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El camino de los precios
L

os precios en México han tomado un nuevo camino. Van al alza y muy por encima de la meta que fija el banco central para su crecimiento anual, alrededor de 3 por ciento. La estabilidad relativa de los precios observada en los años recientes ahora no es tal.

Esto trata de la medición que hace ahora el Inegi (y que hasta julio de 2011 hacía el Banco de México) de la inflación.

Algunos números: el índice nacional de precios al consumidor creció en un año (de abril de 2016 a abril de 2017) a una tasa de 5.82 por ciento. La medición distingue entre aquellos productos cuyos precios son menos volátiles o que tienen una evolución más estable, llamada inflación subyacente, y los demás precios considerados en el índice, la no subyacente.

El índice de precios al productor creció 8.75 por ciento sin petróleo y 9.88 con petróleo en el mismo periodo. Esto expresa el incremento registrado en los costos y también puede incorporar las expectativas que se crean de dicho aumento. Ambos índices se relacionan.

Estas mediciones, basadas en una metodología estadística, no se corresponden necesariamente con los precios que observan los consumidores y los productores en sus transacciones económicas. Esa divergencia existe siempre, pero ahora tiende a ampliarse. Los agentes económicos advierten una inflación mayor a la registrada oficialmente, y eso ocurre en los distintos estratos de ingreso y gasto de la población.

Por su parte, la divergencia con la meta de inflación es grande y, por ahora, creciente. La inflación subyacente mide la tendencia del aumento de los precios en el mediano plazo (un tiempo que no se define con ninguna claridad) y según el criterio técnico está afectado por factores como el tipo de cambio y los salarios.

En el primer caso, la paridad del peso con el dólar ha variado entre 18.15 y 18.80, pero con una acentuada volatilidad. En enero de este año el dólar alcanzó un precio de 21.89 pesos. Las condiciones económicas y políticas internas y externas pueden volver a crear episodios de volatilidad y aumento del tipo de cambio.

Además, las tasas de interés han subido y las expectativas son de que seguirán al alza. Este es un elemento relevante de los costos y la inflación.

En cuanto a los salarios, éstos resienten de manera directa el aumento de los precios y pierden poder de compra. La presión salarial aún no repercute sobre los costos de producción. El gasto de consumo puede frenarse o derivar en más endeudamiento.

Otros números. Entre abril de 2016 y el mismo mes de 2017 el índice de los precios de los alimentos, bebidas y tabaco creció 5.86 por ciento; el de ropa, calzado y accesorios, 4.10; vivienda, 2.69; muebles y aparatos domésticos, 4.07; salud y cuidado personal, 5.61; transporte, 13.28, y educación y esparcimiento, 5.03 por ciento. Cada familia puede comparar estos datos con la distribución de su gasto mensual y con el saldo final de sus recursos a final del mes.

En la inflación no subyacente el alza de los precios en el mismo periodo ocurrió esencialmente en los productos energéticos, con 15.88 por ciento, y en las tarifas autorizadas por el gobierno, 6.29 por ciento.

Estos rubros apuntan al impacto estructural de la reforma energética y, por otro lado, a la necesidad de recursos para la gestión de la deuda del gobierno y del déficit fiscal. Habrá que ver cómo se conformará el entramado de los costos en la economía, tanto en el sector privado como en el público.

Recientemente, en un foro de análisis económico realizado en México, el gobernador del banco central dijo que a finales de año, cuando empezará su nuevo cargo en Suiza, se irá tranquilo, pues dejará la inflación encaminada hacia nuestro objetivo de 3 por ciento.

Esta declaración suena un tanto extraña en este momento. Debe basarse en la expectativa del ajuste del precio de los combustibles y su repercusión en la formación de los precios en la economía. Lo que sustenta esa expectativa es, a final de cuentas, la holgura que sigue teniendo la actividad económica, es decir, que está por debajo de su potencial.

Esta noción teórica tiene un peso grande en la formulación de las políticas públicas. Hay, no obstante, un componente estructural, en términos sectoriales y regionales, y también en la capacidad de preservar el tamaño y el valor de los ingresos entre los grupos de la población que inciden en el ritmo de aumento de los precios. Todo esto tendrá que ver con la capacidad de encaminar la inflación a 3 por ciento.