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Aprender a morir

El día menos pensado

L

a Ley de Voluntad Anticipada para el Distrito Federal fue expedida el 7 de enero de 2008. En ese lapso ha corrido la misma suerte que otras normativas: pobre difusión, contradicciones, resistencia de médicos, ignorancia de usuarios, burocratismo en la Secretaría de Salud, notarios con objeción de conciencia pero no de cobro y, dos años después, la prohibición del gobierno de Felipe Calderón a que las instituciones de salud pública atendieran a derechohabientes amparados por la citada ley.

Es de celebrarse entonces que ciudadanos pensantes, comprometidos y actuantes aporten iniciativas y trabajos para que la población empiece a romper esquemas ante su derecho a una muerte digna, y rechace someterse a tratamientos médicos innecesarios y caros que pretenden prolongar la vida de un enfermo, cuando lo único que logran es prolongar su agonía a elevados costos económicos y emocionales, aunque el timorato sistema de salud se niegue a reconocerlo a escala nacional y sólo 12 estados cuenten con una ley similar a precios elevados. Pero de esto nadie sabe ni se informa nada.

De espíritu juareciano, la investigadora y escritora oaxaqueña Virginia González Santiago, autora del libro La mitad de la bala, fuerte novela-reportaje acerca de una injusticia, publica ahora la novela-investigación El día menos pensado, que en la portada muestra a un William Burroughs con amenazante revólver, desafiando al lector a involucrarse en el todavía, aquí y en el resto del mundo, espinoso tema de la muerte digna, en torno del cual reflexionan siete personajes de Ciudad de México.

“La idea surgió –comenta Virginia– de la convicción personal de que nadie me obligue a vivir cuando ya no lo deseo. En la investigación recurrí a dos médicos, dos tanatólogos, un sacerdote y dos enfermos terminales. ¿Por qué novela y no ensayo? Porque la novela llega a más gente, es un género más atractivo y accesible. Lo comprobé con mi anterior trabajo. El ensayo es muy importante, pero el perfil del lector en México se reduce considerablemente comparado con la novela.

“Es una edición de autor –añade Virginia– que sufragué de mi bolsa, pues las editoriales no acaban de convencerse de la urgencia de difundir estos temas. El conservadurismo es general en nuestro país y sólo proporcional a la necesidad de salvar prejuicios, sean impuestos o autoimpuestos”. Por lo pronto, el libro ya está en la librería de La Jornada. (Continuará)