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La presunta injerencia en las elecciones en EU, el gran escollo

El Kremlin no alberga grandes esperanzas por la próxima visita de Tillerson a Rusia
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 23 de marzo de 2017, p. 29

Moscú.

El Kremlin no alberga demasiadas esperanzas en que la visita del secretario estadunidense de Estado, Rex Tillerson, confirmada desde ayer y programada para el 12 de abril, produzca resultados espectaculares que permitan sacar del punto muerto la relación bilateral, más allá de definir una posible agenda para el encuentro de los presidentes de Rusia y Estados Unidos en fecha aún por fijar, probablemente no antes de julio siguiente.

Pero si hay posibilidad de ofrecer algo que permita que Vladimir Putin y Donald Trump celebren su primera reunión cara a cara antes de la cumbre del G-20 en Hamburgo –digamos en mayo, en algún sitio neutral, por ejemplo un país de Europa que se ofrezca de anfitrión–, la diplomacia rusa podría considerarlo todo un éxito.

El problema es que, a la luz de las noticias que llegan a diario de Estados Unidos sobre la supuesta injerencia rusa en las elecciones estadunidenses, que aunque no hubiera sido decisiva plantea un serio problema de confianza, Rusia está convencida de que Tillerson –como han hecho otros miembros del gabinete de Trump– no se apartará de la línea de considerar un escollo insalvable para normalizar por completo las relaciones la anexión de Crimea y la participación rusa (siempre negada por Moscú) en los asuntos internos de Ucrania, que sirvieron de base a la administración del anterior presidente, Barack Obama, para lanzar sanciones contra Rusia y revertir casi todos los programas de cooperación bilateral.

Aunque todavía se apuesta en el Kremlin a que la cumbre de los mandatarios ruso y estadunidense –dando por supuesto que el contacto directo entre ellos reforzará la empatía que se infiere de sus declaraciones de prensa– pueda marcar un punto de inflexión y revertir el deterioro de los nexos bilaterales, empieza a prevalecer el pesimismo de que, incluso si esa fuera su voluntad, Trump tendrá un estrecho margen de acción.

Cada día se reciben en Moscú nuevos signos ominosos que apuntan a que el tema de la injerencia rusa en las elecciones de Estados Unidos, así como el de la influencia que haya podido ejercer Moscú en colaboradores cercanos de Trump, se están volviendo una suerte de obstáculo para mejorar vínculos entre ambos países que durante mucho tiempo servirá para atacar al inquilino de la Casa Blanca por parte de sus enemigos no sólo del campo demócrata, sino incluso dentro de su propio partido.

No lo dicen abiertamente los portavoces oficiales de Rusia, pero a través de sus voceros oficiosos queda claro que el Kremlin está convencido de que el objetivo de la campaña sobre la supuesta intromisión rusa en Estados Unidos es debilitar a Trump por su extravagante política doméstica y, para ello, se usa la conexión rusa como simple pretexto.

En ese contexto, la visita del tiranosaurio rex, como apoda la prensa rusa a Tillerson desde que en Washington un grupo de activistas se disfrazó de esa variedad de dinosaurio para protestar por su designación como secretario de Estado, no va a cambiar nada en las posiciones de la agenda bilateral que ahora mantienen Rusia y Estados Unidos, y si después al menos se mantiene el diálogo ya será un auténtico éxito, estima Valeri Garbusov, director del Instituto de Estados Unidos y Canadá de la Academia de Ciencias de Rusia, un think-tank que asesora a quienes toman las decisiones en el Kremlin.

Garbusov, por tanto, descarta que los resultados de las conversaciones de Tillerson en Moscú propicien la invitación para que Rusia sea admitida de nuevo en el G-8, que reúne a los países más industrializados del mundo.

Dado el ambiente que hay en Estados Unidos, cualquier paso (de Trump) de acercamiento a Rusia será interpretado como muestra de debilidad y un punto en contra suya. Cualquier referencia suya más o menos amigable o al menos neutral hacia Rusia causará escozor, lamenta Garbusov.

Coincide con el académico el politólogo Andrei Kortunov, director ejecutivo del Consejo ruso de Asuntos Internacionales, quien afirma que la reanudación de las investigaciones acerca de la supuesta injerencia rusa en las elecciones estadunidenses es un intento de sectores influyentes del Congreso de Estados Unidos por crear un mecanismo permanente de presión sobre un terco e inflexible Trump.

Piensa que es un tema que resulta exitoso porque incluso aquellos estadunidenses que tienen poco interés en la política exterior no pueden aceptar amenazas reales o potenciales contra la democracia en Estados Unidos.

Una cosa son las divergencias sobre Siria y Ucrania, y una muy diferente es tener a los rusos debajo de la cama en tu casa, resume Kortunov.