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Lissete Orozco presentó El pacto de Adriana en la sección Panorama del festival alemán

Joven chilena lleva a Berlín filme sobre la vida secreta de operadores de la dictadura

Al ahondar en la historia de su tía, quien trabajó para la Dina, llega a una verdad inesperada

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La diseñadora italiana Milena Canonero recibió en la Berlinale un Oso de Honor por los vestuarios que ha creado para los cineastas Stanley Kubrick y Francis Ford CoppolaFoto Afp
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 17 de febrero de 2017, p. 7

Berlín.

Las consecuencias de la dictadura chilena de Augusto Pinochet en todos los niveles siguen siendo tema que se lleva al lenguaje del cine aun por las nuevas generaciones de aquel país, en un intento de seguir luchando por hacer justicia a las víctimas de uno de los capítulos más sangrientos en la historia de Latinoamérica.

La joven realizadora chilena Lissete Orozco llega al Festival Internacional de Cine de Berlín y presenta en la sección Panorama un documental intimista que explora el pasado oculto de uno de los integrantes de su familia.

El pacto de Adriana da nombre al filme narrado en primera persona por Lissete, el cual da comienzo con la siguiente frase: Todas las familias tienen un secreto y la mía no es la excepción.

En el caso de la directora corría 2006, cuando comenzaba sus estudios de cinematografía. La tía Chany, como cariñosamente era nombrada por la familia, había emigrado a Australia en 1978 y en sus visitas a Chile llegaba cargada de regalos para la familia.

En 2006, la tía Chany, cuyo nombre real es Adriana Rivas, salió del aeropuerto escoltada por la policía y fue detenida. Ahí comienza la investigación que lleva a Lissete Orozco a descubrir el oscuro pasado de su familiar, quien durante la dictadura pinochetista fue secretaria personal de Manuel Contreras, mano derecha de Augusto Pinochet y jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina), aparato político ejecutor de secuestros, desapariciones y torturas contra quienes consideraba enemigos del sistema.

Material de archivo, entrevistas, escenas familiares, interminables conversaciones vía una pantalla de computadora con la tía Chany, quien alega una y otra vez su inocencia al afirmar que nunca participó en sesión de tortura alguna ni vio a ningún detenido.

Su trabajo era administrativo, sostiene en el documental: Como sabía inglés, me pusieron a traducir lo que llegaba en microfilme, los mensajes entre bandos comunistas que se pillaba en los allanamientos.

La denominada Brigada Lautaro se ocupaba del desmantelamiento y desaparición de la cúpula del Partido Comunista, según investigaciones.

Aunque insiste de manera compulsiva en su inocencia, Rivas reconoce frente a su sobrina que consideró necesaria la tortura, pues era la única manera de quebrar a los comunistas y que recibió un curso como agente de inteligencia durante su trabajo para la Dina.

El pacto de Adriana sigue en su narrativa dos líneas paralelas. La de Adriana Rivas negando su pasado y la de Lissete Orozco por descubrir no sólo aspectos ocultos de ese pasado, sino su confrontación con un capítulo sangriento de la historia de su país, el actual momento político donde atestigua que parte de la población chilena aún admira y reivindica la figura de Pinochet.

En conversación con el público, al final de la proyección, Lissete Orozco comenta que empezó su investigación con la esperanza de probar la inocencia de su tía.

La joven chilena asegura también que la búsqueda de justicia sigue siendo asunto pendiente en Chile, son muchos los ciudadanos aparentemente comunes que participaron de una u otra manera con la dictadura y cuyas familias desconocen ese pasado.

Concluye con la afirmación de que ese pacto de silencio es dañino para la sociedad, pues más que perdón se requiere de abrir totalmente el camino de la verdad.

Adriana Rivas se dio a la fuga en 2007, estando en libertad condicional, y volvió a Australia. El gobierno chileno solicitó su extradición, la cual fue negada por el gobierno de ese país, que la considera ciudadana intachable.