Opinión
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Estertores en el arzobispado de México
E

l arzobispo y cardenal está iracundo. Él, que gusta enjuiciar a los demás y señalarles sus excesos, es presa del enojo cuando alguien muestra desacuerdo con la forma y fondo que han caracterizado las más de dos décadas que tiene al frente de la arquidiócesis primada de México. La piel se le ha adelgazado y no tolera el mínimo desafío a su investidura.

En unas semanas Rivera Carrera cumplirá 75 años, edad en que obligatoriamente debe presentar su carta de renuncia al puesto que tiene desde 1995. Es potestad del papa Francisco hacer efectiva la dimisión en el momento que él así lo disponga. Entre las opciones está que Norberto Rivera permanezca en el cargo algunos meses o incluso años. Pero también que su salida del arzobispado sea cuestión de semanas. Rivera Carrera es de una línea eclesiológica y pastoral divergente a la que sigue Francisco. Por esto sería de suponer un cambio más o menos rápido y, en consecuencia, la llegada al arzobispado de México de un relevo más acorde con las directrices del papa Francisco.

En el año anterior Norberto Rivera Carrera ha intentado mediáticamente presentarse como un pastor cercano a las necesidades y esperanzas de su grey. Al mismo tiempo a través del órgano informativo de la arquidiócesis, Desde la Fe, son frecuentes las invectivas del cardenal contra el sistema político del cual él ha sido beneficiario. Todo con el fin de forjarse un perfil distinto del evidenciado a lo largo de su carrera. Su reconstrucción ha sido más un ejercicio publicitario que de fondo. Rivera Carrera es, tal vez, el último jerarca católico que queda en México perteneciente a una generación caracterizada por su abierta opción preferencial por los ricos y poderosos. Ya no están para hacerle compañía, porque se jubilaron, el obispo de Ecatepec Onésimo Cepeda Silva y el cardenal de Guadalajara Juan Sandoval Íñiguez.

Además de tener que redactar pronto y hacer llegar su carta de abdicación a Roma, el cardenal Rivera tiene que hacer frente a inconformidades dentro de un sector sacerdotal que desempeña su ministerio en la arquidócesis de México. Bernardo Barranco hizo del conocimiento público en las páginas de La Jornada el “levantamiento rebelde de sacerdotes que denuncian la existencia de mafias y pandillas de poder enquistadas en la arquidiócesis de México”. En el artículo, Bernardo aporta datos de los motivos del malestar e incluso refiere dónde se concentra la disidencia, están afincados en la zona norte y oriente de la capital. Para el experto y estudioso de la Iglesia católica en México, la carta de los curas rebeldes es un desafío a su mandato [de Rivera Carrera]. La postura de los curas agraviados pone en evidencia las redes de poder que el cardenal ha construido y lesionan la dignidad y los derechos de religiosos; al mismo tiempo, la carta desafía el estilo de conducción y de manejo de poder del cardenal.

La filtración de la citada misiva a los medios levantó desazón en el arzobispado de México. Hace dos días en El Correo Ilustrado el director de Comunicación Social de la arquidiócesis de México, Hugo Valdemar Romero, quiso enmendarle la plana a Bernardo y sostuvo la inexistencia de dicha misiva, debido a ello todos los argumentos esgrimidos por el columnista carecen de veracidad. La contrarréplica del señalado por Hugo Valdemar de haber dado por buenos ciertos rumores fue tajante: La carta existe, no la inventé y circula desde el 16 de marzo. Tan existe que otros medios han dado espacio al escrito cuya existencia niega Valdemar.

La carta de quienes denuncian autoritarismo de altos funcionarios eclesiásticos de la arquidiócesis de México ratifica desde adentro de la institución lo bien sabido hace bastante tiempo. El verticalismo y mano dura con que Norberto Rivera ha gobernado su circunscripción eclesiástica no es invento de algunos resentidos. En lugar de cuidar y proteger a quienes en conciencia y por fidelidad a su ministerio se identificaron con las víctimas del sistema eclesiástico que hizo posible la vulneración de sus derechos, el cardenal se confabuló para proteger a los depredadores.

El caso emblemático lo representa Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo y quien por décadas perpetró ataques sexuales a infantes y adolescentes. El cardenal sostuvo una y otra vez que las documentadas acusaciones contra Maciel eran auspiciadas por enemigos de la Iglesia católica y que buscaban desacreditar a la institución. Norberto Rivera Carrera nunca ha refutado públicamente al ex sacerdote Alberto Athié sobre que fue enterado por él del historial de Maciel como abusador sexual serial. Athié recibió la orden de no seguir con el asunto, e incluso Rivera Carrera le hizo ofrecimientos de que lo promovería para obtener un mejor puesto en la escala eclesial, si convenientemente se olvidaba del expediente sobre Maciel. Alberto Athié sólidamente señala connivencia de Rivera Carrera en otros asuntos para beneficiar sus intereses mediante favores a los poderosos, incluso vulnerando claras disposiciones del derecho canónico católico romano. ¿Cuál ha sido la respuesta del cardenal a estos señalamientos? El estridente silencio.

El final de Norberto Rivera Carrera en el arzobispado de México tiene fecha: el próximo 6 de junio, día en que cumple 75 años. ¿El papa Francisco hará efectiva la dimisión en unos días o semanas, lo mantendrá en el puesto algunos meses? Como sea, lo cierto es que ya su tiempo en la arquidiócesis se encuentra en los estertores.