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Economía Moral

Investigaciones recientes avanzan en la comprensión del bienestar humano/ IV

Daniel Kahneman: nuestras dos formas de ser derrotan a la elección racional

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oy analizo algunas dificultades para comprender y medir el bienestar humano con base en Thinking, Fast and Slow, 2011 (en español Pensar rápido, pensar despacio, Debate, Barcelona) del sicólogo Daniel Kahneman (DK), quien en 2002 recibió el premio Nobel de Economía por sus estudios pioneros (realizados con Amos Tversky) sobre la toma de decisiones. Es un libro largo y complejo; me centraré en la dualidad enunciada en el título. (Cito, con mi traducción, la edición en inglés). DK empieza la Parte V (y última) del libro con otra dualidad (pp.377-8):

“El término utilidad ha tenido dos significados en su larga historia. Jeremy Bentham abre su Introducción a los principios de moral y legislación con la famosa frase: ‘La naturaleza ha puesto a la humanidad bajo el gobierno de dos amos soberanos, el dolor y el placer. Sólo a ellos compete señalar lo que debemos hacer y determinar lo que haremos’. Para distinguir la interpretación de Bentham del término, la llamo utilidad experimentada (UE). En los últimos 100 años, los economistas han usado la misma palabra con otro significado. Tal como aplican el término economistas y teóricos de la decisión, significa ‘deseabilidad’ – y yo la llamo utilidad decisional (UD). Desde luego, los dos conceptos de utilidad coincidirán si las personas quieren lo que van a disfrutar, y disfrutan lo que eligen, y este supuesto de coincidencia está implícito en la idea general de que los agentes son racionales... Mi fascinación con las posibles discrepancias entre la UE y la UD viene desde hace mucho…”

DK se pregunta cómo puede medirse la UE. Cómo pueden contestarse preguntas como ¿cuánto dolor sufrió Helen durante el procedimiento médico? O ¿cuánto disfrutó de estar en la playa 20 minutos? Recuerda que el economista Edgeworth especuló en el siglo XIX sobre un aparato llamado ‘hedonímetro’, que mediría (y graficaría) continuamente el placer o dolor que experimentamos. El tiempo juega un papel decisivo en la concepción de Edgeworth. Si se duplica el tiempo en la playa y el nivel de gozo mantiene su intensidad, la UE se duplica. “Ésta era la teoría de Edgeworth, dice DK, y ahora entendemos de manera precisa las condiciones en las que su teoría es válida” (pp. 378-9). Ilustra esto con estudios de dolor experimentado por 124 pacientes al serles aplicadas colonoscopias (sin anestésicos) de diversa duración. Cada minuto el paciente expresaba con un número entre 0 (sin dolor) y 10 (dolor intolerable), qué tanto dolor sentía. Se graficaron las respuestas. El área bajo la curva expresa el dolor total padecido, la suma de los números reportados cada minuto. Es decir, el estudio hacía realidad el hedonímetro de Edgeworth, pero con niveles de dolor auto-reportados en vez de captados por un aparato. A la suma le llama DK totales hedonimétricos. Al fin del estudio se pidió a los pacientes un puntaje como evaluación retrospectiva del dolor total experimentado, como respuesta a una pregunta formulada para estimularlos a pensar en la suma del dolor.

“Sorpresivamente los pacientes no hicieron nada parecido. El análisis estadístico reveló dos hallazgos que después hemos observado en otros experimentos: 1. Regla cima-final: El puntaje global retrospectivo [auto-reportado] se predice bien con el promedio del nivel reportado en el peor momento (cima) y en el final. 2. Duración omitida. La duración del procedimiento no tiene ningún efecto en los puntajes del dolor total. Estamos ante un hecho embarazoso: tenemos dos medidas de UE –los totales hedonimétricos y la evaluación retrospectiva– que son sistemáticamente diferentes… Los primeros son ponderados por la duración, pues el cómputo del área bajo la curva asigna pesos iguales a todos los momentos: dos minutos de dolor al nivel 9 son el doble de malo que un minuto al mismo nivel de dolor. Sin embargo, los hallazgos de este experimento y de otros muestran que las evaluaciones retrospectivas son insensibles a la duración y le dan un peso mucho mayor a la cima y el final, que a los demás momentos”. (p.380)

DK se pregunta cuál debería importar. ¿Qué debería hacer el médico? Si el objetivo fuese disminuir la memoria del dolor en el paciente, bajar el nivel de dolor máximo (la cima) podría ser más importante que minimizar la duración del procedimiento, y la terminación gradual sería preferible a la abrupta. Si el objetivo fuese reducir el monto total de dolor experimentado, la realización rápida del procedimiento sería lo apropiado. A partir de aquí, identifica la dualidad del ser:

Foto
Portada del libro de Kahneman reseñado en el texto

Siento que me ayuda a pensar en este dilema el verlo como un conflicto de intereses entre dos formas de ser, o del yo (self)… El ser-experiencia es el que responde la pregunta ¿duele ahora? El ser-memoria (o yo-memoria) es el que contesta la pregunta: ¿cómo estuvo, en total? Los recuerdos son todo lo que conservamos de la experiencia de vivir, y la única perspectiva que podemos adoptar cuando pensamos acerca de nuestras vidas es, por tanto, la del ser-memoria. Confundir la experiencia con la memoria de ella es una ilusión cognitiva ineludible y es esta sustitución la que nos hace creer que una experiencia pasada se puede arruinar. El ser-experiencia no tiene voz. El ser-memoria se equivoca a veces, pero es el que lleva el score, gobierna lo que aprendemos, y toma las decisiones. La lección del pasado es: maximicemos la calidad de nuestros recuerdos futuros, no necesariamente de nuestra experiencia futura. Esta es la tiranía del ser-memoria. (p.381).

Para demostrar el poder de decisión del ser-memoria, DK diseñó otro experimento en el cual cada persona es sometida a dos experiencias de inmersión de una mano (izquierda y luego derecha o viceversa) en agua fría: una dura 60 segundos (agua a 14º) y la otra dura 90 segundos (los primeros 60 segundos a 14º y los últimos 30 segundos a 15º). Nótese que la experiencia larga contiene a la corta y 30 segundos más en los que también hay dolor (adicional) aunque levemente disminuido. A lo largo de ambas inmersiones los sujetos van indicando su nivel de dolor con una flecha que pueden mover con la mano libre. Terminadas las dos inmersiones, se les dijo que serían sometidos a una tercera inmersión y se les dio a escoger cuál preferirían, si la que experimentaron con la mano izquierda o con la derecha. El 80% escogió la experiencia de 90 segundos, demostrando el poder de decisión del ser-memoria y la prevalencia de los dos hallazgos reportados en los procedimientos médicos: regla cima-final y duración omitida. Comenta DK:

“Los sujetos que prefirieron el episodio largo no son masoquistas y no eligieron deliberadamente someterse a la peor experiencia; sólo cometieron un error. Si les hubiésemos preguntado: ¿Prefieren una inmersión de 90 segundos o sólo la primera parte de ella?; habrían seguramente seleccionado la opción corta... Escogieron repetir el episodio del cual tenían una memoria menos negativa. Sabían muy bien cuál había sido la exposición más larga –les preguntamos–, pero no usaron ese conocimiento. Su decisión fue guiada por una regla simple de la elección intuitiva: elige la opción que te disguste menos. Las reglas de la memoria determinaron qué tanto les disgustaron las dos opciones, lo que a su vez determinó su elección. El experimento de manos frías… reveló una discrepancia entre la utilidad-decisional (UD) y la utilidad-experimentada (UE)”. (p.383)

Sus conclusiones son una fuerte derrota para la teoría de la elección racional:

“Decisiones que no producen la mejor experiencia posible y yerran al predecir sentimientos futuros son ambas malas noticias para los creyentes en la elección racional. El estudio de las manos frías demostró que no podemos confiar en que nuestras preferencias reflejarán nuestros intereses, incluso si se basan en experiencia personal [muy reciente]. Los gustos y las decisiones son conformados por los recuerdos y éstos pueden ser erróneos. La evidencia representa un desafío profundo a la idea que los humanos tienen preferencias consistentes y saben cómo maximizarlas, piedra angular del modelo del agente racional. Hay una inconsistencia construida en nuestra mente” (pp.384-5).

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