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Ecuador, la batalla decisiva
C

aminante, no hay camino: se hace camino al andar...

Los versos de Antonio Machado, convertidos en letra de canción por Joan Manuel Serrat, resuenan en el anochecer quiteño, en el populoso y modesto barrio de la Michelena, al sur de la capital de Ecuador, donde miles de ciudadanos han venido a escuchar el discurso de cierre de campaña de Lenín Moreno, el candidato del partido gobernante, Alianza País. Va cayendo la noche, hace frío y húmedo, y también, para los que venimos de afuera (Quito está situada a unos 2 mil 500 metros de altitud), pega fuerte el mal de altura.

Muchas personas aprovechan el reparto masivo de material de propaganda –camisetas, bufandas, chaquetones, gorras–, de luminoso color verde tilo, para arroparse mejor. La tarima principal, perpendicularmente prolongada –como en algunos conciertos de rock– por una suerte de pasarela que penetra profundamente en medio de la muchedumbre, está montada en la boca de una larga y ancha avenida bien iluminada y que ha ido, poco a poco, llenándose de gente variopinta.

Hay pantallas gigantes y altavoces ultrapotentes, y una orquesta y sus cantantes que intentan calentar el ambiente con clásicos revolucionarios (El pueblo, unido, jamás será vencido, Hasta siempre, comandante, Bela Ciao, No nos moverán, Cómo será la patria, etcétera). El público, andino, escucha con calma, agita lentamente banderas verdes y rojinegras, muy poco expresivo, excepto unas niñas en un balcón cercano que gritan: ¡Le-nín pre-si-den-te!, y no cesarán de gritarlo, entre risas y carcajadas, durante las dos horas del acto.

Interviene, primero, Gabriela Rivadeneira, la joven presidenta de la Asamblea Nacional, oradora fuera de serie, que consigue sacar a la audiencia militante de su silenciosa pasividad. Ni siquiera hace alusión al atentado del que ha sido víctima ese mismo día, cuando consiguió evitar que un paquetebomba, enviado a su nombre, le estallara en las manos... Habla después José Pepe Serrano, abogado, ministro del Interior, muy cercano a Lenín Moreno, quien, según toda probabilidad, será el próximo presidente de la Asamblea, también con gran energía y entusiasmo.

A escasos días del escrutinio ambos oradores insisten en el neto contraste entre las propuestas regresivas, involucionistas de los principales candidatos de la oposición –el ultraliberal ex banquero Opus Dei Guillermo Lasso, de CREO; y la conservadora Cynthia Viteri, del Partido Social-Cristiano (PSC)– y los avances indiscutibles de la década ganada, o sea, los 10 años de gobierno del presidente Rafael Correa, quien no se presenta y aspira, por razones personales y familiares, a un descanso sabático que desea pasar en Bélgica, país de nacimiento de su esposa y donde hizo parte de sus estudios.

En aquel momento la mayoría de los sondeos y de las encuestas preveían para el candidato de Alianza País, Lenín Moreno, unos resultados que le obligarían a ir a una segunda vuelta. Por eso todos cantan y repiten como un mantra un mismo eslógan: ¡Un-a so-la vuel-ta!

En medio de esos cantos y gritos avanza entonces por la pasarela, en silla de ruedas, Lenín Moreno. Víctima de una agresión armada en 1998, está paralizado de las piernas porque una bala le alcanzó la médula espinal. Pero es un hombre muy positivo, ejemplo de voluntad y de resiliencia, y autor de una serie de libros de humor... Lenín encarna una corriente que apuesta por la necesidad de moderar el tono de la confrontación con la oposición y favorecer un mejor entendimiento con diversos estamentos sociales que se han ido alejando de la Revolución Ciudadana, sin cambiar sustancialmente el marco económico (alianza del sector público con el sector privado) que se ha practicado hasta ahora. No es un orador revolucionario y mucho menos un demagogo. Apuesta por la inteligencia del auditorio. Habla con tono natural, y narra su programa de gobierno casi como un conferenciante. La gente –unas 10 mil personas...– escucha en silencio y con atención, a tal punto que uno se pregunta si estamos realmente en un mitin electoral de masas... No hay estremecimientos, ni entusiasmos, ni pasiones...

¡Qué contraste con el verbo encendido de Rafael Correa! Pero quizás es el efecto deseado por Lenín Moreno: rebajar el exceso de ideología del discurso de la izquierda ecuatoriana. Dirigirse, más allá de la base dura militante, a los ciudadanos en general y, en particular, a las clases medias que, al cabo de 10 años de correísmo, dan señales de estar saturadas de eslóganes políticos, y muestras de deseos de cambio... Todos recuerdan aquí la inesperada derrota en las alcaldías de las principales ciudades del país en las elecciones municipales de 2014, en particular en la de Quito, en cuya campaña se implicó muy directamente, en favor del candidato de Alianza País, el propio presidente Correa, que sufrió por consiguiente, en cierta medida, un fracaso personal.

O los polémicos proyectos de ley de herencia y plusvalía, que habilmente manipulados por la oposición desencadenaron, en 2015, violentas y masivas protestas en todo el territorio nacional contra el gobierno. A tal punto que Rafael Correa se vio obligado a retirarlos temporalmente. Todo eso, sumado a algunas catástrofes climáticas y al terrible terremoto que, en abril de 2016, afectó la costa norte del país, más los efectos devastadores de la crisis provocada, estos últimos tres años, por el derrumbe de los precios del petróleo y otras exportaciones (Ecuador es uno de los mayores exportadores mundiales de camarón, plátano y flores) han frenado el crecimiento ecuatoriano y degradado bruscamente la atmósfera electoral.

Sin embargo, los logros de la Revolución ciudadana y los éxitos de Rafael Correa como gobernante son espectaculares, en particular en materia de obras públicas de infraestructuras: carreteras, puentes, túneles, aeropuertos, etcétera. En este país de 14 millones de habitantes disminuyó –en el curso de esta década ganada– en 6 por ciento la pobreza y casi 2 millones de ecuatorianos salieron de la miseria. La clase media pasó de 29 a 47por ciento de la población. Un cuarto de millón de niños dejó de trabajar e integró el sistema educativo. Hay más de 1 millón 200 mil nuevos estudiantes. Medio millón de adultos mayores disfrutan de nuevas pensiones. El número de atenciones médicas pasó de 16 millones a 30 millones anuales. En materia de atención a los discapacitados, Ecuador posee record mundial: hace una década sólo trabajaban un millón 039 discapacitados; ahora más de 80 mil, con todos los derechos que les corresponden, y 70 mil de ellos estudian. Las pensiones por discapacidad cubrían sólo a 5 mil 39 personas; hoy protegen a más de 126 mil. El gobierno entregó más de 300 mil viviendas de ayuda social. En materia de ecología, el índice de energías renovables que consume Ecuador alcanzó 95 por ciento del total. Y gran parte de su deuda exterior se recompró a un 30 por cinto de su valor...

Pero los electores no siempre son agradecidos. Sobre todo cuando campañas sucias de la oposición conservadora, conducidas a golpes de millones de dólares, con participación de todos los gurúes conservadores de la propaganda electoral mundial, siembran el desconcierto inundando las redes sociales de noticias falsas, informaciones virtuales y post verdades.

El caso es que los resultados de la primera vuelta, el pasado 19 de febrero, no respondieron a las expectativas de la dirigencia de Alianza País. Ese sufragio se soldó, sin embargo, por tres victorias contundentes: 1) Lenín Moreno ganó la consulta presidencial con 39.33 por ciento de votos, o sea, 11 puntos por delante del segundo Guillermo Lasso, quien obtuvo 28.19 por ciento; 2) Alianza País consiguió mayoría absoluta en la Asamblea Nacional con 77 escaños sobre 137; 3) y en el referendo para prohibir a los funcionarios públicos de poseer bienes o capitales en paraísos fiscales, el , defendido por el oficialismo, ganó por 55 por ciento contra 45. Pero, en un inexplicable error de comunicación, a pesar de estos tres triunfos, Alianza País transmitió el sentimiento de haber fracasado y de tenerle pánico a la segunda vuelta.

Otra elección ha comenzado ahora que se celebrará el próximo 2 de abril. El mundo entero va a estar atento a lo que aquí está en juego. A saber: si el ciclo progresista se termina en América Latina o si se consolida como las recientes victorias de Tabaré Vázquez, en Uruguay, y de Daniel Ortega, en Nicaragua, lo dejan esperar. Desde su encierro en la embajada ecuatoriana de Londres, nuestro amigo Julian Assange sigue los debates con expectación; el candidato derechista ha prometido que, si gana, expulsará a Assange de allí y lo entregará a las autoridades suecas... En su confrontación contra un ex banquero corrupto, Lenín Moreno puede y debe ganar.