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Presentan trabajo de Bernardo García Díaz, académico de la Universidad Veracruzana

Documenta historiador el deslumbramiento por el son jarocho y la riqueza cultural de Tlacotalpan
 
Periódico La Jornada
Jueves 2 de febrero de 2017, p. 4

El son jarocho y la ciudad de Tlacotalpan articulan una amplia investigación del historiador Bernardo García Díaz, quien describe cómo es que ambos se relacionan y entreveran.

Hurgar en esos temas se convirtió en el libro Tlacotalpan y el renacimiento del son jarocho en Sotavento, publicado por el Museo de Historia de Mendoza –el único, por cierto, que existe en México dedicado a la historia del movimiento obrero–, con el apoyo de la Universidad Veracruzana (UV), donde el autor es investigador y docente.

Esa obra será presentada hoy a las 13 horas, en la Casa de la Cultura Agustín Lara, en Tlacotalpan, acto inscrito en el Foro Editorial del Sotavento, como parte de la fiesta de la Candelaria en esa ciudad; ese encuentro lo organizan el Instituto Veracruzano de Cultura (Ivec), la Secretaría de Cultura federal y Radio Educación.

Es, ante todo, un libro hecho con mucho cariño y pasión. Nació por una iniciativa personal que responde al deslumbramiento que tenemos muchas personas cuando descubrimos el son jarocho y, al mismo tiempo, Tlacotalpan, expresa el historiador en entrevista.

Especializado en la historia de la clase obrera en Veracruz, así como en la cultura del Caribe, Bernardo García precisa que una de las pretensiones de esta investigación es encontrar los ingredientes que se conjuntaron a lo largo de los siglos, desde la Colonia, para dar como resultado lo que es hoy la localidad conocida como La perla del Papaloapan, debido a su belleza y por ubicarse en la ribera de ese río.

Inscrita en la lista del patrimonio cultural de la humanidad en 1998, Tlacotalpan tiene gran efervescencia cultural, a partir de la confluencia de las raíces indígena, española y africana, mezcla de la que se derivó el jarocho, apunta el investigador.

“Debido a su desarrollo económico, que alcanzó su auge en el siglo XIX, fue punto de irradiación de la cultura jarocha, la cual debe entenderse no sólo por la música, sino una manera de ser, una poesía popular, un tipo de cocina y de arquitectura.

Algo muy interesante de Tlacotalpan es su arquitectura y conservarla hasta la fecha.

Esplendor de un género popular

“Tlacotalpan –prosigue Bernardo García– ha salido avante infinidad de veces. Ha sufrido epidemias, invasiones –como la francesa–, incendios, inundaciones. Es una ciudad muy frágil, pero contra viento y marea se ha impuesto su vitalidad y riqueza cultural.

Ha sufrido mucho y es notable cómo, en medio de esta adversidad, logra salir adelante y ser un centro de fiesta, pues allí se realiza el foro más importante de música veracruzana: el de son jarocho.

De acuerdo con Bernardo García, est encuentro, cuya primera versión se remonta a finales de los años 70 del siglo pasado, ha sido determinante para el renacimiento y auge de esa expresión musical, dancística y poética de la cultura veracruzana.

El son jarocho es una música vieja, de la época colonial, como demuestran diversas investigaciones. Tuvo su auge en el siglo XIX, aunque en el XX se vino para abajo, ante la llegada de otros ritmos musicales, la radio y más tarde la televisión, refiere.

De repente, resultó una música anacrónica y parecía destinada a desaparecer. Sólo se conservó en lugares como los Tuxtlas, a cargo de los viejos. Fue en los años 70 cuando grupos de jóvenes, como Mono Blanco, que no sólo eran músicos, sino también promotores culturales, sirvieron de eslabón entre las viejas y las nuevas generaciones.

A ello se sumó que políticas e instituciones públicas federales y estatales, como el Ivec y la Dirección General de Culturas Populares, se interesaron por el rescate y revalorización de la cultura popular, opina.

Ahora son jarocho vive una época de esplendor no sólo en México, sino en otros países. Por ejemplo, en Estados Unidos, en Los Ángeles, van por su 17 encuentro, mientras en París, Francia, por el cuarto.

Es notable que en cuatro décadas un género que parecía en vías de desaparición regresó por sus fueros. Lo más importante es la cantidad de niños y jóvenes interesados en esta expresión, con lo cual tiene garantizado su futuro.