Opinión
Ver día anteriorLunes 3 de abril de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Fuera de mi camino
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Fotograma de la película dirigida por Milos Radovic
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sesinos involuntarios. Fuera de mi camino (Train Driver’s Diary, título de su distribución internacional), ingeniosa comedia serbia de Milos Radovic, combina momentos de franco humor negro con el relato de la educación sentimental de Sima (Petar Korác), un joven huérfano que añora ser conductor de trenes, como el propio sexagenario Ilija (Lazar Ristovski), que lo ha tomado como protegido y que se esfuerza por evitar que el ingenuo joven siga su misma trayectoria profesional sembrada ya de múltiples cadáveres.

El veterano conductor ferroviario, a punto ya de jubilarse, relata cómo ejercer por largo tiempo ese oficio supone ser responsable de múltiples muertes accidentales, ya sea por la temeridad de automovilistas irresponsables o por aquellos seres suicidas que eligieron terminar sus días sobre las vías de los trenes.

Ningún tribunal puede achacar esas muertes a ferrocarrileros impedidos de frenar a tiempo, tampoco hay quejas o cargos en su contra, pero el sentimiento de culpa y los síndromes postraumáticos envenenan la existencia de muchos de ellos, excepto la del desenfadado Ilija, quien con lucidez implacable e ironía mordaz considera la sucesión de muertes como simples gajes del oficio, llevando incluso flores a las tumbas de los fallecidos, repartiendo condolencias entre sus deudos indignados, y estableciendo el récord de defunciones como un sello prestigioso en la tradición familiar de su gremio.

En el extraño código moral de ese oficio, sugiere la cinta, ningún conductor novato logra un reconocimiento a su desempeño laboral hasta no haber cumplido con el rito obligado de apuntarse un primer accidente fatal. Por un mínimo escrúpulo final, y para evitarle a Sima las contrariedades de la culpa y el remordimiento, el viejo conductor busca impedirle que siga sus mismos pasos en ese duro oficio para el que lo considera moralmente incapacitado. La terquedad del joven en su empeño por contrariar la voluntad de su protector, y la complicidad activa de Diesel, un colega de Ilija, y de su carismática esposa Sida, serán los ingredientes humorísticos que harán que el posible melodrama familiar y la tentación del sentimentalismo deriven finalmente en un jocoso relato de franco humor negro.

Al respecto cabe destacar la secuencia inicial en la que el conductor escandaliza a una pareja de sicólogos impresionables que buscan atender las secuelas traumáticas de su experiencia laboral. El tratamiento del tema de la muerte adquiere aquí los tintes de una comedia del absurdo, como también en ese diálogo entre un Illija que busca, para el exitoso debut laboral de su hijo, una primera víctima voluntaria, y el suicida a orillas de un puente que con reticencias negocia su participación en dicha faena. O la escena de tierna comicidad con el desfloramiento sexual del joven Sima a cargo de una joven maestra del juego erótico. También hay el contrapunto dramático del protagonista, asediado por la desaparición de su compañera sentimental, Danica, 25 años antes, y que en secuencias fantasiosas reaparece como el espejismo de un hombre maduro, tan acostumbrado ya a la presencia de la muerte, que en su proceso de duelo consigue el milagro de una resurrección virtual.

La manera en que el realizador serbio hace de la incorrección política, tanto en el lenguaje como en las acciones, el motor potente de una fina comedia de situaciones, contrasta con la burda comicidad que tantos éxitos cosecha hoy en la cartelera comercial. No es un azar que Fuera de mi camino apenas haya logrado sobrevivir la primera semana de su estreno, y que sea preciso ubicarla ahora en muy pocas salas y en ese último refugio del cine de autor en que se ha convertido la Cineteca Nacional. En materia de un entretenimiento inteligente y arriesgado, la opción es gratificadora.

Se exhibe en salas de Cinépolis y en la sala 1 de la Cineteca Nacional.