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Apuntes postsoviéticos

Sorpresas

A

ún faltan 11 meses para saber quién despachará en el Kremlin hasta 2024, pero el apacible panorama de la relección del presidente Vladimir Putin –o de la consagración de su sucesor designado, en caso de declinar éste– se está complicando.

Por paradójico que parezca, el único aspirante que ya está en campaña por ley formalmente no está habilitado para participar al encontrarse en libertad condicional: el opositor Aleksei Navalny, quien confía en que la Corte Constitucional dictamine en favor de anular la norma, mientras como forma de presión reunió ya el mínimo requerido de 300 mil firmas de apoyo a su candidatura y se plantea como meta llegar al millón.

Se creía que todo estaba bajo control hasta el 26 de marzo, cuando Navalny convocó a una manifestación contra la corrupción, acusando al primer ministro, Dimitri Medvediev, de beneficiarse, presuntamente, de esquemas ilícitos a través de prestanombres, denuncia que al día de hoy ha tenido casi 19 millones 600 mil visitas en la página de YouTube donde está alojado el video.

Ese día el Kremlin se llevó varias sorpresas, dos de ellas significativas de cara al futuro: la primera, la rebelión de los adolescentes, que salieron a la calle para protestar indignados por el comportamiento atribuido a Medvediev, mientras la generación anterior –aquellos que participaron en las manifestaciones multitudinarias contra el supuesto fraude electoral en las presidenciales pasadas y que propiciaron la represión aleatoria con condenas de cárcel a una treintena de inconformes– prefirió seguir por Internet la protesta. La mayoría de los más de mil detenidos que hubo tiene entre 15 y 20 años de edad.

La segunda sorpresa es que ese sector de potenciales nuevos electores no ve la televisión, que sigue teniendo como auditorio principal a los adultos mayores, y se moviliza mediante las redes sociales, que se están convirtiendo en un eficaz medio de comunicación horizontal.

La reacción del Kremlin a estos nuevos desafíos deja mucho que desear. Tras semanas de absurdo silencio, Medvediev insiste en ignorar la denuncia de Navalny, a quien ni siquiera menciona por su nombre y, en lugar de la respuesta puntual que cabría esperar, sólo ha dicho un par de veces que se trata de inventos sin fundamento de un delincuente.

Tampoco parecen muy convincentes las tardías y extrañas explicaciones que dieron dos de los implicados en los esquemas de presunta corrupción cuando anunciaron que demandarían a Navalny.

La Oficina de la Presidencia creó todo un departamento para desprestigiar a Navalny entre los jóvenes. El primer fruto de esa labor –un video donde se le compara con Hiltler– provocó el efecto contrario, en tanto Navalny convocó a otra gran manifestación para el 12 de junio, fiesta nacional de Rusia, que será clave para su futuro político.

El Kremlin no sabe qué hacer con Navalny. Las dos opciones son malas –meterlo a la cárcel o permitir que compita por la presidencia– y pronto deberá decidir cuál sería menos grave.