Opinión
Ver día anteriorLunes 17 de abril de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La bomba de Trump
N

o, por desgracia no se trata de la bomba del gracejo yucateco, sino de la más poderosa bomba no nuclear construida jamás, también llamada por los militares estadunidenses la madre de todas las bombas, que fue arrojada por Donald Trump, matando, según últimas cifras, a 94 miembros de un grupo del Estado Islámico que operaba en un sistema de túneles y cuevas en el este de Afganistán, en la provincia de Nangarhar. Tres subterráneos en los que estaban los combatientes en el momento del ataque quedaron destruidos; por lo demás, voceros del gobierno afgano afirmaron que la explosión no causó ninguna víctima entre los civiles y militares del país.

El primer punto de reflexión, después de las decenas de cohetes lanzados sobre territorio sirio desde un barco armado en el mediterráneo, es que a Donald Trump no le tiembla la mano para utilizar los aparatos militares más evolucionados con que cuenta en los frentes que tiene abiertos Estados Unidos, seguramente sin analizar demasiado (¿o nada?) las implicaciones y riesgos que lleva consigo cada una de esas decisiones. En el caso de Siria son evidentes ya las tensiones crecientes entre Rusia-Siria y Estados Unidos y, en el caso de Afganistán, aunque no haya aparecido hasta el momento la reacción de este país, sí de inmediato se hizo evidente una reacción en la zona por parte de Corea del Norte, que está amenazada por Trump y que representa hoy uno de los puntos rojos de mayor fricción en el mundo y corre el riesgo de convertirse incluso en una zona de enfrentamiento real y de escalamiento militar.

El hecho realmente nuevo es que Donald Trump está dispuesto a utilizar sus nuevos juguetes militares sin reticencia; ya que están en los arsenales de Estados Unidos y representan montos muy altos de inversión, es preciso hacer uso de los mismos y evitar que simplemente se hagan obsoletos por su no utilización y desuso. Este es, sin duda, uno de los aspectos que Trump consideró al proclamar que haría otra vez grande a Estados Unidos influyendo, como se ve, en el aspecto militar y tecnológico. Después de considerar algunos aspectos generales de esta situación arribamos a la conclusión de que Donald Trump, para evitar algunas opiniones superficiales que han sostenido el relativo rezago reciente de la tecnología en Estados Unidos, tomó estas decisiones para mostrar al mundo que su país sigue estando en la vanguardia mundial en muchos aspectos, desde luego también en el tecnológico.

Pero, como decíamos: ambas iniciativas, la de lanzar cohetes sobre Siria, y ahora el lanzamiento de la superbomba en Afganistán, ha causado reacciones varias y vivas en países con presencia en las zonas mencionadas, y significa un paso adicional hacia conflictos más graves. En el mundo se ha divulgado profusamente la reacción de Bashar al Assad (¿dictador-presidente?) negando toda acción en materia de armas químicas y, desde luego, de Rusia, declarando intolerables las acciones estadunidenses en ese país y, en el caso de la superbomba en Afganistán, la airada y amenazante reacción norcoreana y la reacción medida pero firme de China, en que pide enérgicamente a Estados Unidos abstenerse de cualquier otra acción militar en la región.

Entre estas declaraciones hostiles de los diferentes países involucrados, me parece que deben resaltarse al menos dos acciones relevantes de orden diplomático: desde luego, la visita a Moscú del secretario de Estado, Rex Tillerson, que no parece haber prosperado gran cosa, ya que ambas partes dijeron al final que se pasa por uno de los momentos más bajos en las relaciones ruso-estadunidenses desde hace décadas; la otra tendría que ver con la solicitud de Trump al presidente de China, de que influyera decisivamente ante Corea del Norte para frenar su carrera armamentista nuclear y la provocación que significaba el continuo lanzamiento de cohetes en las regiones marítimas cercanas. Aparentemente, no hubo un resultado positivo sobre esta petición, o no del calibre que pensaba Donald Trump, esperando que China fuera mucho más activa y decisiva en frenar las provocaciones internacionales de Corea del Norte.

De cualquier manera, lo más positivo de estas maniobras diplomáticas fue la declaración, no conjunta sino cada uno por su lado, que hicieron Rusia y China, de que las naciones involucradas en los conflictos debieran poner de lado sus amenazas y agresiones verbales y tomaran el camino del diálogo y las negociaciones, lo único con posibilidades productivas en la actual situación.

Un aspecto sin duda preocupante es que la Organización de las Naciones Unidas haya quedado prácticamente al margen de estos desarrollos, y que una potencia como Estados Unidos se adjudique el derecho de actuar al margen de las organizaciones internacionales y, de hecho, fuera del derecho internacional establecido. Tal cosa puede significar una nueva era en que el derecho internacional queda anulado y que estamos todos sujetos al capricho de las grandes potencias militares y económicas. Muchos dirán que siempre ha sido así esencialmente, lo cual es pertinente señalar, salvo que ahora parece institucionalizarse lo que antes se presentaba como una excepción repudiable.

Tenemos, pues, que la globalización capitalista y neoliberal, que es la que rige actualmente en el mundo, ha dado lugar también a desigualdades profundas, originando superpotencias y marginando a grandes países y regiones. La situación que vivimos al interior de gran número de naciones y continentes es profundamente angustiosa y, entre otros desastres, ha causado la ruptura frecuente del orden y la ley internacional. Por tal razón nos encontramos otra vez al filo de la navaja y en camino de que los conflictos que siguen siendo eminentemente regionales puedan convertirse en conflagraciones mundiales, con el agravante ahora de que la potencia militar y económica que representa Estados Unidos, bajo la dirección de un desequilibrado como Donald Trump, pueda ser uno de los principales detonadoreas de guerras en que estarían involucrados un gran número de países y de regiones.

Ya demostró Trump que es capaz de dar órdenes que van más allá del filo de la navaja, y que bajo su comando e influencia no es impensable una conflagración nuclear de dimensiones universales.