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Egresado de la UNAM, Jorge Robles cree en el arte como respuesta para librar la crisis

Violinista financia proyecto de difusión musical de manera alternativa

En 2013 fundó el Cuarteto de Cuerdas Ikal, con el que busca lograr una identidad mexicana

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El cuarteto Ikal prepara un proyecto para el próximo Cervantino. Robles, en la extrema derechaFoto cortesía del entrevistado
 
Periódico La Jornada
Domingo 26 de febrero de 2017, p. 5

Las notas de una canción napolitana opacan de repente el murmullo de los comensales de un restaurante. Suena el violín de un joven que primero pasa inadvertido para casi todos, excepto para una persona que detiene su charla y, sorprendido, pide a su acompañante que escuche: hay un jugueteo entre las cuerdas del instrumento, dos sonidos danzarines que se transforman en un tercero, una maravilla que no todos los ejecutantes de ese instrumento suelen conseguir.

Jorge Robles, el músico, está entregado a su interpretación, goza cada acorde, cada armonía, como lo hace siempre que tiene entre sus manos un violín, sin importar dónde se encuentre, sea una sala de conciertos, un restaurante o la calle.

Otro comensal le pone atención, y otro, y otro. El murmullo se transforma en silencio para disfrutar el concierto de primer nivel que el violinista les ofrece. Termina con O sole mio, y los aplausos estallan.

Auditorios, plazas y alamedas

El violín que usa es prestado y no recibe paga alguna de los dueños del restaurante. Sólo se lleva el dinero que los asistentes le dan de propina. Tiene siete años trabajando así para financiar su proyecto de difusión de música de cámara de autores nacionales.

Sin horarios, sin exigencias, Robles explica que se ha adaptado a esa forma de completar sus ingresos, porque en el restaurante a veces conoce personas de fino oído que se percatan y aplauden su maestría al ejecutar los armónicos, utilizo una nota extra, con profundidad, para que suene más completo, porque toco solo y necesito llenar ese hueco, no se trata exclusivamente de llamar la atención, sino ser mi propio acompañamiento.

En 2013 Jorge fundó el Cuarteto de Cuerdas Ikal, con el cual se ha presentado en todo tipo de auditorios, así como en plazas o alamedas, donde realizan las acciones llamadas flashmob, en las que comienzan a tocar y a juntarse uno a uno para atraer la atención de los transeúntes, hasta que los rodea una multitud y entonces ofrecen un concierto en forma.

Egresado de la Facultad de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se trata de un músico de primer nivel, que ante la difícil situación económica y social que se vive en estos días, cree en el arte como respuesta para sobrellevar la crisis.

Comenzó a tocar la mandolina cuando tenía 13 años, y quizá se habría dedicado a la guitarra de manera profesional, de no ser por un doble obsequio que le dio su padre en sus años adolescentes. Para empezar, la colección completa de discos del violinista libanés Ara Malikian, interpretando Los caprichos, de Nicolo Paganini.

De inmediato, el quinceañero arrumbó su guitarra y su mandolina. Pensé que si había alguien capaz de tocar esa música extraordinaria, yo también podría, narra Jorge con entusiasmo al recordar su segundo regalo: un hermoso instrumento de la casa Stradivarius que llevaba años guardado en un clóset, el violín que había pertenecido a su abuelo, zapatero de oficio, violinista amateur en un grupo de jazz, quien murió cuatro meses antes de que él naciera, en 1991.

Pero un día le robaron la joya de la familia en un asalto camino a su casa, en la delegación Tláhuac. Jorge no se detuvo, pidió prestado un violín a un amigo laudero, una replica de un Stradivarius, y con él se dedica a interpretar desde conciertos didácticos hasta misas fúnebres, y lo que pida el público.

En charla con La Jornada, el violinista cuenta que a los 18 años ingresó a la Escuela Nacional de Música (ahora Facultad de Música de la UNAM), donde “por fortuna tuve buenos maestros y comencé a crecer musicalmente. Todavía no toco a Paganini, es muy complejo, es mi reto. Pero tampoco me veo como un gran solista, no me gustan las orquestas, porque estoy enfocado en otras cosas que me agradan más, por ejemplo, mi cuarteto.

No obstante, es difícil vivir sólo de eso. Por eso busco otras maneras de sustentar nuestro grupo, como la gestoría cultural mediante la asociación cultural Alastaris, que tiene una orquesta sinfónica y un coro.

El Cuarteto de Cuerdas Ikal (que en maya significa esperanza) toca a los clásicos como Bach o Debussy. Es muy padre hacerlo, pero queremos enfocarnos en tener una identidad mexicana, reitera Jorge, quien lamenta que sus propuestas de conciertos gusten, “pero para septiembre. ¿Sólo somos mexicanos en ese mes? Es frustrante. No puede ser que estemos tan comercializados, que sólo en septiembre tengamos oportunidad de vender ‘lo mexicano’, no sólo en cuestión de música, también le sucede a la danza, a las artes plásticas. No me agrada.

“Tampoco se trata de exacerbar el nacionalismo pero, por ejemplo, tenemos en nuestro repertorio piezas como Sonoralia, de Emmanuel Arias, y Luna, obra rara que inicia con una danza y termina con un jarabe, muy jocoso; el Cuarteto para Arcos de Blas Galindo, el Cuarteto Virreinal de Miguel Bernal, o adaptaciones de Manuel M. Ponce.

“El público lo disfruta mucho, sin importar las temporadas, pues además incluimos música popular, Dios nunca muere, Nereidas... hay mucho de donde elegir. Es complicado presentar un programa así durante los meses que por tradición y moda no se consideras ‘patrios’, pero no imposible, el chiste está en buscar las oportunidades y los espacios.”

La mirada en Guanajuato

El violinista Jorge Robles se declara esclavo de los compositores: me gusta mover sus obras, darles otro enfoque. Ahora mismo estoy trabajando con el maestro Tizoc Briseño, que tiene una idea muy arriesgada, pero que me encantó: poner al cuarteto en el centro y alrededor percusiones, algo así como lo que hace el Kronos Quartet. Me animé porque pienso que si el Kronos lo hace en Reino Unido, hay que hacerlo en México también.

En tanto se prepara para presentar un proyecto con miras a participar en el Festival Internacional Cervantino, Robles y su cuarteto Ikal prepara su calendario de presentaciones para 2017, entre las que no faltan los conciertos didácticos, la mayoría gratuitos. Hay que enseñar a escuchar esta música para después tener mercado, y quizá hacer un día nuestros propios festivales.

–¿Y tocar jazz?

–No, me da miedo. Ya agarré el violín, con eso que se dé por bien servido mi abuelo –bromea–; además, le hago caso a un chiste que dice: ¿música popular?, tres acordes para un millón de personas, ¿música de jazz?, un millón de acordes para tres personas –concluye el violinista.

Más informes acerca del Cuarteto de Cuerdas Ikal en su página de Facebook: @ikalcdc