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Contra estudiantes y maestras: 15 de mayo
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a muerte de una estudiante, como pasó con Lesvy Berlín Rivera, no sólo puede ocurrir en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ya es posible en cualquier otra institución, en cualquier momento. De la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) dos estudiantes han sido asesinadas (la última hace apenas cuatro meses, pero la familia se opuso a que se denunciara públicamente) y en la comunidad UACM nos enteramos que nuestra compañera estudiante Belén Montserrat Cortés Santiago, de 19 años, de la carrera de comunicación y cultura en San Lorenzo Tezonco, había sido desaparecida al terminar su trabajo el sábado por la noche.

Y no sólo las estudiantes, en este 15 de mayo hay que recordar que la hostilidad mortal es también frecuente contra las docentes. La maestra rural de primaria Karina López Navarro, de 26 años y estudiante de maestría en la UPN 213, fue maniatada y apuñalada hasta su muerte cerca de Tehuacán, Puebla. Y lo mismo ha ocurrido a muchas otras profesoras, todas con rostros jóvenes y ánimo alegre que emerge en fotografías con sus niños, y que nos hacen dolorosamente conscientes de que nuestras instituciones y escuelas en general no les garantizan un ambiente al menos un poco más seguro.

Aunque no hay relación directa, existe una línea de continuidad entre el desdén con que, por ejemplo, el sistema educativo trata a las maestras y estudiantes y la hostilidad que sufren por el hecho de ser mujeres. En educación básica las maestras son 68 por ciento de la fuerza docente (Inegi, 2015), casi un millón, pero iniciativas como la llamada reforma educativa en ningún momento preguntó a las docentes acerca del impacto que les acarrearía una iniciativa de regimentación estricta, de evaluación, sanciones y despido, como mujeres, como madres, esposas, jefas de familia, trabajadoras con menores salarios que los maestros, mujeres, en fin.

En otro ámbito, en décadas ninguna consideración se ha tenido con las centenares de miles de jóvenes que buscan un lugar en la escuela media superior y superior y que para ello son sometidas a evaluaciones que bien se sabe sistemática e indebidamente las califican como inferiores respecto de los hombres. Todo esto va formando un sustrato normalizado de discriminación que a la larga contribuye a lo que ahora lamentamos.

Es cierto que el ex novio que privó de la vida a una de nuestras estudiantes fue juzgado y hoy cumple su condena, pero eso no resuelve los problemas de fondo. La creación de aparatos de seguridad y la muy ocasional sanción a un individuo, dejan prácticamente intocada la enorme maquinaria cultural de reproducción del machismo que funciona día y noche y desde todos los rincones en esta Ciudad de México.

Ante esa dinámica, son precisamente las instituciones de educación y cultura como las nuestras las que están o deben estar mejor equipadas para conocer a fondo el fenómeno, verlo desde nuevas perspectivas e iluminar propuestas de cambio, demandas y acciones concretas a desarrollar. Generar iniciativas y materiales, aplicarlos, llevar a cabo acciones culturales, desde todas las profesiones y como mujeres, a lo largo y ancho de la ciudad. Con la calidad moral que tienen, además, en un clima de deslegitimación de instituciones, urgentemente les corresponde la responsabilidad de hacerlo. Sobre todo cuando el aparato político-gubernamental ofrece tan poca esperanza de sancionar o encontrar. Es muchísimo más alto el índice de recuperación de autos robados o de identificación de conductores alcoholizados que el de mujeres encontradas.

Como lo hacen las familias y organizaciones que buscan a sus desaparecidos, también las comunidades universitarias no tenemos más opción que organizarnos por cuenta propia. Y de allí que ya en la UACM existan llamados a formar decenas de brigadas que en la zona donde despareció Belén llevemos sus datos y su foto, casa por casa, cuadra por cuadra, preguntando por ella, por cualquier indicio. Estamos comenzando una campaña de difusión en los medios, los familiares están dispuestos a hablar, tendremos conferencia de prensa con ellos y con consejeros universitarios, tenemos contacto constante con la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México y vamos a redoblar nuestra exigencia de que no simple y burocráticamente se tome nota de la ausencia sino que abra una verdadera investigación, como las que vemos que ofrecen rápidos resultados cuando se trata de un crimen notorio.

Como ha sido claro con Ayotzinapa, los universitarios no sólo defienden sus instituciones, también saben salir a defender lo mejor que tiene una sociedad: sus jóvenes de escasos recursos, pero de una enorme riqueza de voluntad. Si fueron 43 los estudiantes desaparecidos de golpe en 2014, con Belén se suma una más a las muchas que luego han venido engrosando esa cifra. Y como ocurrió con los 43, en la UNAM y ahora en la UACM, lo que se está construyendo en aulas y pasillos universitarios son convicciones tan profundas de protesta e indignación que pronto será una fuerza enorme.

Si el aparato político-gubernamental comprende y se suma, podrá contribuir a un cambio, impensable ahora, pero perfectamente posible, mañana. Si se resiste, tendrá un futuro difícil.

*Rector de la UACM