Deportes
Ver día anteriorLunes 3 de abril de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
Toros

Premian con deslucidos astados de San Marcos a triunfadores de Sed de Triunfo

Reiteran su torería Juan Luis Silis y Pepe Murillo ante lotes complicados

Fabián Barba, dispuesto

Enésima pobre entrada en la Plaza México

 
Periódico La Jornada
Lunes 3 de abril de 2017, p. a39

Hay espectáculos diseñados por malos taurinos, quienes intentan rebasar a los antitaurinos en su prisa por darle la puntilla a la incomprendida y manoseada fiesta de los toros, en México y en otros países.

En la vigesimoprimera y última corrida de la temporada grande 2016-17 en la Plaza México –grande en peso, no en bravura–, que debió haber sido uno de los festejos más interesantes no de la temporada sino de muchos años, pero que a la postre echó a perder el ganado –buenas intenciones no matan criterio–, comparecieron tres toreros sobrados de cualidades pero relegados por el voluntarismo de unos, la ceguera de otros y lo nefasto del sistema taurino. (No se pierda los conceptos de Antonio Lorca, crítico taurino del periódico El País, en la columna La Fiesta en Paz, publicada hoy en la sección de Espectáculos.)

Alternaron el hidrocálido Fabián Barba –37 años de edad, 13 de alternativa y tres corridas toreadas este 2017–, el tapatío Pepe Murillo –30, nueve de matador y este año una sola tarde, la del domingo pasado–, auténtica revelación de la temporada, que luego de casi una década de alternativa, una lucha porfiada y un despliegue increíble de paciencia –la ciencia de tu propia paz–, después de que en más de dos décadas la anterior empresa no vio ni oyó a tan dotado torero, y el capitalino Juan Luis Silis –36, ocho y una corrida este año, pues triunfar en la México ya no es como antes–, tras poderosa y templada faena en la primera de estas funciones de oportunidad, luego de estar a las puertas de la muerte, volver a salirle a exigentes toros de José Julián Llaguno en Pachuca y triunfar, como sus compañeros de cartel, tras años de ninguneos y complejos de promotores sin visión pero colonizados. Se lidiaron reses del hierro jalisciense de San Marcos, bien presentadas pero indefinidas de estilo, escasas de bravura y sobradas de genio –mansedumbre defensiva–, que a la postre dieron al traste con la disposición de los alternantes. Volvió a acudir escaso público, tan gritón como ocasional, más bien atorado en el concepto de la lidia con figurines importados y toritos de la ilusión.

Sosería inevitable

Si bien Fabián Barba pechó con el peor lote, su voluntad y pundonor no bastaron para remontar las condiciones de sus enemigos, aunque en tandas cortas lograra meter en la muleta a su primero, geniudo, reservón e incierto, para agradecer en el tercio, y cayera inevitablemente en la sosería de su segundo.

Pepe Murillo se gusta en su tauromaquia y gusta a los tendidos. Decidido y fino, ante el soso, tardo y débil primero del hierro de Valparaíso –al que dejó lucido cuarteo Gerardo Angelino, agradeciendo en el tercio-, Pepe consiguió un trasteo sobrio y meritorio por ambos lados a fuerza de colocación y mando, con más valor, idea y sello que muchos que torean 25 tardes al año. Dejó un pinchazo arriba, es decir, sin aliviarse en el embroque, y varios descabellos que enfriaron a la gente. Pero con su segundo, con más recorrido y transmisión, repitió un gran quite por gaoneras muy quietas, bajando la mano de la salida, y con la pañosa reiteró el arte de sentir y hacer sentir en naturales ceñidos y sentidos apenas valorados por la asamblea. Tras pinchar, salió al tercio a agradecer una fuerte ovación.

Juan Luis Silis no tiene toro aborrecido. Con su primero, bello, castaño, sosillo, supo sobreponerse a las ráfagas de viento y consiguió tandas por ambos lados, y con el cierraplaza, el menos malo del encierro, estructuró en el centro del ruedo una inteligente y poderosa faena empañada con dos pinchazos, lo que no le impidió recorrer el anillo en aplaudida vuelta. En México hay muy buenos toreros desconocidos; faltan buenos empresarios que los hagan valer.