Opinión
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El teatro de la vida-muerte
¿S

erá posible un diálogo con las organizaciones criminales tratando de enseñar a sus integrantes a sensibilizarse con nuestras peticiones y nosotros con las de ellos? ¿O será una ingenuidad?

Para enseñar a las organizaciones criminales y ellos a nosotros hay que darnos seguridad. Aquéllas y su cauda de problemas con el Estado chocan con una realidad basada en la responsabilidad (¿término cristiano?), cuyo sentido está en una respuesta coherente al otro. Esto implica conocer los riesgos que esto tiene, incluidas las proyecciones de cada una de las partes.

La ansiosa reivindicación de las organizaciones al margen de la ley, atestigua profundas frustraciones que serán generadoras de más violencia y crueldad que se repite día a día en el país. Esto parece deberse a nuestro propio itinerario en cuanto sujetos. Itinerario técnico, espacial, temporal, emocional. Se inserta en una historia y, por esa razón, el plan riguroso no se sale de lo esperado.

El punto final se encuentra simbólicamente diferido. Una urgencia de vivir. Significación que, al renovarse continuamente la desborda y el repetirse evoca terrores profundos, se inserta en diálogos improvisados, y funda su propia verdad brotando por doquier.

Las repeticiones sirven de pausa a la significación emergente. Ellas continúan el signo vivido de esa verdad revolucionaria inagotable que hemos intentado descubrir: tiempos fugaces que se corresponden a través de la ley que domina la historia.

Según el pensador francés Jacques Derrida, el fantasma teológico de la soberanía, donde se producen los acontecimientos geopolíticos más traumáticos y más duros, el lugar protagónico, lo ocupa la crueldad –hambre, torturas físicas y sicológicas, fantasmas omnipotentes como las amenazas del presidente Donald Trump– que no necesitan de sangre.

Intolerables violaciones a los más elementales derechos humanos, como el derecho a la vida y la libertad, tránsito libre por los países. No sólo la crueldad se enseñorea sobre la víctima directa, sino sobre sus familias, la sociedad en general que vive aterrorizada con atrocidades que se incrementan, de manera alarmante, día con día. Compulsión a la repetición que nos habla del fatídico instinto de muerte.

El espléndido pensador sicoanalista Jean Laplanche afirma en relación con el tema de poner a trabajar los conceptos y al propio Freud, en lugar de encasillarlo en simples terapias con pretensiones implícitas de curación. El sicoanálisis es mucho más que eso, es otra cosa, busca por definición el desciframiento del texto inconsciente que se nos presenta como algo enigmático. O sea, la crueldad, también enigmática, requiere un trabajo de desciframiento.

No debemos seguir permitiendo que la crueldad se abata sobre los sujetos sin miramiento alguno. No podemos permitir seguir viviendo en el terror y la angustia de ser torturados que representan los traumas de difícil elaboración. Estas heridas nunca cicatrizan, nos llenan de odio, impotencia y confusión. La vida de los afectados nunca vuelve a ser la misma.