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Para destruir al PRI
S

i se le hubiera pedido a un doctor brujo que creara a un destructor del PRI nada le hubiera salido mejor que una reproducción de Javier Duarte. Es cierto que no es el único personaje de la fauna prosista que ha dado machetazos al partido que lo encumbró a él y a su meritoria mujer; no obstante, no parece haber muchos precedentes de las dimensiones de su deshonestidad y de la irresponsabilidad con la que dio rienda suelta a sus vicios y bajezas.

Es posible que Javier Duarte haya puesto el último clavo en el féretro del PRI, y que solamente le haya tocado terminar un trabajo en el que han participado muchos, incluso tan menores como el funcionario amigo del Presidente que se sirvió de los helicópteros rentados como si fueran bicicletas para viajar de su oficina a su casa, y de aviones privados para visitar en la casa de playa en Estados Unidos a los abuelitos de sus hijitos, y todo a costa del erario. Peor todavía, este pequeño funcionario no hizo nada más que esquilmar una empresa pública, él sí, seguro, sin merecimiento ninguno, a diferencia de la mujer Duarte que decía merecerse la abundancia. Tal vez lo más ofensivo del comportamiento de estas personas es la impudicia, la desvergüenza, la imbecilidad.

Me pregunto si Karime cree que se merece la abundancia, porque los demás creemos que lo que se merece es la cárcel y para siempre. Por lo pronto despertó mi curiosidad. Ahora quiero saber porqué piensa –o pensaba– que se merecía gastarse nuestros impuestos; qué puede hacerle creer que tenía derecho a ser multimillonaria de gratis. ¿Aguantar a ese marido? ¿Haberlo ayudado a adelgazar y luego a engordar? ¿Ser esposa del gobernador de Veracruz? Las imágenes de las notas de la mujer Duarte que reprodujo la prensa parecen más bien ejercicios de autoayuda.¿Quién puede escribir cien veces Sí, merezco la abundancia, sino alguien que más bien no cree que la merece? ¿Será que Duarte la obligaba a vivir en la abundancia y que ella en realidad quería vivir como la madre Teresa de Calcuta? ¿Acaso Karime no tenía la fuerza ni el carácter para darle la espalda a una abrumadora abundancia que hubiera preferido compartir con otros? Repetir 100 veces que merecía la abundancia me parece más bien una manera de convencerse a aceptar un destino fatal. Pero en el fondo las razones del desconsuelo de la mujer Duarte no importan, lo que interesa es que su flaqueza sea castigada. Eso sí que se lo merece.

La Procuraduría General de la República no es la única instancia que debe llamar a cuentas a los Duarte y al pequeño funcionario que se creyó rey y que ahora se esconde en algún lugar elegante de la costa este de Estados Unidos. Creo que el PRI también tiene que pedirles explicaciones por tan vergonzoso comportamiento que al partido le saldrá carísimo, no tanto como a nosotros, pero seguramente ya le costó al partido un buen porcentaje de votos. En este nuevo episodio en la accidentada historia de los últimos 30 años del PRI, como en muchos otros anteriores, la figura del destructor se ha impuesto a la figura del constructor que dominó la imaginación pública en relación con ese partido en la primera parte de su historia, hasta que hizo su aparición estelar Mario Ruiz Massieu. Según funcionarios del Banco de México, la histórica declaración que hizo a propósito de que los demonios anda[ba]n sueltos, le costó al país millones de dólares, y al PRI una buena proporción de su destartalada reputación.

Antes de los Ruiz Massieu, de los Montemayor, de los Moreira, de los Yarrington, de tanto gobernador que ha resultado un padrino a la don Corleone, el PRI estuvo en manos de constructores como Vicente Lombardo Toledano, Alfonso Corona del Rosal, Rafael Pascasio Gamboa, Porfirio Muñoz Ledo, Rodolfo González Guevara, Ignacio Pichardo Pagaza y muchos más funcionarios que construyeron la hegemonía del PRI. Ciertamente, no eran demócratas, pero trabajaban por algo mucho más digno que la satisfacción de vivir en la abundancia o viajar gratis en aviones de lujo.

La hegemonía del PRI no la levantaron gentes como éstas que ahora están en capilla, sino personajes que tenían ideas, lealtades, creencias. Seguramente también tenían ambiciones personales, intereses egoístas, pero las compensaban con inteligencia, creatividad, trabajo, seriedad de propósito, disciplina. El PRI fue un partido hegemónico por décadas y razones hubo para que lo fuera, porque cumplía funciones importantes para el país, porque estabilizó la vida política y fue un apoyo para el desarrollo de instituciones y para la modernización del país. Los destructores de ahora no sólo están liquidando el cadáver de lo que fue un gran partido, sino que es de tal magnitud su acción destructiva que también están acabando con la historia del PRI que no tenía por qué terminar así.