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México SA

Otra década perdida

México sin crecimiento

Igual que en 1981-1990

L

a versión idílica machaconamente difundida por el inquilino de Los Pinos asegura que la mexicana es una economía vigorosa y moderna, en constante avance y con uno de los mayores niveles de crecimiento en América Latina, si bien no lo hace a las tasas que quisiera, porque un fenómeno de desaceleración se presenta hoy en todo el mundo, y hay un contexto incierto, difícil, complejo.

Con todo, repite el susodicho, con esa economía sólida, moderna y reformada de pies a cabeza, México va por el rumbo correcto y los mexicanos directamente al paraíso, oferta que, por lo demás, seis gobiernos al hilo, en tres décadas y media, les han repetido e incumplido a los habitantes de esta República de discursos.

Pero bueno, eso forma parte de la ya muy desgastada novela rosa que el gobierno en turno, como los antecesores, intenta vender. El problema surge cuando los resultados obtenidos por ese México moderno se contrastan con el cuento de hadas, que suelen ser diametralmente opuestos a los presumidos en la perorata oficial.

Lo anterior, porque a estas alturas el promedio de crecimiento económico dista mucho de ser vigoroso y en constante avance, pues a lo largo de los últimos diez años (que involucran al sexenio calderonista y a los cuatro años del peñanietista) el resultado es igual al registrado en uno de los periodos de la historia reciente del país.

De acuerdo con las cifras oficiales, la tasa anual promedio de crecimiento económico mexicano entre 2007 (con Calderón) y 2016 (con Peña Nieto) resulta de la misma proporción que la registrada en la denominada década perdida (los dos últimos años de López Portillo, el sexenio de Miguel de la Madrid y el primer bienio de Carlos Salinas de Gortari), un demoledor calificativo acuñado por la Organización de las Naciones Unidas y utilizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) no sólo para advertir sobre la delicada situación que en ese entonces se vivió, sino como marco de referencia para futuros comparativos.

Pero bueno, resulta que esta economía moderna, sólida, vigorosa, reformada hasta la coronilla y en constante crecimiento (calificativos reiteradamente utilizados por el gobierno, de Miguel de la Madrid en adelante) acumula 35 años sin salir del hoyo. De hecho, pareciera que con cada reforma se hunde un poco más, porque al final de cuentas las transformaciones no son en beneficio del país, sino única y exclusivamente de su clase gobernante.

En la década perdida (1981-1990) el promedio anual de crecimiento económico en el país fue de 1.93 por ciento, aun considerando que en el primero de los años citados tal indicador reportó un alza de 8.53 por ciento (cota, dicho sea de paso, no registrada desde entonces) y de 5.18 por ciento al cierre del citado periodo.

Pues bien, ya modernizada, reformada, transformada y “en constante…” (etcétera, etcétera) la tasa anual promedio de crecimiento económico en la década más reciente (2007-2016) resultó exactamente igual a la del crítico periodo de los años 80, es decir, 1.93 por ciento.

En su primer informe de gobierno (septiembre de 1983) Miguel de la Madrid aseguraba que la decisión de dar un giro de 180 grados en materia económica y política tenía como objetivo orientar la vida nacional hacia un desarrollo equilibrado y justo, toda vez que el país se encontraba en una profunda crisis y se habían deteriorado las bases para lograr mejoras en el bienestar de las mayorías e, incluso, para mantener los niveles ya logrados. Ese fue el banderazo de salida para reformar y modernizar todo, para, oficialmente, alcanzar el fin descrito.

Y más de 30 años después el gran logro de seis gobiernos neoliberales fue que la sólida economía mexicana crece al mismo ritmo y fomenta las mismas desigualdades y carencias sociales que –también versión oficial– llevaron al gobierno a dar ese giro de 180 grados.

La Cepal comenta que agosto de 1982 marca convencionalmente el inicio de la década perdida para el desarrollo latinoamericano. En esa fecha, México declaró la moratoria de su deuda externa, dado que tanto las condiciones internas como las externas habían cambiado en forma drástica, elevándose la carga de intereses y amortizaciones a niveles que le hacían imposible continuar con el servicio del débito en los términos originalmente acordados. Pero este no era el único caso; ya en julio de 1981 Costa Rica había declarado la moratoria de su deuda externa.

Muy pronto, anota el organismo, la crisis abarcó a otros países en situación similar, que también suspendieron el pago de sus compromisos externos, lo que amenazó la solvencia de importantes bancos internacionales, en especial de Estados Unidos. Se marcó así el inicio de un prolongado proceso de ajustes, negociaciones y turbulencias que tuvo gravísimas y duraderas consecuencias para el desarrollo económico y humano de la región.

Lo anterior, puntualiza, “dio comienzo a un complejo periodo de desequilibrios y ajustes que, en la mayoría de los casos, llevó a los países a emprender reformas estructurales encaminadas a configurar economías más estables y más integradas al entorno internacional, de modo significativo y sostenido. Los cambios de orientación de la política económica, el compromiso de los gobiernos con los objetivos de las reformas y la estabilización progresiva de las economías coincidieron con modificaciones favorables del contexto internacional, lo que dio lugar a la reanudación de las corrientes de financiamiento externo hacia los países de la región.

La crisis de los años 80, dice la Cepal, reconoce sus raíces en los desequilibrios macroeconómicos internos, los choques externos, el desplome de los precios petroleros y la disponibilidad y costo del financiamiento externo. Treinta y cinco años después, ya con todo reformado –privatizado– y consolidado el giro de 180 grados, de nueva cuenta México registra una voluminosa cuan creciente deuda, el desplome de los precios petroleros, pobreza creciente y la notoria ausencia de desarrollo, si bien la llave del financiamiento externo ahora está abierta (para pagar intereses, acumular más débito e impedir otro agosto de 1982, aunque por tal motivo las finanzas públicas ya muestran signos de cianosis).

Las rebanadas del pastel

Entonces, ¿35 años y un giro de 180 grados de cambios todo para no cambiar nada?

Twitter: @cafevega