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De nuestras Jornadas

Duarte: ejemplo y advertencia

V

eracruz es la entidad invitada a la Feria Nacional de San Marcos. Usualmente el gobernador es recibido por las autoridades locales y se presenta en el presidium desde el que se oficializan las actividades de la feria. Miguel Ángel Yunes no acudió a la celebración y a todos les parecieron obvias las razones, a tal grado que su representante, el secretario de Turismo de Veracruz, Leopoldo Domínguez Armengual, ni siquiera tuvo que referirse el sábado pasado a lo que hoy todos sabemos y comentamos: la captura de Javier Duarte de Ochoa en Guatemala.

Durante la premiación del Encuentro Nacional de Arte Joven, actividad con la que se inició el programa cultural de la feria, el representante de Veracruz prefirió loar a Miguel Ángel Yunes por la captura de Duarte de Ochoa, y evitó mencionar siquiera el nombre del priísta preso. Aprovechando la oportunidad, el gobernador de Aguascalientes indicó que con la detención Veracruz comenzaba a tomar forma, a pesar de que era una actividad cultural. Martín Orozco Sandoval recibió el aplauso de la concurrencia, lo que reafirma lo que dijo después a los medios: con hechos como éste se gana un poco la confianza de los ciudadanos y la clase política se recupera del desprestigio de la generación de gobernadores más corrupta en la historia reciente del país. Incluso el Presidente ha definido la captura de Duarte de Ochoa como un mensaje firme contra la impunidad; sin embargo, para que la detención del ex gobernador de Veracruz sirva de ejemplo y advertencia faltan varios pasos, sobre todo el que borraría la sonrisa con que el priísta ha sorprendido a más de uno: el castigo de la ley. Es decir, no basta resarcir los millones de pesos saqueados a la entidad ni presumir la coordinación de la Procuraduría General de la República con la Interpol, o destacar las brillantes investigaciones que condujeron a su detención; lo que se requiere es acabar con la impunidad. Ese sería el ejemplo y la mejor advertencia para la clase política.

Cero impunidad y cumplimiento de la ley. Así los actuales gobernadores no necesitarían del ejemplo para cumplir con la función para la cual fueron elegidos, esa voluntad ciudadana que pone en entredicho el júbilo con que Martín Orozco celebra el ejemplo que sienta el caso de Javier Duarte, como si nuestro sistema político estuviera obligado a recompensar a sus gobernantes por el hecho de no ser delincuentes.

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Twitter: @jornadags