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Puntos sobre las Íes

Recuerdos, empresarios XLVI

F

ue la locura. En cuanto se supo de la contratación para El Toreo de Cuatro Caminos de Manuel Benítez El Cordobés, el mundo taurino mexicano y buena parte del no-taurino se conmocionaron al igual que cuando se anunció –muchos años atrás– la contratación de Manuel Rodríguez Manolete.

Vaya tocayos.

Escribí que, a las primeras de cambio, solicité que me recibiera el hijo de la señora Olmedo, administrador de la empresa que se antojaba había cortado orejas y rabo con la firma de El Mechudo y su apoderado.

Y vaya sorpresa.

Un joven espigado, por demás correcto y amable, me recibió a la hora indicada y cuando le expuse el motivo de la visita, más o menos me dijo lo siguiente: “sé muy bien de la importancia de El Redondel y, desde luego, cuente con el servicio telefónico que, enterado estoy, ustedes lo han venido pagando para trasmitir los festejos de los domingos. Los palcos tienen ocho asientos, la mitad en las filas delanteras y el resto en la parte de atrás, así que pueden contar con los cuatro delanteros”.

Nunca olvidé el trato y la educación del señor Olmedo.

Imaginen, pues, amables lectores, el berrinche de la empresa del coso de Insurgentes porque la pica en Flandes les llegó muy hondo y –más después que antes– habría de tener muy severas consecuencias.

¿Y eso?

El doctor Gaona había pedido su opinión a un amigo suyo que se encontraba en España (al parecer un militar de muy alta graduación) acerca de El Cordobés y éste le contestó que ni se le ocurriera traerlo a México, ya que los aficionados lo matarían a él y al de Palma del Río, y fue por ello que el equipo mencionado “le mató la mano al galeno.

Por fin llegó el ansiado debut: el sábado 21 y el domingo 22 de diciembre de 1963.

En la primera alternó con Alfredo Leal y Víctor Huerta y, la verdad sea dicha, todo fue un desastre: el ansiado entradón resultó ser media entrada y fue tan desastroso que la gente salió echando pestes contra la naciente empresa y el debutante Mechudo y, lógico era suponer que al día siguiente todo sería igual o peor.

Sólo que... ¡fue todo lo contrario!

Ese domingo, con escasa media entrada, alternó con Manuel Capetillo y Jorge Aguilar El Ranchero, con toros de Reyes Huerta y El Cordobés se remontó a las alturas cortando dos orejas de cada uno de sus toros.

La crónica, como siempre vía telefónica, de don Alfonso de Icaza Ojo, fue fiel reflejo de lo exaltado que estaba –como nunca antes lo había visto y escuchado– y, el lunes inmediato, los teléfonos de El Redondel no dejaron de sonar todo el día: querían hablar con don Alfonso para felicitarlo y otros tantos preguntándole si no había exagerado su opinión.

Vaya conmoción.

Y en esos dos días se evidenció que, como torero, Manuel Benítez El Cordobés iba de lo sublime a lo desastroso.

Genio y figura.

Como nunca antes ni después.

Así de contundente.

1964, en el curso del mes de enero, ¡toreó 32 corridas en 31 días! y para febrero lo hizo en 23 tardes ¡consecutivas!

¿Qué escribir de la empresa de El Toreo?

Billetes a borbotones, los triunfos se contaban y se contaron por cada tarde y el México taurino vuelto loco y otro tanto el México no taurino.

Qué manera de remontar aquel fracaso de la tarde inicial a los triunfos cada vez más sonados que lo consagraron como un ídolo de México, que no ha tenido ni creo que tendrá paragón.

Cierto y muy por demás cierto, que aquellos saltos de la rana parecían más propios del circo Atayde Hermanos que de una plaza de toros y cuando se los comenté a mi padre y a don Alfonso, ambos me abrieron los ojos: ¿no ves que de esta manera agota a los toros y por eso puede darles 50 o más muletazos y a la hora de matar lo hace con menos riesgo?

¡Qué sabios eran!

Y se me olvidaba, aquellos piratas de la pluma que creyeron hacerle la cama tildándolo de loco, payaso y saltimbanqui para venderle los elogios tuvieron que tragarse sus infundios, mentiras, falsedades y estupideces, y supongo que a punto estuvieron de reventar de bilis, ya que ni un peso les dieron El Mechudo y su apoderado.

Y, como broche de oro, no podremos jamás olvidar sus últimas actuaciones de ese 1964.

Son históricas.

(Continuará)

(AAB)