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Acudió a Bellas Artes para conversar en el ciclo Mujeres de letras

Amparo Dávila compartió vivencias en la narrativa y sus sueños de alquimista

Gracias por leerme, dijo la autora; el martes 21 cumplirá 89 años

 
Periódico La Jornada
Jueves 16 de febrero de 2017, p. 4

En el mundo hay mucha maldad y también bondad, por eso algunos personajes de los cuentos de Amparo Dávila poseen la condición negativa, aunque suelen tener algo de ternura.

La escritora, quien con sus historias ha aterrado a varias generaciones de lectores, participó la noche del martes en el ciclo Mujeres de letras, organizado por la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

En la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, Dávila (Pinos, Zacatecas 1928), quien es considerada una de las cuentistas más sobresalientes de la literatura hispanoamericana, tuvo un encuentro emotivo.

La galardonada con el Premio Xavier Villaurrutia 1977 arribó al recinto con la ilusión de compartir su experiencia en el arte de la escritura, sus sueños de alquimista durante la infancia y alguna anécdota con Alfonso Reyes (1889-1959) y Julio Cortázar (1914-1984).

Flanqueada por el narrador y titular de Literatura del INBA, Mauricio Montiel Figueiras, y por la escritora Luisa Iglesias Arvide, Amparo Dávila –con voz suave y delicada– sorprendió al público con su espontaneidad para explicar sus relatos.

Un cuento se hace misteriosamente, va surgiendo por sí mismo, sin que uno realice gran esfuerzo; así lo hice, dijo.

En otro momento de la conversación que sostuvo con Luisa Iglesias, Amparo Dávila comentó que no sabía explicar cómo salieron sus personajes tenebrosos. Al referirse a la mujer vestida de blanco con una vela encendida, que recordaba de su infancia, indicó que no sabía si la soñó o la inventó.

Velada entre anécdotas y recuerdos

Un episodio que marcó la vida de Amparo Dávila, el cual compartió con el público, fue el fallecimiento de su hermano Luis Ángel, porque tras ese suceso se convirtió en una niña enferma y sola.

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Un cuento se hace misteriosamente, va surgiendo por sí mismo, sin que uno realice gran esfuerzo; así lo hice, explicó Amparo Dávila en la sala Manuel M. Ponce del máximo recinto cultural del paísFoto Guillermo Sologuren

Con el tiempo disfrutó de los paseos por la montaña, adonde iba a cortar flores y recoger piedras, pues creía que con las flores obtendría un perfume y sus piedras podría convertirlas en oro. Era totalmente alquimista, dijo.

La velada transcurrió entre anécdotas y recuerdos del camino de la narradora hacia las letras. Alfonso Reyes, por ejemplo, la impulsó a escribir prosa y sus primeros cuentos se publicaron en las revistas Mexicana de Literatura, de la Universidad de México y la de Bellas Artes, entre otras.

Dávila también recordó su amistad con Julio Cortázar, el gran cronopio, con quien compartía el gusto por los gatos, además, el escritor argentino hizo que la autora mexicana de manera paulatina leyera a Edgar Allan Poe, cuya escritura la irritaba y enfermaba.

Durante el conversatorio efectuado dentro del ciclo Mujeres de letras, Luisa Iglesias Arvide expresó que Amparo Dávila fue su maestra. Usted me enseñó desde niña que había otra manera de desafiar el mundo, de reconstruirlo contando historias, sin tener más miedo que el de nuestras propias creaciones. Me mostró que es posible aprehenderse de un libro y transformarlo en la única arma que quiero sostener en esta vida: la imaginación.

El acto en el Palacio de Bellas Artes, que comenzó con la proyección de un video alusivo a la autora, concluyó alrededor de las 20 horas, cuando Amparo Dávila, quien el próximo martes cumplirá 89 años, con su dulce voz expresó: Me siento fatigada, gracias por haber venido y por leerme; una lluvia de aplausos se escuchó en el recinto para despedir a la cuentista.