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El ex campeón asegura que el miedo derrotó al júnior antes de subir al cuadrilatero

La pelea Chávez-Canelo perjudica la reputación del boxeo: Rafael Márquez
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Rafael Márquez e Israel Vázquez sostuvieron cuatro combates que les dejaron secuelas, para ellos, una guerra siempre deja huellas; lo del sábado es digno de olvidarFoto Jam Media
 
Periódico La Jornada
Martes 9 de mayo de 2017, p. a15

Antes de subir al cuadrilátero, Saúl Canelo Álvarez ya le había ganado el primer asalto a Julio César Chávez júnior. Lo superó en el terreno de la confianza, le infundió un miedo profundo e irreversible, uno que no se puede vencer ni siquiera con horas del entrenamiento más riguroso. Si la ceremonia del pesaje anticipa lo que sobreviene en la pelea, los rostros fueron un signo claro un día antes de enfrentarse. El pelirrojo lucía feroz y amenazador. Enfrente, el rostro del júnior parecía inofensivo. Esta lectura pertenece a Rafael Márquez, un ex campeón mundial que protagonizó junto a Israel Vázquez uno de los episodios más sangrientos y vibrantes del boxeo mexicano.

Ambos, Vázquez y Márquez, se inmolaron buscando lo que para ellos significaba la razón de sus vidas, la trascendencia que todos persiguen y pocos alcanzan. Los dos se enfrentaron en cuatro ocasiones en combates que les costaron sus carreras y les dejaron secuelas imborrables.

Márquez está bien, pero tuvo que ser operado de tres hoyos en el globo ocular. Vázquez, lastimado seriamente de la retina por aquellas peleas, perderá el ojo derecho; no sabe cuándo, pero será inevitable, según le dijeron los médicos. Ambos, al ver el espectáculo de Canelo-Chávez se sintieron ofendidos. Me molestó muchísimo esa pelea, ataja Márquez. Decepcionó a los mexicanos, fue una tristeza ver a Chávez que no tiraba nada, sólo se plantó a recibir golpes. Dañaron la reputación del boxeo mexicano.

Márquez dice que este tipo de peleas insípidas engrandecen aún más las que hicieron en el pasado otros mexicanos, como la tetralogía que sostuvo ante Vázquez.

Las nuestras fueron verdaderas guerras, expresa. “Nos dejaron marcados para toda la vida, pero valió la pena. Cuando veo peleas como la del sábado, me siento orgulloso de lo que viví con Israel, porque fuimos unos guerreros y las guerras siempre dejan huella. El combate Canelo-Chávez es digno del olvido”.

Lo que no concibe un peleador de la estirpe de Márquez es que el júnior se haya dejado intimidar de ese modo por Canelo, que haya mordido esa carnada que se convirtió en algo indecible y sicológico que lo paralizó durante 12 episodios de combate.

Después de esta pelea, el júnior quedó como un peleador indiferente, sin hambre, así sería mejor que colgara los guantes; o si quiere seguir, pues tiene que hacer un cambio radical. Porque lo que realmente lo traicionó fue algo como el miedo.

Desde Los Ángeles, Israel Vázquez refrenda que lo que lo llevó a pelear hasta sacrificarse a sí mismo era el sueño de ser recordado en el tiempo. Sin titubeos, también asegura que valió la pena el caro sacrificio.

Mis peleas me costaron la pérdida inevitable de una parte de mi cuerpo, un ojo, pero valió la pena, porque tenía hambre por trascender, hambre, algo que el júnior no conoce.