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Ruta sonora

Gorillaz: el flow del fin del mundo

¿Q

ué pasaría si en un futuro cercano el mundo dejara de ser como lo conoces ahora, si todo en lo que crees desaparece y las reglas cambian, y tu vida depende de cómo lo tomes? Es la pregunta que el músico, compositor y productor inglés Damon Albarn hizo a la pléyade de invitados a los que llamó a colaborar, ya sea cantando o tocando, para dar forma a Humanz (2017), quinto disco del grupo virtual Gorillaz, tras siete años de no emitir grabación alguna, a estrenarse hoy viernes 28. Como ha sido usual en esta exitosa entidad fantástica (16 millones de copias vendidas, aun en la era digital), con los personajes animados del también inglés Jamie Hewlett como fachada, Albarn se refugia en este proyecto para darle vuelo a la creatividad, y darse el lujo de hacer cantar a 2-D, Murdoc, Noodles y Russel, con las voces que él quiera (aunque la voz del primer personaje casi siempre es él). Sabe que desde una entidad fantástica y apocalíptica, nadie le exige ser “el frontman de Blur”. Así, tanto él como sus convidados (con composiciones en su mayoría de Albarn, ayudado por los co-productores Remi Kabaka y The Twilite Tone), pueden cantar o rapear sobre los sonidos que aquél va desarro- llando en sus viajes sobre su iPad, basado en la aplicación GarageBand, aunque desde su debut (disco epónimo, 2001) se ha inclinado por la electrónica aguitarrada y el hip hop.

Con la vocación orquestal que posee, y una atinada cualidad para convocar, en previos álbumes Albarn ha tenido a invitados como Lou Reed, Bobby Womack, Ike Turner, en tracks distintos cada uno. Esta vez tiene consigo a veteranos como Jean Michel Jarré en los sintes, la cantante de soul Mavis Staples, la cantautora Carly Simon (a quien grabó por teléfono), al combo de hip hop De la Soul (otra vez), y la estrella electro-pop ochentera Grace Jones. Inesperada es la colaboración en guitarra del ex Oasis, Noel Gallagher, alguna vez su archi-enemigo (ahora Damon lo respeta y, dice, le hace reír muchísimo), así como de Graham Coxon (Blur) en coros, y la voz declamatoria de Jehnny Beth (Savages), en el único tema optimista del álbum, We got the power.

A lo largo de sus 20 tracks, por invitados no para. La mayoría del resto interpreta hip hop, reggae, R&B: Vince Staples, Popcaan, Danny Brown, Pusha T, Kelela, Anthony Hamilton, Jamie Principle, Kali Uchis, Benjamin Clementine. El resultado es toda una fascinante y alebrestada pesadilla, un tanto acumuladora, dice Albarn, como si buscara musicalizar la fiesta previa a la debacle mundial, entre atascada, feliz y explosiva, llena de humor negro y frases de aliento, acorde con lo que Albarn pidió a cada artista: Quiero que el disco incluya dolor, gozo y urgencia; que usemos nuestra fantasía oscura para imaginar qué haríamos ante lo terrible, dijo el implicado a la revista Rolling Stone: “A los invitados primero les presento los sonidos y les dejo elegir; no me interesa que se involucren con algo que no sientan, ni quiero decirle a nadie qué hacer; incluso me gusta si hay oposición, libertad. Es un trabajo de colaboración donde les planteo el tema y ellos hacen las letras. Sólo hubo un límite: quité con bleeps cuando dijeran ‘Trump’ u ‘Obama’; tampoco quise algo tan explícito. Me interesa más un ejercicio de emociones y reacciones, que algo literalmente político”.

El resultado, más allá de justificaciones conceptuales, es un cúmulo de ritmos y consignas puestos al día, como los ya citados, así como toques de trap, grime e incluso de neo-house, con un solo tema personal e íntimo (Busted and Blue), sin invitados, con la voz apesadumbrada de Albarn al frente, a diferencia del resto de los tracks, en los que (al contrario de los discos previos, en que solía tener un papel protagónico) da más espacio a las voces de otros, él prácticamente en segundo plano, como si Gorillaz fuera aun menos suyo y más una entidad colectiva. Sin embargo, aunque tiene momentos muy disfrutables (Strobelite, Saturn Barz, Submission, Carnival, She’s my collar, Hallellujah Money y quizá la mejor: Charger), no posee ganchos memorables como antaño. Como si en vez de proponer un sonido propio, al cual son invitados los demás (como antes hizo), ahora Gorillaz se trepara al sonido ya existente de otros artistas y géneros de moda, ya bien instalados y probados. Con todo, las consignas políticas son macizas, en contra sobre todo del imperialismo y el vacío estadunidense, lo cual da balance a la fuerza que trae consigo el álbum.

Pero más allá de gustos (es un disco de ruptura generacional que quizá odie la vieja guardia y adoren muchos millennials), sigue siendo innegable la frescura vital y musical del implacable Albarn, quien hoy estrena todo un bulldozer sonoro, una gozosa montaña de cascajo electro-hip-hop-rocker, de gran energía urbana, preparada para frenar el embate de los coletazos imperialistas. Sin duda uno de los estrenos más esperados del año, y una de las bandas con más posibilidades de encabezar el elenco del Corona Capital 2017. (conciertos: www.patipenaloza.blogspot.com)

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