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Nunca he tenido miedo a nadie, cuando nací el temor ya se había repartido: Álvarez

Canelo vence por decisión unánime a un casi inexistente Chávez júnior

Fue un mejor peleador, quería boxearlo pero me faltó contundencia, reconoció Julio César

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La actuación del júnior fue decepcionante y el público en la T-Mobile Arena se lo expresó con un sonoro abucheoFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Domingo 7 de mayo de 2017, p. a31

Las Vegas.

Heredó un apellido, no el talento. ¿Dónde estuvo Julio César Chávez júnior? Todo mundo vio su cuerpo delgado, pero vacío, carente del espíritu necesario para un combate que se anunció con tanta insistencia. Saúl Canelo Álvarez maltrató a un cuerpo sin vida. A un hipotético oponente que no supo ni meter las manos, al que venció por decisión unánime en un combate sin título de por medio y pactado en las 164.5 libras en la T-Mobile Arena de Las Vegas.

Chávez recibió un abucheo como confirmación de que portar el apellido del legendario padre ya no basta, el reclamo de que necesita valerse por sí mismo. La cinta roja alrededor de la cabeza también como herencia superticiosa que le dejó JC. Canelo en jorongo, resabios de su tierra, Jalisco, fue dueño de la escena y del espectáculo.

La esperada campana marcó el inicio. Canelo salió a imponer el ritmo de la pelea, tomó la iniciativa y se vio más ágil. Golpeó abajo y arriba ante un júnior que se veía tieso y titubeante entre salir a aprovechar la distancia o arriesgarse en corto. El primer asalto tardó Chávez casi un minuto en responder con un golpe y demostrar que sabe acercarse sin miedo.

Para el segundo episodio se esperaba que por fin Chávez se metiera al combate, que sacudiera, como prometió, al pelirrojo. Pero Canelo siguió imponiendo ese ritmo brincón, con ganchos al cuerpo y volados que lastimaban al júnior.

El tercer asalto subió de voltaje, pero ahora Canelo parecía más cómodo, ya asentado ante un peleador cuya delgadez casi dolía. El tapatío empezó más a entrenar que a pelear, practicó sus mejores combinaciones ante un rival estático, como se le ha visto en el pasado, pero ahora sin la pegada que correspondía a su peso anterior.

El cuarto episodio ya era una pelea abusiva. Canelo fácil, guanteando abajo y arriba. Chávez lento y sin respuesta, un paquidermo anémico que no sabía cómo sacudirse a aquel toro de pelo color zanahoria que no lo dejaba en paz. La velocidad que se especulaba iba a perder Canelo fue una trampa, porque fue rápido y eso perturbó a un Chávez que no supo cómo contenerlo.

Chávez impresionó por lo frágil. Ningún poder en su mayor estatura. Las piernas como un par de popotes largos y débiles. Canelo empezó a darse licencias, lo cazaba para asestarle uppers y ganchos dolorosos.

En el sexto incluso Álvarez se plantó para probar la pegada de Chávez y para darse un respiro, pero Julio no hizo nada. Golpeaba, pero parecía un peleador sin sustancia material.

Al séptimo episodio subió ya con una visible inflamación del ojo izquierdo. De pronto Canelo se asentó para no gastar todo el combustible, con la plena confianza de que quien estaba enfrente no podía, o no tenía, con qué dar batalla. Álvarez era el dueño de la pelea.

En el noveno episodio no sólo se detuvo para administrar la energía, sino algo parecido a lo que hacen los padres para que los niños se sientan incluidos: Dejó a Chávez lanzar golpes, como si quisiera que el júnior se sintiera parte de la pelea.

Los últimos asaltos fueron para causar pena por el rival más débil. Fue demasiado para un peleador consumido en el esfuerzo por dar un peso que no es natural para su cuerpo, sin iniciativa y apabullado desde el primer segundo.

El último asalto, en el que el peleador que va abajo suele salir a jugarse todo en un golpe, no existió, Chávez repitió el papel torpe y sin fuerza que mostró en los 11 episodios precedentes. Canelo se cebó ante una ausencia. Cuando sonó la campana del final, Chávez ni siquiera por reflejo levantó las manos. Sabía que estuvo derrotado mucho antes de subirse al cuadrilátero. Quizás el día en el que pensó que era el heredero de una dinastía.

Fue un mejor peleador. Yo quería boxearlo pero me faltó contundencia, dijo al final un Chávez que parecía resignado. Si hubiera contragolpeado, hacer la pelea que me dijo Beristáin, pero no estoy acostumbrado a ese tipo de pelea.

La única sorpresa fue que Canelo anunció que en septiembre peleará contra el kazajo Gennady Golovkin.

Nunca he tenido miedo a nadie. Cuando nací el miedo ya se había repartido. Golovkin será el peleador más difícil al que enfrentaré en mi carrera y será un gran combate, seguro.