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Abusos de cascos azules
Niños y mujeres, víctimas en Haití

Implicados, 134 soldados de Sri Lanka

Cada país enjuicia a sus militares; la ONU, impedida para actuar

Sacian sus instintos aprovechando la miseria de la gente

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En imagen de agosto de 2016, Marie-Ange Haitis con su hija Samantha, en su vivienda ubicada en LeoganeFoto Ap
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Martine Gestime. otra de las víctimas de abuso sexual por cascos azules, al ser entrevistada en Puerto PríncipeFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Jueves 13 de abril de 2017, p. 2

Puerto Príncipe.

Entre las ruinas de un paraíso tropical donde alguna vez personalidades del jet set disfrutaron copas de ron bajo el sol caribeño, muchos niños y niñas abandonados buscaban sobrevivir.

Los menores mendigaban alimentos y buscaban comida entre desperdicios, pero nunca reunían lo suficiente para calmar su hambre hasta que un contingente de cascos azules de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se instaló a poca distancia.

Esos hombres venían de tierras lejanas, hablaban una lengua extraña y ofrecían a los niños haitianos galletas y otras golosinas.

En ocasiones les daban algunos dólares, pero el precio era alto: los casos azules de Sri Lanka querían tener sexo con niñas y niños de apenas 12 años de edad.

Ni siquiera tenía senos aún, dijo una menor, conocida como V01 (víctima número uno). Ella declaró ante investigadores de la ONU que en los siguientes tres años, de los 12 a los 15, tuvo sexo con casi 50 cascos azules, entre ellos un comandante que le dio 75 centavos.

Afirmó que a veces dormía en camiones de la ONU, en la base próxima a lo que fue un centro turístico, ahora en total deterioro.

La justicia para las víctimas como V01, sin embargo, es inusual.

En una investigación sobre las misiones de la ONU en los 12 años recientes, The Associated Press (Ap) encontró casi 2 mil denuncias contra cascos azules y otro personal del organismo por abuso y explotación sexual, en lo que parece el indicio de una crisis más grave de lo que se conocía.

En más de 300 denuncias las víctimas eran menores, pero sólo una fracción de los perpetradores fue a prisión, encontró la Ap.

Jurídicamente, la ONU está limitada para actuar. No tiene jurisdicción sobre los cascos azules y la sanción de los responsables corresponde a los países que aportan los efectivos militares.

Ap entrevistó a presuntas víctimas e investigadores, así como a funcionarios y ex funcionarios de la ONU, y solicitó a gobiernos de 23 países información sobre el número de cascos azules que enfrentan denuncias de ese tipo y las acciones emprendidas, si es que las hubo, para investigarlas.

Salvo raras excepciones, pocos países atendieron las solicitudes de información, y en el caso de quienes fueron encontrados culpables sus nombres permanecen bajo reserva, lo cual hace imposible determinar si hubo rendición de cuentas.

Una solución se vuelve inalcanzable por falta de acuerdo entre los estados miembros de la ONU para concretar una reforma amplia.

En Haití, al menos 134 cascos azules de Sri Lanka estuvieron involucrados en una red que utilizó sexualmente a nueve menores de 2004 a 2007, de acuerdo con un informe interno de la ONU obtenido por la Ap.

Después de la difusión del documento, 114 cascos azules fueron enviados a sus países de origen y ninguno terminó en la cárcel.

No se tolerarán ilícitos: ONU

En marzo pasado, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, anunció nuevas medidas para enfrentar el abuso y la explotación sexual de cascos azules y demás personal de la ONU.

No toleraremos que nadie cometa o consienta la explotación ni el abuso sexual. No permitiremos que nadie tape estos delitos con la bandera de la ONU, expresó Guterres.

Sin embargo, esa proclama sonó penosamente familiar: hace más de una década Naciones Unidas encargó un informe que prometía prácticamente lo mismo, pero la mayoría de las reformas jamás se concretó. Dos años después de aquellos compromisos, los soldados continuaron abusando de menores en Haití. Y en años posteriores pesan sobre cascos azules acusaciones similares en todo el mundo.

En uno de los peores casos en Haití, un adolescente dijo que cascos azules uruguayos lo violaron tumultuariamente en 2011 y grabaron la agresión sexual con un celular.

Decenas de mujeres haitianas también afirman que las violaron, y muchas más aseguran que recurrieron al llamado sexo de sobrevivencia, en un país donde la mayoría de los habitantes vive con menos de 2.50 dólares por día, según determinó la Ap.

El abogado haitiano Mario Joseph intenta conseguir una indemnización para las víctimas de una cepa mortal de cólera vinculada a la llegada de cascos azules nepaleses. Según algunos cálculos, 10 mil personas murieron debido a esa enfermedad.

Hoy, Joseph intenta conseguir manutención infantil para más de 10 haitianas a las que cascos azules dejaron embarazadas.

Imagine que Naciones Unidas va a Estados Unidos, viola a menores y lleva cólera, declaró Joseph en Puerto Príncipe. Los derechos humanos no son sólo para la gente blanca y rica.

El senador federal estadunidense Bob Corker coincide con el abogado. El republicano de Tennessee, que preside la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, exige reformas en la ONU.

Corker bien podría impulsarlas durante la presidencia de Donald Trump, cuyo gobierno ha propuesto una reducción de 31 por ciento al presupuesto relacionado con la diplomacia y la asistencia exterior.

Corker y la embajadora de Estados Unidos en la ONU, Nikki Haley, quieren una revisión de todas las misiones del organismo mundial.

El senador recordó su disgusto durante una audiencia sobre los casos de abuso sexual de personal de la ONU en la República Centroafricana que salieron a la luz el año pasado.

Si yo escuchara que una misión de paz de la ONU va a llegar cerca de mi casa en Chattanooga, tomaría el primer avión para regresarme y proteger a mi familia, dijo el legislador a la Ap.

El centro turístico Habitation Leclerc era muy famoso en Puerto Príncipe, un exuberante lugar en medio de las tétricas callejuelas de la capital. En su época de gloria, en la década de 1980, celebridades como Mick Jagger y Jackie Onassis solían descansar cerca de la piscina o recorrer las instalaciones, que incluían un templo vudú.

Para 2004, el complejo estaba convertido en un conjunto de inmuebles deteriorados y varios niños, huérfanos o abandonados por sus padres, vivían en las ruinas.

Fue ahí donde V01 conoció a otras víctimas, dos adolescentes señaladas en el informe de la ONU como V02 y V03, y un chico, V08. El muchacho las ayudaba y les traía de manera ocasional comida de casa de una tía, pero casi siempre tenían hambre.

Los cascos azules llegaron ese año como parte de una misión para contribuir a la estabilización de Haití tras la destitución del presidente Jean-Bertrand Aristide.

Los ceilaneses, unos 900 efectivos, llegaron a un país históricamente inestable, afectado por la violencia y los secuestros, durante un gobierno deficiente y mal preparado para confrontar el caos.

Algunos cascos azules del contingente de Sri Lanka se instalaron cerca del otrora centro turístico.

En agosto de 2007, la ONU recibió quejas de interacciones sospechosas entre soldados ceilaneses y menores haitianos de ambos sexos. Los investigadores de la ONU entrevistaron entonces a nueve víctimas, así como a testigos, pero la red sexual continuó activa.

V02, quien tenía 16 años cuando la entrevistó un grupo de la ONU, dijo a ese equipo que tuvo sexo con un comandante ceilandés al menos en tres ocasiones. Lo describió como un tipo pasado de peso que usaba bigote y llevaba un anillo de oro en el dedo medio.

Afirmó que ese comandante a menudo le mostraba una fotografía de su esposa. Los cascos azules también le enseñaron algo de su idioma para que pudiera entender las insinuaciones sexuales. Los menores incluso conversaban en ceilanés entre ellos cuando los entrevistaron los investigadores de la ONU.

V03 identificó a 11 efectivos de Sri Lanka mediante fotografías, uno de los cuales, afirmó la víctima, era un cabo que tenía una cicatriz de bala distintiva entre la axila y la cintura.

V04, entonces de 14 años, sostuvo que tenía sexo a diario con los soldados a cambio de dinero, galletas o jugo.

Otra víctima joven, V07, recibió una llamada telefónica de un casco azul de Sri Lanka cuando la entrevistaban los investigadores. Explicó que los soldados pasaban a los miembros del nuevo contingente el teléfono de ella para que la llamaran y tuvieran sexo.

El chico, V08, dijo que tuvo sexo con más de 20 ceilaneses. La mayoría se quitaba su identificación antes de llevárselo a unos camiones militares de la ONU, donde él les hacía sexo oral o era sodomizado.

Otro chico, V09, tenía 15 años cuando comenzaron sus encuentros con cascos azules. Dijo que durante tres años tuvo sexo con más de cien ceilaneses, y a veces eran de cuatro por día, según los investigadores.

Demasiados casos, dice las ONU

De acuerdo con la ley haitiana, tener sexo con un menor de 18 años es considerado estupro. El código de conducta de la ONU prohíbe la explotación.

Los actos sexuales descritos por nueve víctimas son demasiados para ser presentados exhaustivamente en este informe, en virtud de que cada una afirma haber tenido múltiples acompañantes sexuales en diversos lugares donde los contingentes de Sri Lanka estuvieron instalados durante años en diversas partes de Haití, se dijo en el informe.

Los investigadores mostraron a las víctimas más de mil fotografías que incluían retratos de efectivos de Sri Lanka y los lugares donde los menores tuvieron sexo con los soldados.

La evidencia muestra que de finales de 2004 a mediados de octubre de 2007, al menos 134 miembros de los contingentes ceilaneses, actuales y anteriores, explotaron y abusaron de al menos nueve menores haitianos, según el informe.

Después de la presentación del informe, 114 cascos azules de Sri Lanka fueron regresados a su país, y hasta ahí llegó la red sexual. Sin embargo, prosiguió la depredación sexual de haitianos.

Janila Jean dijo que tenía 16 años y era virgen cuando un casco azul brasileño la llevó a una instalación de la ONU hace tres años con el anzuelo de darle mantequilla de maní con pan. El militar la violó a punta de pistola y la embarazó.

Ahora, ella llora constantemente. A veces me imagino estrangulando a mi hija, dijo Jean en entrevista bajo la sombra de un árbol cerca de la ex base Jacmel.

Con ella estaban otras tres mujeres que también dijeron haber sido violadas por cascos azules. Una estaba sentada en cuclillas mientras retiraba la pulpa a un coco y la echaba a un caldero con agua y maíz, uno de los principales alimentos para las mujeres y sus pequeños.

El almirante Ademir Sobrinho, de las fuerzas armadas de Brasil, dijo en conferencia de prensa en Londres que entre sus efectivos jamás hubo casos de violación, abuso o explotación sexual.

Al igual que otras víctimas, Jean no denunció la violación. Unas 12 mujeres entrevistadas por Ap dijeron que tenían mucho miedo de denunciar los delitos por temor a que las responsabilizaran de lo ocurrido o peor, ver de nuevo las caras de sus victimarios.

Ap encontró que unas 150 denuncias de abuso y explotación sexual por cascos azules y demás personal de la ONU fueron presentadas en Haití de 2004 a 2014, de un total de casi 2 mil a escala mundial. Aparte de la red sexual de los efectivos de Sri Lanka, algunos perpetradores fueron encarcelados por otros casos.

Los militares implicados en las denuncias procedían de Bangladesh, Brasil, Jordania, Nigeria, Pakistán, Uruguay y Sri Lanka, según información de la ONU y las entrevistas. Más países podrían estar implicados, pero Naciones Unidas comenzó a revelar las nacionalidades de los presuntos perpetradores después de 2015.

Broma fuera de control

En julio de 2011, cuatro cascos azules uruguayos y su comandante presuntamente violaron en forma tumultuaria a un adolescente haitiano. Los efectivos grabaron la agresión con celulares y difundieron las imágenes por Internet. Nunca fueron enjuiciados en Haití.

Cuatro de los cinco fueron condenados en Uruguay por violencia privada, un cargo menor. Las autoridades dijeron que se trató de una broma que se salió de control y que nunca hubo violación.

El año siguiente, tres paquistaníes integrados en las unidades de policía de la ONU en Haití fueron acusados de violar a un discapacitado mental de 13 años en la ciudad de Gonaives.

Investigadores de la ONU viajaron a Haití para hacer las pesquisas, pero los paquistaníes secuestraron al chico para impedir que declarara sobre los abusos, que continuaron durante más de un año, según uno de los investigadores del caso que solicitó el anonimato por temor a represalias del organismo mundial.

Los hombres fueron enjuiciados en Haití por un tribunal militar paquistaní y fueron regresados a su país. En teoría, el juez podría haber permitido el acceso a testigos, pero se desconoce si se llamó a alguno. Las autoridades paquistaníes también se rehusaron a permitir a la ONU observar los procesos. Al final, un elemento fue enviado un año a prisión, según Ariane Quentier, portavoz de la misión para Haití.

Las fuerzas militares de Pakistán han rechazado hacer declaraciones sobre el caso.

La información revisada por Ap correspondiente a un periodo de 12 años está incompleta y varía en su nivel de detalle, en particular en los casos previos a 2010. Centenares de casos más fueron cerrados con poca o ninguna explicación. Ap analizó la información de los informes anuales así como la proveniente de la Oficina de Servicios de Supervisión Interna.

Después de la investigación sobre la red sexual infantil, un equipo ceilanés pasó dos semanas en Haití en octubre de 2007. Entrevistó a 25 militares de más de 900 y concluyó que sólo dos cabos y un soldado raso tuvieron sexo con dos víctimas jóvenes.

Tres soldados negaron haber tenido encuentros sexuales pero los invetigadores sospechan que mintieron.

Durante seis meses, el ejército y el gobierno de Sri Lanka declinaron responder a las preguntas de Ap sobre el caso de 2007.

El mes pasado, el gobierno de Sri Lanka reconoció que sus fuerzas militares habían investigado a 18 soldados implicados y que el secretariado de la ONU reconoció por escrito que el gobierno había adoptado medidas y consideró el asunto cerrado desde el 29 de septiembre de 2014.

Algunos cascos azules implicados en la red continuaban el año pasado en las fuerzas militares de Sri Lanka, dijeron funcionarios castrenses del país.

La ONU, por su parte, mantuvo el envío de cascos azules ceilaneses a Haití y otros países a pesar de haber corroborado los abusos sexuales infantiles.

El secretario de Defensa de Sri Lanka, Karunasena Hettiarachchi, en apoyo de sus efectivos, afirmó que “la gente está muy contenta y cómoda con los cascos azules”.

Un embarazo por 45 mil dólares

Marie-Ange Haitis dijo que conoció a un comandante ceilanés en diciembre de 2006 y él pronto comenzó a hacerle visitas nocturnas en su casa en Leogane.

Para enero ya habíamos tenido sexo, afirmó la mujer. No fue violación, pero tampoco una situación consensual. Sentí como si yo no tuviera otra opción, agregó.

Haitis dijo que cuando se dio cuenta de que estaba embarazada, el traductor haitiano asignado a los ceilaneses le indicó que abortara. Después, funcionarios de la ONU la acusaron de mentir.

Cuando la entrevistaron en agosto, Haitis dijo que tenía casi una década esperando a que la ONU considerara un reclamo de paternidad para la manutención de la niña.

Finalmente, a principios de este año, autoridades de Sri Lanka y de Naciones Unidas dijeron a la Ap que se hizo un pago único de 45 mil 243 dólares para la hija de Haitis. La ONU explicó que Sri Lanka aceptó el reclamo de paternidad sin ninguna prueba de ADN y el comandante fue dado de baja.

Funcionarios de la ONU dijeron que no pudieron encontrar a ningún miembro de la misión en Haití que hubiera respondido por las víctimas en el caso de la red sexual infantil y dijeron desconocer la suerte de los menores.

Una organización italiana no gubernamental, AVSI, señaló que ayudó a los menores buscándoles casa, además de que les brindó asesoría y los ayudó a reintegrarse en escuelas, pero les perdió la pista después del devastador sismo de 2010 que sacudió al país.

Atul Khare, jefe de apoyo de campo de la ONU que supervisa la conducta y disciplina de los efectivos de las fuerzas de paz, reconoció la magnitud del problema y señaló que el organismo debe hacer más para ayudar a las víctimas, como reunir información precisa y dar seguimiento con los países que aportan efectivos.

Una revisión que Ap hizo de los informes sobre la conducta de las misiones de campo de la ONU mostró irregularidades en la conservación de expedientes. Un documento de 2008, por ejemplo, indica que fueron presentadas 19 denuncias en Haití, pero la ONU registró sólo dos a escala mundial que implicaban a menores, lo que pareció contradecir el propio informe de la investigación del organismo mundial de finales de 2007, en el que detalló la red sexual infantil con al menos nueve víctimas menores de edad.Daños y perjuicios

Algunos haitianos se preguntan si la ONU ha hecho más daño que bien a un país que ha resistido diversas tragedias desde que se convirtió en la primera república negra en 1804.

El personal de la ONU afirma que durante años ha contribuido a la estabilidad de la nación caribeña, salvado vidas después del terremoto de 2010 e impedido hechos de violencia durante periodos de agitación.

La misión, que tiene en la actualidad 5 mil personas y cuyo número se espera sea disminuido en octubre, también ha adiestrado a contingentes policiales, proveído seguridad durante elecciones y apoyado al sistema judicial.

No me atrevería a decir que hemos logrado todo lo que nos propusimos, pero estamos comprometidos en un proceso de mejora continua tal que cualquier perjuicio a las poblaciones podría ser minimizado, si no es que completamente erradicado, afirmó Khare.

Muchas personas en Haití no están convencidas del todo.

Me gustaría ver a mi agresor cara a cara y decirle cómo destruyó mi vida, dijo Melida Joseph, de 21 años. La joven afirmó que fue violada por un casco azul y apenas logró escapar a una violación tumultuaria en Cite-Soleil, un barrio pobre a la orilla del mar. Al igual que otras víctimas, ella jamás denunció el delito.