Opinión
Ver día anteriorMiércoles 15 de febrero de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Fractura
L

a reciente manifestación convocada contra actos y dichos del presidente Trump terminó mostrando la profunda división existente entre mexicanos: una fractura en realidad. La escasa asistencia, no sólo en Ciudad de México, sino también en otros sitios, ha sido motivo de análisis varios. Tan rala concurrencia señala acaso que las heridas ocasionadas en el cuerpo social de la nación por los insultos y amenazas del magnate, ¿son menores o afectan sólo a cierto conjunto poblacional? Es bastante claro que la respuesta a esta interrogante es negativa, el rencor es profundo y generalizado. Las vociferaciones de Trump han calado hondo y de manera grosera. Entonces se puede afirmar que la convocatoria a la marcha fue defectuosa, sin la claridad suficiente de sus intenciones. La participación de ciertos grupos de poder y sus difusores afiliados introdujo la suficiente confusión que hizo del llamado algo parcial, ideologizado y con poca capacidad de movilización final.

El prevaleciente malestar contra la gestión del gobierno de Enrique Peña Nieto fue otro factor que incidió, tanto en la pretendida asistencia masiva como en las previas y subsecuentes opiniones contra la movilización.

El enojo prevaleciente es, en verdad, tan extendido que rivaliza con el rechazo a los desplantes antimexicanos de Trump. Buena parte de la ciudadanía deseaba salir a la calle a expresar, de nueva cuenta, su arraigado repudio y furia: ya no sólo por pasadas acciones, sino por la misma manera de conducir la delicada negociación en proceso. Al mismo tiempo, el oficialismo vio también una ventana de oportunidad para abrir un compás de olvido a sus tribulaciones. Hasta intentaron inducir, con la intervención directa del mismo Presidente, apoyo a su gestión y persona. El amasiato de tales intentonas simultáneas resultó, ciertamente, inmanejable y hasta contraproducente.

Ciertas conclusiones adicionales habrán de ser exploradas con detalle suficiente. Una de estas sería acaso la diluida penetración que en la actualidad tienen tanto los medios de comunicación establecidos, como las distintas personalidades que los acompañaron en el llamado a manifestarse. Confusas observaciones se han hecho a ciertas organizaciones civiles que firmaron el llamado original; unas porque proyectan imágenes corporativas y otras por su marcado tufo oficialista y reaccionario. El papel desempeñado por la misma UNAM, que, de manera oficial y en la figura de su rector, prestó su prestigio y significados, ha sido cuestionado con amplitud y seriedad. En adición a lo apuntado arriba y a pesar de las muchas vicisitudes momentáneas, aquellos que salieron a la calle tienen que recibir, porque lo merecen, el respeto debido a sus actos callejeros. Cierto que no fue un ensamble heterogéneo ni siquiera similar al conjunto nacional, pero ello no les merma valor. Tampoco les desmerece la recusada evidencia de haber soslayado, o minimizado su presencia en otras ocasiones donde su voz habría sido valorada: Ayotzinapa señaladamente.

Pero más allá de la marcha comentada, el presente y en especial el futuro que se dibuja frente al país es de franco cuidado. Este año, aunque no hubiera una afectación adicional, el daño ya se hace sentir con dureza. El costo del crédito se ha encarecido y, sin duda, pegará en la inversión. El monto y servicio de la deuda tanto interna como externa golpeará con fuerza la capacidad de gasto para años venideros por la misma devaluación del dólar. La incertidumbre actual ya pesa en la atracción de inversiones externas: son varias las empresas que han dejado en suspenso sus planes. La inflación se destapó horadando el bolsillo de los de abajo. Las calificadoras de riesgo estudian el momento preciso para revisar sus actuales valuaciones. La confianza en la administración de Peña Nieto para conducir una adecuada negociación con EU sufre con cada tuit que lanza Trump. La reciente asistencia del premier de Canadá, Justin Trudeau, a Washington revela, con precisión comparativa, el acentuado desprecio del estadunidense hacia México y todos los mexicanos, incluyendo, claro está, a su gobierno y el tratado comercial en revisión. Este 2017 puede que sea un año recesivo y, por tanto, sumamente dañino para el bienestar del grueso de la población, incluyendo a los emigrados a ese país del norte. Como puede apreciarse el panorama no es para nada halagador y sí acentuadamente preocupante.