15 de abril de 2017     Número 115

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Entrevista a Carlos Gay:
Dilemas de la economía verde
en el cambio climático

Guillermo Bermúdez Periodista especializado en alimentación y  medio ambiente  [email protected]

La llamada economía verde es un concepto camaleónico. Se tiñe de variados colores según los tiempos y circunstancias. Aunque verde de origen, hoy esta tendencia económica “es como tener la mosca detrás de la oreja y darle vuelta a la solución fundamental del problema”.

Y eso es darle largas a las soluciones de fondo a los problemas ambientales: “Las Metas de Desarrollo Sustentable se deberían lograr a corto plazo, en dos generaciones; plantearlo en cuatro es hacernos patos”. Pocos dudan que “estamos exigiéndole a la naturaleza más de lo que puede dar, de que no debemos ni podemos seguir caminando así porque nos estamos acabando los recursos naturales. Tenemos que hacer algo diferente y cuidarlos. El problema es cómo hacerlo, cómo resolver los problemas”.

En medio de libros y documentos apilados sobre su escritorio del pequeño paraíso que es su oficina, el doctor Carlos Gay, coordinador del Programa de Investigación en Cambio Climático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), considera que la economía verde es un paliativo dentro del sistema económico tradicional para estimular una producción más limpia, quizá en la dirección que tendríamos que ir. Pero atacar las causas estructurales de todo eso “representa hacer cambios fundamentales en cómo organizamos el planeta”.

El también investigador del Instituto de Geofísica recuerda que ya desde la Convención Marco de Cambio Climático (1992) se propuso estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera creando un mecanismo de mercado para disminuir las emisiones, mediante instrumentos que permitieran comercializar y bursatilizar las emisiones de dióxido de carbono (CO2). “Éste es el origen de los bonos de carbono, que se inventaron para sustraer de la atmósfera una tonelada de carbono mediante un mercado para comerciar con eso y así abatir las emisiones”.

Como ex director del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM, coordinador de la delegación mexicana en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático y miembro del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, que recibió el Premio Nobel de la Paz 2007 junto con Al Gore, explica que como a algunos les ha resultado más fácil cumplir sus compromisos de reducción de emisiones que a otros, aquéllos pueden reducirlas más allá de lo que se comprometieron y ese excedente se lo venden a quien no pudo cumplir con su cuota de reducción.

Similares soluciones surgieron luego en materia del uso de recursos naturales y los procesos productivos, cuando algunos se plantearon: “Voy a reducir mi impacto sobre la naturaleza, a contaminar menos por mis descargas de agua o por las emisiones de mis chimeneas, a reducir el consumo de materias primas cambiando los procesos. Produzco cosas que denomino verdes. Eso me permitirá compensar lo que invierta e incluso pasarme de rosca; entonces me vuelvo verde”.

Para Gay es claro que en esto “la motivación es seguir ganando dinero en otro nicho de mercado donde se puedan hacer negocios. Además, uno puede hacerse verde y ser una especie de burbuja verde en un medio social muy deprimido, sin darle un beneficio real, y presumir con campañas de publicidad”.

Conservar la naturaleza implica un problema ético, pues deberíamos hacerlo sin más estímulo que el imperativo moral de hacer bien las cosas. “Pero históricamente –sostiene Gay– para la mayoría la motivación es seguir creciendo, hacer dinero, encontrar nuevos nichos de mercado”. Aun así, enfatiza, “no hay que demonizar estas tendencias porque a fin de cuentas repercuten positivamente en lo que pretenderíamos hacer”.

Admite, sin embargo, que son una contribución menor y no atacan en conjunto este multifacético y complejo problema. Si alguien produce plumas a partir de maíz, ejemplifica, no quiere decir que la producción de maíz se haga sustentablemente. Simplemente fabrica plumas verdes en vez de usar plástico. Vale la pena también generar un ciclo cero para sustituir combustibles fósiles “si produzco biocombustibles, los quemo en la industria o el transporte y capturo sus emisiones con mi plantación de maíz para producir ese biocombustible. Pero el maíz está conectado con el terreno, con la gente, la comida, la economía…”

Se debe analizar “qué hay detrás de estos negocios verdes, cómo repercuten en su entorno y en el planeta en su totalidad, no de modo aislado”.

La charla había comenzado cuando el doctor Gay se refirió a la encíclica papal dedicada a la defensa de la naturaleza, de la que el hombre ha abusado sin percatarse de que es parte de ella. En este contexto, dijo Gay, el mundo actual se maneja con las premisas de la economía normal: comprar, vender, ganar, consumir, crecer…Y los problemas que genera pretenden resolverse con esas mismas premisas. “El Papa dice que hay que salir de eso y ver la naturaleza como aquello que nos da lo que necesitamos para vivir, donde cada quien use lo que necesita para tener una vida plena”.

Le preguntamos qué otras opciones hay para resolverlos desde una perspectiva diferente, en términos de modelos económicos que no le apuesten sólo al consumo, producción y crecimiento.

Luego de mencionar que el Club de Roma propuso en 1972 un modelo para un planeta finito y que fijaba límites al crecimiento, “lo que se salía de las posiciones de los economistas clásicos y cuyo argumento siendo válido”, Gay agregó:

“Creo que la visión de los economistas no ha cambiado desde el siglo XVII hasta nuestros días. Cuando se inventaron el libre mercado, el crecimiento y la competencia, el planeta parecía muy grande. Las condiciones son muy diferentes ahora, pero seguimos abriendo nuevos mercados a la competencia, aunque ya sabemos que el planeta es finito”.

La economía verde alarga la vida del planeta, concede, pero “tendríamos que encontrar un sistema distinto en que se premien otras cosas de manera diferente”. Donde “no se puedan apropiar de la naturaleza unas cuantas compañías”, donde las grandes corporaciones no puedan patentar un gen… aunque “ya se han apropiado del petróleo y del agua en muchos sitos”.

Para Gay, “la humanidad tendría que concentrarse en tratar de satisfacer los derechos humanos básicos: salud, techo, comida y educación para todos los habitantes del mundo”. Están las Metas del Desarrollo Sustentable, 17 temas que “suenan muy bien, pero que tendrían que estar al centro de los planes de desarrollo del planeta, y no sólo en un discurso. Y esto supone un paradigma diferente del que tenemos ahora”.

Sintetiza: “El eje tendría que ser el bienestar de la humanidad y su supervivencia a muy largo plazo, vivir 150 millones de años, como los dinosaurios, y apenas llevamos 5 millones de años como especie. Y a la velocidad que vamos podríamos acabarnos el planeta mucho antes”. Si ésa fuera nuestra meta, tendríamos que “asegurarnos de que consumimos a una velocidad que aseguremos la supervivencia de las generaciones que vienen”.

La cuestión es que el cambio climático exacerba todos los problemas relacionados con la diversidad biológica y cultural. “Sin él podríamos ocuparnos de cómo estamos acabando el planeta, pero el cambio climático acelera todo: si vamos a agotar el suelo fértil, lo haremos antes con el cambio climático”, y lo mismo con el agua, la comida, la energía, la pobreza.... “No exageramos: el CO2 nos presiona para hacer las cosas más rápido”.

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