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Walter Jay habla de 3 días, su obra más reciente, publicada por Editorial de Otro Tipo

Violencia y poder del crimen en un país de impunidad articulan trama literaria

La trata de personas en México es ignorada, dice el narrador en entrevista con La Jornada

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Estoy hasta la madre de las injusticias, y en este país más. Somos una sociedad mayoritariamente de autoestima baja y, como tal, no reconocemos nuestros derechos, aspecto que aprovecha el poder para pisotearlos y suprimirlos, afirma Walter JayFoto Víctor Camacho
 
Periódico La Jornada
Viernes 12 de mayo de 2017, p. 6

Así como nos cuidamos de los peligros de la naturaleza, también debemos hacerlo de nuestros semejantes, recomienda el escritor Walter Jay (Ciudad de México, 1977), para quien el mayor depredador de la especie humana es el propio ser humano.

Esa observación del también dramaturgo y sicoanalista es pertinente a propósito de la trama de su más reciente novela, 3 días, publicada por Editorial de Otro Tipo, de la que es fundador y director.

En esa obra invita a recorrer de manera vertiginosa las interioridades del crimen organizado y explora el entramado sicológico que hay detrás de la trata de personas, dice, una de las actividades ilícitas que más riqueza genera en el mundo y que en México es ignorada.

“El libro –explica– es una enorme ventana en la que el lector puede observar una vida regida por la violencia y el poder avasallante del crimen en un país de impunidad. También una exploración en torno a la precaria condición de una mercancía humana.”

Estamos aletargados

En charla con La Jornada, Walter Jay cuenta que esa historia nació luego de leer la entrevista con un proxeneta para quien la trata de personas “es un negocio en el que se debe matar los sentimientos, porque de otra manera uno está chingado; está prohibido enamorarse o encularse”.

El autor intentó meterse en la mente de alguien que aniquila los sentimientos en aras de un negocio, situación que considera muy cercana a la sociopatía. Me interesaba descubrir las motivaciones internas de las personas que están metidas en ese medio.

La literatura, así como el arte en general, sostiene Walter Jay, deben cumplir con un compromiso social más allá de suscitar sólo la belleza o detonar emociones.

No puedo escribir sólo por el placer de hacerlo. No me gusta escribir historias sólo para entretener o divertir. Me siento hueco, vacío, cuando no me entrego a decir algo más profundo en una historia, aclara.

Honestamente, estoy hasta la madre de las injusticias, y en este país más. Somos una sociedad mayoritariamente de autoestima baja y, como tal, no reconocemos nuestros derechos, aspecto que aprovecha el poder para pisotearlos y suprimirlos.

Tras decirse fastidiado de esa situación, se pregunta por qué, como sociedad, callamos cuando los gobernantes proceden tan mal y si en realidad no advertimos que actundo así los solapamos.

Necesitamos asumir un papel activo. Somos responsables de mucho de lo que nos ocurre, al permitirlo, expresa.

Narrada a manera de un vibrante thriller, en el que se cuenta la historia de una mujer víctima de trata que logra escapar de sus captores tras asesinar a uno de ellos, 3 días retrata el modus operandi y cuáles son las condiciones sicológicas que juegan en favor de los que cometen ese delito.

“Así abordo la figura del perverso, que es como el depredador de su propia especie. Por otro lado, está quien se victimiza y en ese juego perverso no se siente la serpiente, sino el ratón; por último, está el contubernio con las instituciones.

No quería quedarme sólo en la denuncia de cómo opera esa gente, sino por qué lo hace y qué siente, qué hay en su mente. Si queremos revertir tales situaciones, primero debemos comenzar a tomar conciencia.

En opinión de Walter Jay, gran parte de lo que pasa en el país es porque los que se dicen buenos son muy pasivos, mientras los perversos son muy activos, de allí que éstos impongan su ley.

“Deberíamos tomar un papel mucho más responsable, activo, consciente. Porque nuestro silencio es también una forma de indiferencia y de solapar.

Estamos aletargados. Por eso mi búsqueda personal ha sido siempre tratar de generar conciencia en los otros, desde el escenario teatral, el diván de un consultorio o la literatura.