Política
Ver día anteriorDomingo 14 de mayo de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Racial profiling
E

s un término difícil de traducir y paradójicamente una actitud muy fácil de reproducir. El término podría traducirse literalmente como perfilado racial pero propiamente se refiere a diferenciar o discriminar de acuerdo a un perfil racial.

Se ha utilizado para señalar a la policía, en muchos lugares de Estados Unidos, por considerar como sospechosos, a priori, a negros y latinos, a pesar de que la mayoría de la población es blanca (63 por ciento). De ahí también que las cárceles estén representadas de manera muy desproporcionada los negros, los hispanos y latinos.

Lamentablemente ya se puede comprobar empíricamente que los demonios racistas, la violencia verbal, el bullying y el racial profiling han aumentado debido a las actitudes provocativas, despectivas y agresivas de mister Trump.

Repasemos un caso, a partir de la recreación de un hecho real.

El 15 de abril en un vuelo de United, de Cancún a Newark, en la fila 15 estaban sentados una niña y un señor, bueno un mexicano. A su lado una señora estadunidense de tez blanca que empezó a conversar con sus vecinos de asiento. Se trataba simplemente de lo que llaman los estadunideses short talk, típico de la conversación o interacción en un elevador o en el supermercado con extraños.

La niña: rubia de ojos azules y bien parecida. Su acompañante, que dice ser su papá, es un mexicano de piel oscura. No hay ni rastro de la paternidad en el fenotipo de la niña. El mexicano habla inglés, pero se le nota un acento tan claro, como horrible. Por el contrario, la niña de tres años se desempeña perfectamente en inglés. El viaje de varias horas se alarga y la sospecha se hace presente. No es posible que ese mexicano sea el padre de esa niña. Viene a la mente de la pasajera lo que dijo Trump una y otra vez en la campaña: mexicanos criminales, violadores, narcotraficantes. Eso dijo y repite el que actualmente es el presidente de Estados Unidos.

Son los bad hombres que han venido a Estados Unidos a despojar del trabajo a los verdaderos estadunidenses. Muchos de ellos han estado en la cárcel y los han liberado sin tener en cuenta el peligro que significan para la sociedad. No sólo eso, son violadores, son secuestradores.

Y entonces empieza a rumiar su sospecha y a saborearla. Esta pobre niña blanca desamparada, está en manos de un secuestrador. ¡Hay que hacer algo! hay que salvar a esta niña de la manos de este traficante de menores.

Entonces se decide a hacer la denuncia, a cumplir con su deber, su obligación de ciudadana. La única manera es hacer la denuncia con la sobrecargo.

La sobrecargo se dirige a la escena del crimen a investigar, ella es responsable de lo que sucede en la cabina y entre los pasajeros. Tiene una responsabilidad. La evidencia está a la vista. Ahí hay algo raro, hay que proceder de acuerdo con el protocolo de emergencia.

Comunica al capitán la denuncia y las sospechas expresadas por la pasajera vigilante, blanca, mayor de edad, buena y responsable ciudadana. La sobrecargo confirma las sospechas: son de dos razas diferentes. Cualquier intercambio sexual entre una mujer blanca y un mexicano el resultado, no es una niña blanca. Es como el caso de Obama, de padre africano y madre estadunidense, rubia, pero el resultado sigue y será siendo el mismo: negro.

El mulato no existe en Estados Unidos. Tampoco el mestizaje, ni siquiera existen estas dos palabras en inglés. El mestizaje no está permitido en la sociedad tradicional estadunidense y, si se da el caso, por casualidad o por abuso, el resultado siempre será nefasto, negro.

El capitán cumple con lo que dice la norma y aplica el protocolo. Llama a la torre de control e informa de un posible secuestro de una niña blanca, por un mexicano, que dice ser su padre.

El operativo se pone en marcha. Antes de que bajen todos los pasajeros entra la autoridad migratoria y la policía y le pide al mexicano que salga y luego protegen a la niña que se queda llorando.

Lo que pasa después es lo de siempre. Dos horas en el cuartito interrogando al señor y a la niña. Finalmente el funcionario de la migra llama a la madre por teléfono que estaba esperando afuera y confirma la paternidad.

Todos contentos todos felices. Fue una medida de precaución. La denunciante, bien gracias. Ella cumplió con su labor de ciudadana, de denunciar cualquier sospecha. Ella lo hace todos los días, espía a los vecinos, reporta coches estacionados que no son de los vecinos. Vive en la angustia de estar rodeada de bad hombres.

El vigilantismo en Estados Unidos es una obsesión y para otros es un deporte, una cacería de chicos malos. Hay voluntarios que vigilan horas y horas en las pantallas que están ubicadas en la frontera y que se trasmite por Internet, para detectar el cruce de indocumentados y reportarlos. Hay otros voluntarios que se dedican a patrullar la frontera en avionetas y reportar a la migra los movimientos sospechosos.

La compañía United se lavó las manos y como compensación por las molestias les ofreció a la familia un vale por el valor de 100 dólares para comprar boletos de avión. Pero el caso bien merece un juicio para desenmascarar este tipo de denuncias y poner un alto a los vigilantes y a la discriminación racial.

No se trata de una demanda por dinero y de llegar a un acuerdo, de hecho la recompensa sería menor, dado que ésta se estima de acuerdo con el daño que recibió el agraviado.

Se trata de un asunto de dignidad, de llevar a los medios este tipo de actitudes discriminatorias y desenmascarar a los vigilantes. El gobierno mexicano tiene la palabra…