Opinión
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La Muestra

La luz incidente

Foto
Fotograma de la película de Ariel Rotter
E

l duelo obstinado. Luego del fallecimiento de su marido y de su propio hermano en un accidente automovilístico, Luisa (Eliane Katz), una mujer de clase media alta en la Argentina de los años 60, madre de dos pequeñas hijas, y muy respetuosa de las convenciones sociales de su medio, se impone imperturbable una larga disciplina de duelo, negándose a toda posibilidad de rehacer su vida sentimental a lado de cualquier otro hombre.

Queda claro que las continuas presiones de su madre y de su suegra, en ese sentido, nada tienen que ver con la realización plena de Luisa en tanto mujer capaz de elegir una vida amorosa nueva, sino con el acatamiento de un imperativo social que proyecta para las dos hijas la presencia de una segunda figura patriarcal capaz de restablecer un orden familiar provisionalmente roto.

En la buena sociedad bonaerense de los años 60, la obstinación de Luisa por mantener vivo su duelo y su renuencia a todo contrato matrimonial nuevo, se vuelve una afrenta para la seguridad y el bienestar de las hijas (para su futura inserción social exitosa), y lo que menos importa entonces es la voluntad independiente de la viuda de decidir su propio destino. Por ello, es capital para la madre de Luisa que no sólo su hija acepte romper con su condición de viuda, sino que el hombre que providencialmente llegue a su vida cumpla de modo igual, o aventajado, la función social del marido precedente.

Esta dinámica de reacomodos conyugales en la sociedad burguesa del siglo pasado, la describe con sobriedad y perspicacia el director bonaerense Ariel Rotter en su tercer largometraje, La luz incidente. Filmada impecablemente en blanco y negro (fotografía de Guillermo Nieto), la película, con un guion del cineasta, describe la irrupción en la apacible vida de Luisa, de Ernesto (Marcelo Sabiotto, notable), un robusto hombre cincuentón de carácter solícito y afable, instalado morosamente en la soltería, que busca por todos los medios conquistar el afecto de la viuda y quebrantar la obstinación de su duelo, conjurando de paso el fantasma del primer ser amado y buscando suplantarlo con esa realidad suya que es tan apabullante como su propio cortejo insistente y las evidentes manipulaciones de su generosidad afectiva.

El retrato de una Luisa asediada por todas partes, afectiva y socialmente, es muy vigoroso. Lo que plantea en filigrana la cinta es ese cerco de presiones sociales que refuerzan la supeditación de una mujer a las exigencias de su medio burgués y a sus pretendidas obligaciones de género. La eventual rebeldía de la viuda apenas consigue sobreponerse al extremo determinismo biológico.

Ariel Rotter es un cronista particularmente sensible de ese largo desasosiego femenino. Después de su notable cinta El otro (2007), La luz incidente es una de sus realizaciones más redondas y maduras.

Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional, a las 12:30 y 17:30 horas.

Twitter: @Carlos.Bonfil