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A mano o con máquina mecánica el autor estadunidense sigue bregando en la literatura

Paul Auster cumple 70 años y aparece 4321, título de su nueva novela

Escribir es para mí un acto de libertad y una cuestión de supervivencia, explica

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En realidad el libro 4321, de Paul Auster (Newark, 1947), en imagen tomada de Internet, debería haber llevado por título el nombre de su protagonista, Ferguson, pero en el proceso de escritura irrumpieron las manifestaciones contra la violencia policial por la muerte de un afroestadunidense en esa ciudad homónima de Misuri
 
Periódico La Jornada
Jueves 2 de febrero de 2017, p. 4

Nueva York.

Sin smartphone ni PC. Soy una de las pocas personas del mundo alejada de todo eso, contaba recientemente el escritor estadunidense Paul Auster. “En algún momento decidí que no haría esas cosas, como tener e-mail. Escribo a mano y tipeo en la máquina de escribir de siempre, es indestructible”.

Así es como se ha gestado su última novela, y hasta ahora la más voluminosa. Una página al día, explica. Dos si tengo suerte; a veces, sólo media. Pero si eres constante, las páginas se van amontonando.

El resultado, 4321, salió a la venta ayer en el mundo, apenas tres días antes de que este viernes celebre su 70 cumpleaños. En realidad, el libro debería haber llevado por título el nombre de su protagonista, Ferguson, pero en el proceso de escritura irrumpieron las manifestaciones contra la violencia policial por la muerte de un afroestadunidense en esa ciudad homónima de Misuri.

“Ferguson se convirtió en un triste ejemplo de racismo en Estados Unidos, y (el nombre) no abandonará esta lengua. Por eso, no podía escribir un libro que se titulara ‘Ferguson’. Resulta extraño que fuera justo ese nombre, con todos los que existen en el mundo. Me ha sucedido varias veces que los propios acontecimientos y sus consecuencias, de una manera egoísta, me dejan atónito”.

Todo viene del inconsciente

Nacido en Newark, cerca de Nueva York, en 1947, Auster es hijo de inmigrantes judíos y se ha convertido en uno de los escritores estadunidenses más populares y exitosos de su generación. Su amplia obra la forman desde novelas a poesía, ensayos, guiones para películas y dos libros autobiográficos: Diario de invierno e Informe del interior. Auster está poseído por la escritura. Escribir es para mí un acto de libertad y una cuestión de supervivencia, explica.

Sus historias están llenas de giros sorprendentes, dotadas de un sugerente lenguaje, observaciones sicológicas y conclusiones filosóficas. Es un proceso orgánico y totalmente inexplicable. Todo viene de dentro, del inconsciente. En algún momento, algo aparece. La mayoría de las veces son personajes que deambulan por mi cabeza y, cuanto más me ocupo de ellos, más claras se vuelven las historias que les pertenecen, apunta. Sus libros se traducen a decenas de idiomas y en Europa es aún más popular que en casa.

Los relatos del premio Príncipe de Asturias de las Letras se enmarcan a menudo en el barrio neoyorquino de Brooklyn. Allí reside Auster desde hace unos 40 años junto a su mujer, la escritora noruego-estadunidense Siri Hustvedt (El verano sin hombres), cuya popularidad entre tanto se acerca a la de su marido. Eso sí, no compiten, asegura Auster.

Jamás. Lo más fascinante para mí es observar cómo Siri evoluciona como escritora. Siempre fue buena, pero es cada vez mejor y mejor. Es la intelectual de la familia y disfruto siendo su lector. Es un verdadero placer vivir al lado de un genio semejante. También es una maravillosa lectora y me ha ayudado mucho. Todo escritor necesita un primer lector de confianza, añade. La pareja tiene una hija, Sophie, que también tiene éxito como actriz y cantante. Auster llevaba muchos años escribiendo hasta que llegó el punto de inflexión con la Trilogía de Nueva York, a mediados de los años 80.

Desde entonces, novelas como Mr. Vértigo, El libro de las ilusiones o La noche del oráculo siguen cimentando su fama. Eso sí, aunque su nombre suene una y otra vez en las quinielas, no piensa en absoluto en el Nobel. Tampoco en dejar de escribir. Es lo más duro que podría imaginarme. Pero no se me da mal, aún puedo seguir un tiempo luchando.