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La finalidad es integrar a niños, adolescentes y adultos a Turquía, su país de acogida

Refugiados sirios son vinculados con el arte para sustraerlos de la guerra

Muchos todavía no van a la escuela porque no hablan el idioma local, explica activista

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Refugiados sirios, mediante un innovador programa con el arte como herramienta, reciben clases en Mardin, Turquía. A pesar de la guerra, entre risas, emoción, gozo y concentración en los rostros asisten a una sesión en la azotea de una casa antiguaFoto Afp
 
Periódico La Jornada
Martes 11 de abril de 2017, p. 6

Mardin.

Unos están subidos a unos zancos, otros hacen girar platos chinos o ejecutan una danza aérea: en la ciudad turca de Mardin, niños, adolescentes y jóvenes que huyeron de la guerra en Siria aprenden las bases del circo para entretenerse e integrarse.

En una casa antigua de esta ciudad del sureste de Turquía, con una vista fantástica sobre la vecina Siria, la asociación turca Her Yerde Sanat (El Arte en Todas Partes) los instruye en el arte circense. Entre los 120 inscritos hay 80 sirios y 40 turcos, incluidos numerosos kurdos originarios de la región.

En la planta baja, en una primera sala, unos 15 niños alternan entre los malabarismos, el trapecio y la danza aérea, disciplina en la que el artista ejecuta figuras enrollando brazos y piernas alrededor de una tela suspendida del techo.

En la segunda sala una decena de niños practican, muy concentrados, las percusiones, mientras en la primera planta otros alumnos asisten a clases de turco. La asociación trata de formar a los refugiados sirios para que se puedan integrar las escuelas públicas de su país de acogida.

Los alumnos que todavía no pueden ir a la escuela, en la mayoría de los casos porque no hablan turco, acuden cada día a aprender arte circense. Los demás sólo participan en las actividades el fin de semana.

Prohibido preguntar

Los adultos nunca les preguntan a los refugiados sirios de dónde vienen. Sólo están aquí para iniciarse en el arte del circo que utilizamos como herramienta para romper las barreras del idioma, explica Pinar Demiral, cofundadora de una asociación que trabaja así desde 2014.

La mayoría de los profesores son voluntarios del ámbito circense que vinieron del extranjero por tres meses, duración máxima para una estancia de turista en Turquía. En cada taller tratan de hacerse entender pasando de un idioma a otro con ayuda de los alumnos.

El conflicto sirio ha causado más de 310 mil muertos y 11 millones de desplazados y refugiados desde que comenzó en 2011. Turquía acoge 2.9 millones de sirios, de los que sólo 10 por ciento viven en los campos de refugiados. Los demás deben integrarse en las poblaciones locales en el país.

La asociación Her Yerde Sanat intenta ayudar a su manera, a través del circo. Acoge a los niños en sus instalaciones desde la mañana hasta la noche. A la hora del almuerzo el director, Mohamed Kheir Kasim, vestido con traje impecable, se acerca a una gran olla para servir la comida a los alumnos. Él también es sirio, llegó de Damasco hace cuatro años y descubrió la asociación gracias a su hijo. Su experiencia como director de escuela en Siria le hizo conseguir un puesto de coordinador de las actividades en Her Yerde Sanat.

La asociación obtiene parte de su financiamiento de la ONG International Medical Corps (IMC, por sus siglas en inglés), en colaboración con el gobierno suizo, que ayuda a ONG locales en Turquía.

Apunté a mi hijo aquí para que no estuviera vagando por las calles, explica Kassim. Lo hacemos todo juntos, nos enfadamos, nos reconciliamos, reñimos pero, al final del día, tenemos el mismo corazón y el mismo objetivo: permitir que los niños rían y jueguen.

Confianza

Para afrontar la falta de medios y de voluntarios, los adolescentes están formados para encargarse de los más pequeños, papel que es tomado muy en serio. Se enseñan cosas los unos a los otros, se ayudan, explica Demiral, para quien el objetivo es dar a los niños un espacio donde adquieran habilidadess para encontrar su propio equilibrio.

Para Eyad Haj Mahmud, de 15 años, originario de Alepo, Siria, se ha cumplido ese objetivo. He aprendido cosas que me permitieron convertirme en mejor persona, asegura. Pero no siempre es sencillo trabajar con niños que llegan a veces con traumatismos y experiencias muy distintas de las de sus compañeros turcos.

Al principio sentimos tensiones entre los grupos, expresa Demiral, pero de tanto jugar juntos en las mismas salas y al ser tratados de la misma forma la situación se apacigua.

A veces hay peleas entre sirios y turcos, concede Demiral, pero los adultos siempre intentan evitar cualquier forma de violencia, norma primordial para los niños traumatizados. “Desde el primer día, les decimos que la única regla aquí es: ‘prohibido pelearse”’.