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Francia: una nueva hora cero
E

n México pienso que las elecciones de 2018 se definirán en un esquema que podría enunciarse en la siguientes fórmula: Tres y medio (3.5) más uno (+1). Tres partidos principales: Morena, PAN y PRI; y varios partidos pequeños de los cuales el más relevante es el PRD. El (+1) no es necesariamente un candidato independiente, sino un factor externo al sistema de partidos que termine perturbando el sentido probable de las elecciones.

Pero antes de revisar el contexto nacional para las elecciones mexicanas quisiera dedicar ésta y mis dos siguientes entregas a analizar las elecciones en Francia y Reino Unido y sus lecciones para nuestro país.

Francia. En este país hay un sistema semipresidencial con elecciones a dos vueltas tanto en los comicios presidenciales como en los legislativos. Las presidenciales se desarrollarán el 23 de abril y el 7 de mayo; en tanto que las legislativas serán en dos vueltas en junio. El sistema electoral de Francia es uninominal mayoritario y los ciudadanos eligen directamente al jefe del Estado y a los diputados. Ha sido hasta el momento un esquema que estabilizaba las opciones electorales entre dos grandes coaliciones políticas: una de centro derecha alrededor del antiguo partido gaullista, y otra de centro izquierda alrededor del Partido Socialista.

El cuadro básico de las elecciones de mañana. Las condiciones para participar en las elecciones presidenciales como candidato son relativamente mínimas: el apoyo de 500 representantes electos locales que se llaman patrocinios. A raíz de ello en la primera vuelta participarán 11 aspirantes presidenciales.

La ruptura del bipartidismo. Como ha ocurrido en otros países el esquema bipartidista también se ha roto en Francia. Desde las elecciones presidenciales anteriores era claro la consolidación –como en varios países europeos– de un potente movimiento racista antisistémico expresado en el Frente Nacional. A su vez el Partido Socialista terminó dando forma a una escisión que ya llevaba años entre un candidato independiente, centrista –liberal social para algunos, neoliberal para otros– Emmanuel Macron, brevemente ministro de Economía; y Benoît Hamon, el candidato oficial del PS, expresión de la corriente socialdemócrata. Por otra parte, también con varias escisiones internas, el candidato de la derecha gaullista terminó siendo François Fillon, antiguo primer ministro que comenzó jugando la carta del más honesto hasta que le encontraron varios actos corruptos con sus familiares –que con franqueza parecerían pecadillos veniales comparados con la danza de los gobernadores que tenemos en México. Más a la izquierda que Hamon se encuentra Jean-Luc Mélenchon, en algún momento ministro y militante de la izquierda del Partido Socialista, pero desde las elecciones pasadas un poderoso punto de atracción de varias corrientes de izquierda institucional –el Partido Comunista y su propio agrupamiento el Partido de Izquierda– y militantes sociales.

La primera vuelta. Lo que distingue a los dos extremos en el tablero actual –Le Pen y Mélenchon– es el racismo de la primera y una posición de apoyo a la diversidad del segundo. Hay paradójicamente cercanías en temas sociales, particularmente el papel del Estado benefactor y en el rechazo –por razones muy diferentes– a la Unión Europea y a la globalización. Sin embargo, lo más atractivo de Mélenchon es su agenda ambiental y su propuesta de reforma del sistema político.

Empero, al parecer el voto estratégico estará entre la opción de mantener a Francia en la UE, en la zona euro y con relativas libertades de tránsito; y los que rechazan dos o tres de esos aspectos. Por ello algunos suponen que la segunda vuelta será entre la candidata racista Le Pen y el candidato centrista Macron. Con un alto número de indecisos y con el terrorismo de telón de fondo, es muy aventurado predecir.

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