cuando entrena o compite no pienso en que soy hijo de Bernardo Segura, porque cuando me va bien es gratificante que me reconozcan como Brandon, y si no la hago entonces me tachan como el hijo de...

El mexiquense, de 20 años de edad, habla con firmeza: “Todo se transmite, ya viene de familia, ver los videos en Internet de mi padre cuando ganó sus medallas se siente bonito y da orgullo.

“Tenía tres meses de nacido y hay un fragmento de la grabación (de Atlanta 96) después de que entra a la meta en que con sus manos simula arrullar a un bebé. Vino Sydney 2000, tenía cuatro años y con el recuerdo triste de esa descalificación que le quitó la medalla.

Siempre habrá comparaciones y lo que quiero es que me reconozcan más por mis resultados: hacer mi propia historia, señala convencido el andarín, con marca personal de 1:24.46 horas, que espera ir descendiendo en sus siguientes competencias, como el Challenger de Ciudad Juárez, el 12 de marzo, y siete días más tarde en la Copa Lugano, de Italia.

Con su hermano Jefferson, de 18 años, quien cursa administración, tienen un doble compromiso con sus padres, pues les inculcaron que el deporte es efímero y tienen que terminar sus profesiones, como respaldo para cuando nuestras carreras deportivas acaben.