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Las becas de posgrado

Justicia para Miroslava Breach Velducea

E

l problema que se ha presentado recientemente con las becas de posgrado ha generado gran inquietud no sólo en el medio científico, sino además en el sistema de educación superior, e incluso más allá, entre diversos sectores de la sociedad. Es un tema muy sensible porque en él se concentran algunos de los significados de lo que somos y hacia dónde queremos ir. Las becas, es decir, los estipendios que se asignan a los jóvenes que inician sus carreras científicas, son una herramienta indispensable en todos los países para la formación del capital humano; sin ellas es imposible pensar en la formación de personal altamente calificado, uno de los elementos que en la actualidad marcan la diferencia entre las naciones en términos del desarrollo.

Pero veamos los hechos. Por una parte la protesta de los jóvenes que cursan maestrías, doctorados o algunas especialidades, a través de mensajes en las redes sociales o actos como los realizados frente al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), o más recientemente en la Feria de Posgrados de Calidad. Los estudiantes han expresado con estos actos su inconformidad por lo que consideraron la intención de cancelar, o no asignar las becas, en algunos posgrados que forman parte del Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC). Se puede decir que estas expresiones han tenido mayor o menor intensidad en algunas instituciones o áreas del conocimiento, principalmente en ciertas entidades federativas como la Ciudad de México, pero dado que el PNPC está presente en varias regiones de la República Mexicana, puede decirse que la inquietud adquiere alcance nacional.

Otro elemento a considerar es la reacción de las autoridades. Lejos de eludir el problema, los funcionarios del Conacyt se han reunido con los jóvenes y al menos en dos ocasiones han convocado a los medios de comunicación con la finalidad de informar a la sociedad lo que ocurre. Algunos datos que se desprenden de esas comparecencias muestran que, desde luego, se mantienen las becas que están vigentes y que este año se otorgará un número de nuevas becas equivalente a las de 2016. La asignación de las mismas es algo complejo pues, por ejemplo, hay programas que se inician cada dos años, y si sólo se considera lo gastado el año pasado (que para alguno de estos programas pudo ser cero), se quedarían sin nada. Sin embargo, problemas como éste se están atendiendo y reasignando recursos tomando de aquí y de allá, en una labor muy compleja que nadie envidia, pero gracias a la cual difícilmente este año quedará un estudiante inscrito en alguno de los PNPC en los términos ya señalados, sin beca.

De los hechos anteriores quedan claras dos cosas, por un lado, que los estudiantes tienen razón en protestar al sentir que sus becas estaban en peligro, y por otro lado, que el Conacyt ha tomado al toro por los cuernos y hace lo posible para resolver el conflicto actual. Entonces, se preguntará la lectora o el lector: ¿dónde está el problema real?

El problema no está en el Conacyt como algunos han señalado, sino en la política hacia la ciencia que ha expresado en fechas recientes el gobierno federal. El tema de las becas es sólo un síntoma que muestra los efectos del recorte brutal al presupuesto del Conacyt en 2017, equivalente a una disminución de 23.3 por ciento en términos reales respecto del año anterior, el cual fue avalado casi sin resistencia por la Cámara de Diputados… Este es el verdadero problema.

En el presupuesto de egresos de 2017 hubo un ajuste generalizado, que en promedio significó un recorte de 10 por ciento para las dependencias del gobierno federal, en algunas universidades (no todas) no hubo recorte o incluso tuvieron incrementos pequeños, pero para el Conacyt el golpe fue de más de 20 por ciento. Entre las reacciones de la comunidad científica ante este ajuste me llamó mucho la atención en su momento la opinión del doctor José Antonio de la Peña, quien por cierto ingresó hace unos días como el integrante número 100 de El Colegio Nacional. El célebre matemático dijo en una entrevista: La reducción total a educación superior fue de uno por ciento, la Universidad Nacional Autónoma de México tuvo incrementos sobre un presupuesto muy bueno. Algo pasa que no veo, probablemente de carácter político.

Sea como sea, el daño provocado por este recorte ha sido tremendo y ha llegado a uno de los programas más importantes para el Conacyt, que es la formación de capital humano. La noticia de que se mantendrá este año el mismo número de becas que en 2016, puede ser buena para paliar el conflicto actual, pero implica dejar de crecer, y el estancamiento en este programa es indeseable para el futuro de la ciencia y del país, además de que es injusto para los jóvenes que cuentan con la capacidad y los méritos suficientes y no pueden ser admitidos en un programa de posgrado por la simple y sencilla razón de que no hay recursos. Además de que nadie quiere ver que se extienda el descontento a las universidades y otros sectores sociales.

En mi opinión, la Secretaría de Hacienda debe mostrar sensibilidad ante los acontecimienos descritos y realizar una asignación extraordinaria de recursos que permita resolver cabalmente el actual problema de las becas, y que en la elaboración del presupuesto del próximo año se pueda resarcir el desatino que llevó a un recorte desproporcionado en los recursos del Conacyt.