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Nosotros ya no somos los mismos

Miroslava: antes de que el duelo se agote, hagamos algo que perdure

La decisión en San Lázaro sobre la candidatura de Flavio Galván a consejero del INE

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Miroslava Breach VelduceaFoto La Jornada
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o he confesado anteriormente: soy analfabeto manual. Durante toda la semana sufro para recolectar información, ordenarla y tratar de darle, si no ¿ilación, cuando menos no provocar hilaridad. Pero ya editada, pergeñar al respecto modestos comentarios personales y luego, convertida la columneta en un correo electrónico, transmitirla a su destino. Hacerlo me cuesta más que rezar los cinco misterios dolorosos juntos del Sagrado Rosario.

Espero que la multitud haya registrado que la columneta pasada tuvo un final no sólo abrupto, sino poco explicable: se me borraron los párrafos finales. Ya no era tiempo de intentar escribirlos de nuevo y preferí iniciar con ellos, ya brevemente este lunes: me refería a Miroslava, hoy centro de un duelo nacional plenamente justificado. Se extrañaron, sin embargo, las condolencias oficiales, religiosas, universitarias, profesionales. Hablaba de que algo muy profundo anidaba en el interior de esta mujer. Era algo más que la emoción tan intensa que despierta estar en el centro de la vida cotidiana, ser testigo de acontecimientos que afectan a muchas personas y tal vez, tal vez, sean un pedacito de historia, es decir: ser reportero. Como siempre sucede, Miroslava se va a ir perdiendo en la memoria. Ojalá no olvidemos que ella dejó dos hijos. Lo mejor que por Miroslava podíamos hacer es preocuparnos y ocuparnos de ellos. ¿Quiénes son, donde están, cómo viven, qué necesitan? Antes de que el duelo se agote, hagamos algo que perdure.

Mi otra condolencia (sumarse, solidarizarse con el dolor ajeno) se refiere al fallecimiento de Martha Pérez Bejarano. Militante apasionada y comprometida con su partido: Morena. Fue candidata a jefa delegacional por Álvaro Obregón y su persona caló hondo en los diferentes sectores de un territorio tan contrastado como éste: transpiraba honestidad, espíritu de servicio y gran emoción social. Perdió la elección frente a los intereses y complicidades partidarias y, más precisamente, a los de la famiglia, pero en la versión cinematográfica de Ettore Scola, en la que los lazos de consanguinidad se entrelazaban con los vínculos más estrechos e inquebrantables que impone la mafia que gobierna esta delegación. Después de los resultados electorales siguió haciendo labor de gestoría y encabezando justas demandas populares. Martha iba siendo cada día la candidata invencible en próxima elección delegacional y la más digna jefa de gobierno.

A la maestra Blanca Ponce, Josie Chávez, Juan Manuel Vázquez y todos los que trabajaron a su lado los acompaño en su pesar.

La decisión de la Cámara de Diputados en relación con la candidatura de Flavio Galván a consejero del Instituto Nacional Electoral (INE) me volvió el alma al cuerpo (del que nunca debe andarse saliendo) y me evitó un trabajo peor que el de los jornaleros de San Quintín: releer algunas de las columnetas que me permití dedicar a magistrado Flavio Galván. Las cosas que le digo, le imputo, con las que lo confronto son tan graves, que era imposible escaparse por la salida fácil de a palabras de borracho oídos de cantinero. Mínima decencia, obligaba a reivindicar la honra y la sapiencia adquiridas en las mejores instituciones privadas y confesionales del país y de más allá. No contestó objeción alguna, seguramente porque sabía que lo afirmado era la punta del iceberg, y don Flavio no era precisamente Leonardo DiCaprio, ni su asistenta, convertida de la noche a la noche en real estate advisors, en manera alguna podía pasar por Kate Winslet. Ese affaire sacó a la luz el grado de complicidad que imperó entre los cofrades que saquearon durante años el Tribunal Electoral. Evidente ante los ojos de la clase política, los medios de información, el Congreso, los partidos, el negocito inmobiliario planeado por el magistrado presidente del Trife y su asistente ascendida a partner, el honorabilísimo órgano colegiado envuelto en la túnica de una vergüenza ajena (ni tanto, ni tanto) procedió a castigar de manera ejemplar al perverso que había hecho jirones el pendón de la honorabilidad del sacro tribunal: ¿lo despojó del honroso encargo con que la soberanía lo había distinguido?, ¿lo consignó ante la autoridad competente y exigió un debido proceso para que sobre la inevitable sentencia condenatoria no hubiese sospecha alguna?, ¿lo separó de su cargo temporalmente para que pudiera llevar a cabo una defensa solvente y creíble? ¡No! ¡Claro que no! ¿Y el espíritu de cuerpo y el amor a la camiseta? ¿Y el hoy por ti y mañana por mí?

Simplemente se le rogó dejar la presidencia del tribunal y se le aconsejó, como en la escuela: discreción y juicio, suavidad y maña. Yo no suelo sugerir la relectura de alguna columneta. Si ya se salvaron, para qué insisto. Pero resulta que ahora la recomendación me la hicieron a mí: Las columnetas de los días 5, 12, 19, 26 de mayo de 2014 y las del 2, 9 y 16 de junio del mismo año hacen referencia a la defensa tonta, descarada, cínica, humillante que hizo el señor Flavio Galván de su pensión. Con sus alegatos, si aún estuviera vigente la vieja idea de que la confesional era la reina de todas las pruebas, se habría hecho un perfecto harakiri. Y por si algo le faltara a don Flavio: él, oaxaqueño de origen y de estudios profesionales, pero docente de las más confesionales y pirrurris universidades: La Salle, Anáhuac, Panamericana y luego de asistir (sin mayores reconocimientos), a algunos cursillos en la Universidad de Salamanca (misma que le agradeció la plena comprobación del proverbio latino que mucha personas confunden con el lema real de esa institución: Quod natura non dat, Salmantica non praestat. Créanlo, pero ni Salamántica ni natura prestaron a don Flavio pero nadita de nada. ¿Pueden creer que este ilustre doctor considerara algo muy necesario para el país la legalización, en bien de régimen democrático, la legalización de partidos políticos religiosos? ¿Oaxaqueño y talibán? La propuesta es tan estúpida, antediluviana, que hasta Margarita y Felipe la hubieran discutido por más de tres horas incluyendo, por supuesto, jaculatorias y ronquidos.

Pero volvamos a nuestro ya eterno alegato sobre el sueño guajiro de la unidad nacional. Y la patria única de todos los mexicanos. Saltémonos la ridícula pero indicadora Guerra de los pasteles. Los imperios, para subyugar y oprimir, no requieren de causas justas, les bastan pretextos mínimos. Este absurdo enfrentamiento tenía viejos orígenes: versión 1: militares adictos a Santa Anna (años antes) se atragantaron de pasteles que igual que su jefe, no los pagaron; 2: en 1837, en Tampico fue fusilado un pirata francés, agravio que no podía se pasado por alto: era pirata pero francés. Como si hubiera sido español, inglés o portugués. Con su honorable patente de corso tenía derecho a la rapiña más desenfrenada. El conservadurismo que dominaba el país acrecentó los afanes separatistas y en 1835/36 se planteó la separación de Texas. Casi de inmediato, la guerra intervencionista de Estados Unidos descaró su complicidad con los aventureros texanos y, por si fuera poco, la Segunda Intervención Francesa, arremetió contra la República liberal y soberana del señor Juárez.

En unos cuantos renglones terminaremos, la próxima semana, la hipótesis de los que en 2017 estarían en la cancha de ­enfrente.

Si la generalizada certidumbre de que la Rossbach vino a este planeta con la exclusiva misión de hacer hermanos (la ha cumplido a pasto, aunque confieso que no siempre a mi entera satisfacción), estoy convencido de que el fallecimiento de Miguel Ángel, uno de los dos que recibió vía doña Lilia y don Hugo, la tiene sumida en una profunda tristeza. No creo en las palabras hechizas para estas ocasiones. Estoy convencido, en cambio, de lo decidores que son los abrazos, los silencios, los apapachos, la cercanía. Sé que Lilia los ha cultivado durante años y ahora, van a envolverla. Doña Lilia y Almita: cumplieron plenamente con su cariño, sus cuidados y dedicación a Miguel Ángel, ese sí es un real consuelo.

Twitter: @ortiztejeda