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Ver día anteriorLunes 13 de febrero de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Nosotros ya no somos los mismos

Trump se escuda en la norma jurídica e ignora la convivencia civilizada

A los compañeros de camino es necesario escogerlos con rigor

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El presidente Donald Trump decidió la expulsión de los ciudadanos mexicanos que no hubieran cumplido con los trámites migratorios vigentes en Estados Unidos. En la imagen, mexicanos repatriados llegan a la capital de la República, procedentes de El Paso, Texas, el martes pasadoFoto Yazmín Ortega Cortés
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nuncié en la pasada columneta mi intención de dar a conocer (regodearme, diría, para ser puntual) dos malas noticias para don Don(ald) Trump y una pregunta al colérico e irascible presidente de Acción Nacional. En la primera parte no calculé lo que en 24 horas es capaz de realizar el desaforado e hiperquinético mandatario estadunidense. Debí agregar: y lo que se vaya acumulando, pues sus torpezas y sinrazones se producen a una velocidad que irremediablemente me supera. Yo tardo una semana en escribir y a él las 24 horas del día no le alcanzan para acabalar su cuota de tropelías. La única explicación posible es que el planeta es bastante amplio y discriminar, amenazar, agredir a la especie humana, embroncarse con todo el mundo en tan poco tiempo, no resulta cosa fácil: hay que echarle ganas.

Por otra parte, la duda que deseo plantearle a don Ricardo Anaya sigue en pie y la formularé con todo comedimiento y, de haber oportunidad, hoy mismo.

Empecemos, rutinariamente, por el principio. Es claro que, el carácter atrabancado y depredador que caracteriza el actuar del inimputable señor Trump (¿no me digan que no les recuerda a míster Fox, presidente del Colegio de Inimputables de México) lo convierten en una auténtica chiva en cristalería. Sin embargo, sus excesos lo llevan a enfrentar riesgos que me anonadan por su audacia e inconsciencia. Veamos el primer caso. Alegando el estricto cumplimiento de la ley, Trump decidió la expulsión de las mexicanas que no hubieran cumplido con los trámites migratorios vigentes y que hubieran sido madres en el territorio estadunidense. Sus hijos, ya ciudadanos de ese país, quedarían bajo la tutela gubernamental. Dura lex sed lex, alegaría don Don, si las palabras que de su idioma conoce fueran más de 200 y los latinajos no le sonaran a groserías. Trump se escuda en la norma jurídica e ignora las normas humanitarias, éticas, de convivencia civilizada, del elemental derecho de gentes. Jamás le ha importado proyectar una imagen positiva y grata de su persona, menos de su país. Tampoco le preocupa lo que los medios de comunicación opinen sobre sus ideas y sus acciones ¿O que a Zeus o Júpiter les importaban las columnetas del Olimpus’s Times o las del Panteón Post?

Pero desde Nezahualcóyotl city ya surgió la contraofensiva. ¿Con que ahora, míster Trump, usted la ha agarrado contra los Niños Dios, made in Neza, pero con ADN de Judea? Pues prepárese: entre diciembre de 2015 y enero de 2016 (mes y medio), el artesano (que no pollero) Jorge Rosas Moreno logró ingresar, nada más en el estado de California, 2 mil 500 Niños Dios y, ante las amenazas trumpistas de cierre de fronteras y deportaciones masivas e indiscriminadas, tan sólo en diciembre pasado, la inmigración alcanzó el número de 10 mil Niños Dios. ¿Sabe usted con quién se está metiendo? El Niño Dios representa 33 por ciento de la Santísima Trinidad, o sea un solo Dios verdadero en tres personas distintas. Y este niño, por los datos duros que tenemos, era más insumiso que cualquier Montessori de la actualidad: su primera escapada (tres días), fue a eso de los 12 años y la dedicó a leerles en el templo la cartilla a los sacerdotes, teólogos, intelectuales y sostener con ellos un gran debate sobre el insondable misterio de la Trinidad. Cuando su señorita Madre le reconvino por su intelectual y protagónica escapada, el niño le retobó con muina contenida: ¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que debía atender las cosas de mi padre? Dicen, dicen, que el señor José, solamente atinó a carraspear y poner “cara de what”. Y cuando hecho una furia echó fuera del templo a un grupo de distinguidos miembros de la Concanaco, que con sus túnicas blancas se manifestaban contra los arbitrarios aranceles de que los hacía víctimas el imperio, les exigió: No conviertan la casa de mi Padre en un mercado. (Ni menos en una casa de bolsa). Diciendo lo cual, con un látigo hecho de cuerdas, arrió a los mercaderes fuera del templo. Y cuando escribas y fariseos le quisieron poner un IV (léase cuatro, en romano) y lo interrogaron sobre la mujer a la que pretendían lapidar, nada más porque fue sorprendida ejerciendo labores propias de su sexo, es decir, en un ayuntamiento, juntura, ensambladura, trabazón, engarce o coito ajeno al débito carnal oficialmente obligatorio o séase, con el esposo, que seguramente también fue obligatorio. (Y cómo no iba a estar sorprendida si, Josué –nombre, aclaro, ficticio para evitar demandas– le había asegurado que regresaba del viaje de negocios tres días después. El niño Jesús ya crecidito y que, además de redomado populista era como buen político, evasivo –las parábolas le permitían, sin responsabilidad comprobable, decir esto, aquello o todo lo contrario–, les propinó espectacular sopapo: el que esté libre de toda culpa que lance el primer tuitazo, ya revisaremos el historial de su móvil o de su correo electrónico para conocer la mejor porno de la época, seguramente censurada en el Nuevo Testamento, que dejaría a Sodoma y Gomorra como una versión light de Six Flags.)

Considero innecesarios más ejemplos del omnímodo poder del Niño Dios en sus diferentes performances, como el de la boda de Caná, Galilea, que tanto me gusta, por la propaganda que les hace a los vinos de Parras, Coahuila, donde el Niño Jesús, ya labregón, respondió al requerimiento de su señorita mamá (inevitablemente intervencionista), para que se aventara un milagrito y cubriera el desabasto líquido de la ocasión.

Míster Trump se enfrenta a poderes que ni siquiera imagina, pero si éstos para él son un mito, qué le parecen los siguientes datos: Silicon Valley requiere para IBM, Microsoft, Google, Amazon, Apple, Intel, Facebook y Oracle más de 30 mil trabajadores altamente calificados, pero resulta que éstos son inmigrantes de los siete países musulmanes vetados por él.

Don Alejandro Moreno, con 20 años de experiencia en la actividad diaria de introducir indocumentados, asegura: el muro trumpista a nosotros en nada nos perjudica, tan sólo aumenta las tarifas. Nadie va a tratar de escalar la costosísima y dificultosa muralla, si podemos seguir entrando por los puentes que para eso están hechos. Tecnología y corrupción son las llaves que abren y cierran los muros más inaccesibles. Más adelante ampliaré las importantísimas opiniones del señor Moreno, que –dicho con todo respeto– son más de credibilidad que los reportes oficiales. Me quedo con muchas informaciones y datos en la buchaca para la próxima semana.

Ahora prefiero desahogar algunos reportes sobre las marchas del día. Evidentemente fueron la clara expresión de que una convocatoria urbi et orbi, exige requisitos imprescindibles: la razón, causa, motivo deben ser absolutamente legítimos, compartidos, incluyentes. Las varias manifestaciones de hoy no cumplieron esos requerimientos y, por eso, fueron un total fracaso, para quienes pretendieron hacer de nuestros problemas, de a de veras, otra ocasión de medro y carnavales.

Morera, Wallace, Casar, X González (creo que así se llaman) ya recibieron otra lección, aunque seguramente bien pagada. El doctor Graue, para mí un hombre de bien, universitario honorable y hasta con ganas de hacerla lo mejor posible, no puede seguir siendo tan sólo un oftalmólogo eminente, tiene que ser un señor rector. A los compañeros de camino es necesario escogerlos con rigor. Compañeros –dicen los clásicos– son aquellos con los que compartimos el pan, no es el caso.

Twitter: @ortiztejeda