Cultura
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Del jazz, en su día
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Jazz en la pared, en San Francisco, CaliforniaFoto Juan Arturo Brennan
E

n días recientes, fui rudamente vilipendiado, varias veces, por distintas personas, porque me atreví a afirmar que el 30 de abril era mucho más importante celebrar el Día Internacional del Jazz que el Día del Niño. Me sostengo en lo dicho, y mi opinión tiene que ver, entre otras cosas, con que el Día del Niño ha sido secuestrado, como tantos otros Días de Esto y Días de Aquello, por los mercaderes. En particular, me parece de un cinismo impúdico la machacona insistencia oficial en la celebración cosmética del mentado Día del Niño, en un país en el que los derechos y la protección de niñas y niños están en un estado vergonzosamente lamentable. Botón de muestra, el Porky-estado de derecho en el que los Porky-jueces imparten Porky-justicia. En fin, que con motivo de la reciente (y esa sí, necesaria) conmemoración del Día Internacional del Jazz, ofrezco a vuelapluma algunas consideraciones y observaciones al respecto.

El jazz es, sin duda, la más importante contribución de Estados Unidos a la cultura del mundo.

Este hecho ha sido reconocido abiertamente por uno de los más notables ja-zzistas de la historia, el gran trompetista Wynton Marsalis, quien ha hecho del jazz el pilar fundamental de su noble proyecto educativo.

Marsalis es, además, el impulsor y guía de otro gran proyecto musical/cultural, Jazz at Lincoln Center, que no es sólo un edificio sede con sala de conciertos, sino toda una organización de promoción y divulgación.

Jazz at Lincoln Center tiene un reflejo en el ámbito musical de México a través de la serie NY Jazz All Stars, organizada y promovida aquí por Eugenio Elías (otro trompetista) a través de una serie de conciertos mensuales en el Centro Cultural Roberto Cantoral, con solistas y grupos de primer nivel.

En nuestro país está latente una contradicción jazzística aparentemente irresoluble. Por un lado, he escuchado a numerosos jazzeros decir que en México no existen suficientes espacios para tocar/escuchar jazz y cubrir la demanda. Y muchos otros afirman que lo que no hay es público suficiente para llenar los espacios que sí existen. ¿Cuál es la realidad?

Si la realidad del asunto es que no hay en México un público numeroso y conocedor para el jazz, ello sería uno más de los innumerables subproductos de uno de los peores sistemas educativos que hay sobre la faz de la Tierra, en el entendido de que el jazz es un género musical de un alto nivel de sofisticación; eso sí, el reggaetón es rey. Por eso estamos como estamos.

Por otro lado, hay espacios muy importantes para la difusión del jazz. El más notable, sin duda, el programa Panorama del jazz (Radio UNAM), una de las emisiones de jazz más antiguas del mundo (data de 1954), en la que el incansable Roberto Aymes está a punto de cumplir 40 años como productor y conductor.

Otro caso notable es la estación Horizonte 107.9 del Instituto Mexicano de la Radio (La casa del jazz en México es su lema), única frecuencia en la capital dedicada por entero al jazz. (Aprovecho el viaje: que alguien me diga, por favor, si existen en el país otras estaciones dedicadas 100 por ciento al jazz).

También es posible acercarse al jazz, particularmente a nuestro jazz, a través de otros esfuerzos importantes, en otras áreas de la difusión. Tal es el caso del Atlas del jazz en México, de Antonio Malacara, útil y necesario libro que ha tenido numerosas presentaciones a lo largo y ancho de la República Mexicana.

Recomendación personal: ningún buen aficionado al jazz debe perderse la serie de televisión titulada simplemente Jazz, producida por la PBS y dirigida por Ken Burns. Se trata de uno de los mejores y más completos documentos que existen sobre la historia de esta música magnífica.

Hace unas semanas, México perdió a uno de sus más entusiastas promotores y divulgadores del jazz, Fernando García Olmedo (1926-2017).

De entre las muchas y muy notables interfases entre el jazz y el cine, creo que la más destacada está en el formidable soundtrack que Miles Davis (otro trompetista) creó para la película Ascensor para el cadalso (Louis Malle, 1958). La recomiendo enfáticamente.

Eugenio Toussaint in memoriam