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Comercio exterior: condiciones y reorientaciones
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iene razón Stiglitz: es necesario creerle a Trump. Lo que ha dicho que va a hacer, lo hará. El tratado de libre comercio que funciona entre Canadá, Estados Unidos y México desde hace más de 20 años será renegociado a favor de los estadunidenses o, en caso de que alguno de los otros dos socios no lo aceptara, será repudiado por el gobierno de Trump. Este cambio afectará significativamente a las exportaciones que salen de México. Por esto nuestro país requiere urgentemente reorientar su aparato productivo, hoy esencialmente destinado a la producción de insumos industriales y bienes agropecuarios dirigidos a Estados Unidos. El asunto no es fácil.

De acuerdo con datos de la balanza comercial, en enero-noviembre de 2016 la economía mexicana tuvo un déficit de 13,163.1 miles de millones de dólares (mmd). Con América del Norte, derivado justamente del TLCAN que desgrava las exportaciones mexicanas dirigidas a Estados Unidos y Canadá, se obtuvo un importante superávit de 119,588.9 mmd, de los cuales 112,955.1 mmd fueron en el comercio con Estados Unidos y 815.2 mmd con Canadá. Con China tuvimos un déficit de 59,901.9 mmd, con la Unión Europea el déficit fue de 21,191.7 mmd, con Japón fue de 12,719 mmd y con Corea fue de 10,290 mmd. Con países del sudeste asiático hubo un impresonante déficit: con Malasia de 7,167.5 mmd, con Taiwán de 6,035.1 mmd y con Tailandia de 4,486.6 mmd.

En el caso de que el TLCAN deje de funcionar una parte muy importante de las exportaciones se reducirá, mientras que las importaciones probablemente seguirán ingresando en la misma medida. Consecuentemente el superávit con América del Norte se reducirá, lo que ampliaría significativamente el déficit en la balanza comercial mexicana. Esto lleva a la búsqueda de nuevos mercados, que en el caso de alimentos y bebidas exportables es relativamente posible en el mediano plazo; en relación con las exportaciones industriales automotrices y de autopartes y las de aparatos de tv y receptores, conseguir nuevos mercados es realmente difícil, dada la estrecha integración con la industria estadunidense.

Del lado de las importaciones, en el comercio con países asiáticos, como Malasia, Taiwán y Tailandia, con quienes tenemos un déficit de casi 18 mmd, que se constituye principalmente por compras de diversos bienes de consumo, es posible establecer una estrategia que permita a mediano plazo sustituir estas compras produciendo en el país los bienes que importamos. Con otros países o grupos de países con los que tenemos un comercio deficitario, como la Unión Europea, Japón y Corea, entre otros, las importaciones no son fácilmente sustituibles dada su connotación productiva. Hacia América Latina nuestras exportaciones representan poco menos de 5 por ciento y lo que les importamos representa alrededor de 3 por ciento.

Así las cosas, si el comercio exterior no se había constituido en una palanca para el desarrollo nacional, como plantearon quienes convirtieron al TLCAN en el centro de la estrategia de desarrollo de México, en las condiciones que empezaremos a vivir se convertirá en una dificultad, ya que habrá que financiar un enorme déficit en la balanza comercial de nuestro país. Reorientar el comercio exterior pasa necesariamente por fortalecer el mercado interno. Será la demanda de los mexicanos la que sustituya la pérdida de las ventas al exterior. Para ello es imperativo que este incremento de la demanda nacional se sustente en una redistribución del ingreso a favor de los sectores más necesitados de la población mexicana.

Resistir los embates contra nuestro país de parte del gobierno de Trump sólo será posible si México se fortalece. Para ello es indispensable que reconozcamos la necesidad de cambiar el rumbo. Los seis últimos gobiernos condujeron al país por una ruta en la que se ofreció que la apertura externa, que provocó el desmantelamiento de la industria nacional orientada al mercado externo, permitiría que la brecha de ingresos entre México y Canadá y Estados Unidos se reduciría. Ha ocurrido lo contrario. Hoy el ingreso per cápita de los mexicanos es menor a 20 por ciento del de Estados Unidos, cuando en 1960 llegaba a 25 por ciento. El fracaso es evidente. Es momento que todos los entendamos y que aceptemos que es indispensable un nuevo rumbo para el desarrollo.