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Astillero

2018: el factor EU

Kelly: no a un izquierdista

Videgaray, el bien visto

Escamotear el caso Odebrecht

L

a puerta está abierta, como nunca, para la intervención de la élite gobernante de Estados Unidos en las elecciones presidenciales mexicanas. Siempre ha influido ese factor, el estadunidense, en las definiciones cruciales de los procesos políticos mexicanos, dando el visto bueno a determinados aspirantes e incluso boicoteando o vetando a otros. Pero ahora, con la descarada vocación injerencista y descalificatoria de Donald Trump, y su visión de México como parte de su irrenunciable esquema de seguridad nacional, la Casa Blanca y el Pentágono parecen poco dispuestos a permitir incomodidades en el solar vecino.

En el comportamiento profundamente errático de Enrique Peña Nieto ante la agresiva precampaña antimexicana de Donald Trump, y sus posteriores expresiones reiteradas ya como candidato republicano, destaca la torpe promoción de envíos a suelo gringo de caravanas extraoficiales de músicos y estrellas de la farándula, y personajes varios, para promover el activismo electoral de los paisanos en contra del multimillonario ofensor y en pro de la presunta esperanza de salvación, Hillary Clinton. En el Senado de la República hubo legisladores mexicanos que se enfundaron en camisetas con leyendas a favor de Clinton, entre ellos el chiapaneco Zoé Robledo, ahora en proceso de redención como neomoreno lopezobradorista.

En ese contexto de desguanzado intervencionismo mexicano en las elecciones estadunidenses del año pasado (al cual habría que agregar el vergonzoso lance de la recepción de Trump en Los Pinos, casi a título de estadista ya ganador de los comicios), no es de extrañar que el secretario de seguridad interior, el general John Kelly, haya expresado ante senadores de su país que no sería bueno para éste, ni para México, que llegara al poder un político de izquierda, con talante antiestadunidense, lo cual sucedería si los comicios mexicanos se estuvieran realizando mañana, según la informada estimación del enérgico militar que fue jefe del Comando Sur de las fuerzas armadas de la potencia mundial.

Es evidente que el candidato presuntamente izquierdista y antiestadunidense al que se refiere Kelly es Andrés Manuel López Obrador. En una primera lectura, es probable que la estigmatización anticipada que hace un alto funcionario de la administración de Trump aumente la intención de voto a favor del tabasqueño, más si se toma en cuenta que éste ha desplegado una serie de actividades en territorio estadunidense para oponerse a las políticas de Trump. Pero también debe considerarse la posibilidad de que el mensaje del general Kelly sea traducido como “López Obrador, un peligro para México… y para Estados Unidos”, y que se ponga en práctica una campaña de miedo que induzca a los votantes a replegarse en lo malo conocido (la continuidad priísta o la continuidad panista), en lugar de correr riesgos con lo supuestamente bueno por conocer (la alternancia hacia algo ligeramente izquierdista).

El lance declaratorio del gran jefe marine, Kelly, pone bajo la lupa el papel que la administración Trump, en especial su yerno ejecutivo, Jared Kushner (asesor oficial del presidente de Estados Unidos y virtual encargado especial de las relaciones con México, con Luis Videgaray como contraparte en concordia), habrán de tener en la definición del candidato presidencial priísta y en el esfuerzo de la administración Peña-Videgaray, para mantenerse en el poder al costo que fuera necesario.

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DE SOUSA, DOCTOR HONORIS CAUSA. En un mundo de horror banalizado, violento, de guerras informales, desigualdades, catástrofes ecológicas, despojo, muerte, impunidad, sufrimiento injusto y silenciado, es necesario construir una sociedad viva, sostuvo Boaventura de Sousa Santos, doctor en sociología del derecho por la Universidad de Yale y catedrático de la Universidad de Coímbra, Portugal, quien ayer recibió el doctorado honoris causa de la Universidad Iberoamericana de manos del rector David Fernández Dávalos en el auditorio José Sánchez Villa, en el campus Santa FeFoto Francisco Olvera

En el rediseño general de las relaciones entre México y Estados Unidos, a partir de la llegada de Trump a la Casa Blanca, el mexicano clave es el mencionado Videgaray, formalmente secretario de Relaciones Exteriores, pero, en la práctica, una especie de vicepresidente coordinador del gabinete, para colocarlo en la frecuencia necesaria para los tratados secretos con Washington (ayer tuvo reunión con el mencionado Kelly y con Rex Tillerson, secretario de Estado). Siempre dominante en el oído y la capacidad de decisión de Peña Nieto, ahora Videgaray pareciera haberlo desplazado en el tratamiento de las relaciones con Trump, moviendo la imperita figura del actual ocupante de Los Pinos hacia donde los vientos negociados en Estados Unidos lo requieren.

Depositario en mano de las llaves, los secretos y los mapas de los replanteamientos del futuro entre Estados Unidos y México, Videgaray podría suministrar esas cartas de navegación política a quien fuera el candidato presidencial priísta, o utilizarlas él mismo, como aspirante, a pesar de todo o, más bien, justamente a causa de ese todo. Un candidato presidencial que hiciera campaña adjudicándose los términos favorables de renegociaciones (en el Tratado de Libre Comercio, por ejemplo, donde el borrador de Trump pretende cambios modestos, según revelaciones periodísticas recientes) y que contara con el beneplácito de la Casa Blanca, podría obtener el beneficio de la duda electoral, sobre todo en un escenario de fin de fiesta sexenal entre desastre. Videgaray, el mero jefe de la nave peñista en naufragio, o José Antonio Meade, la alternativa bien vista por los capitales, Washington y la derecha mexicana, podrían promoverse como la solución económica del momento.

El Partido Acción Nacional no tiene ningún problema para acomodarse a las necesidades de la administración Trump. Los dichos de Kelly embonan a la perfección con las necesidades tácticas del felipe-margarismo de promover una imagen de López Obrador como generador de caos y de postular la estampa conyugal panista como una alternativa que dé continuidad al acoplamiento de intereses y estrategias con el gobierno estadunidense en turno, como sucedió en la gestión 2006-2012, con Calderón Hinojosa como ocupante de Los Pinos.

Y, mientras en México se hacen malabarismos para evitar que se conozcan a fondo los expedientes delictivos del caso Odebrecht, que en otros países han llevado a procesos penales a funcionarios de diversos niveles, mientras en México la lucha contra la corrupción es solamente adorno declarativo, ¡hasta mañana!

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