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Quizá fue una de sus peores noches, acepta Mauro Ayala, entrenador de Zulina Muñoz

Acostumbrada a ganar, La Loba aún no asimila la derrota ante Lupita Martínez
 
Periódico La Jornada
Martes 16 de mayo de 2017, p. a15

Hacía tanto que no perdía. Estaba por cumplir 10 años que no bajaba del cuadrilátero con ese desánimo que dejan las derrotas, pero Zulina Loba Muñoz sabía que podía ocurrir en cualquier momento. Nunca se sintió invencible. Estaba por romper una marca, la de la mexicana con más defensas del título, porque desde que ganó el cinturón supermosca del Consejo Mundial de Boxeo, en noviembre de 2012, no sabía de derrotas, estaba por alcanzar la defensa número 11. Pero no ocurrió. Lupita Martínez la sorprendió con más decisión y coraje, el suficiente para que –dice La Loba– no la dejara boxear.

Es demasiado pronto –piensa– para digerir por qué perdió ante una peleadora que sólo había ganado 14 combates, y tenía nueve derrotas; ella, La Loba, con más de 60 peleas profesionales, se sintió indigesta con el estilo voluntarioso de la retadora.

La Loba asegura que no siente frustración, pero la voz no le acompaña en sus palabras. En su consuelo queda la convicción que salió a buscar la victoria, tal como hace desde hace una década.

No fue por el récord que estaba por imponer, dice Zulina; quería seguir ganando como siempre que subo a pelear. No perdí de vista que siempre existe el riesgo de perder, nunca me he sentido invencible, pero simplemente no pude.

Es muy pronto para describir lo que ocurrió el sábado en Cancún, donde al escuchar el veredicto de decisión unánime, Zulina lo aceptó sin ningún atisbo de oposición. Lo reconoció como se asume lo que parece inevitable.

A pesar de las 10 defensas exitosas, siempre tuve los pies bien plantados y sabía que esto podía pasar cualquier día y pasó, es todo, dice Zulina.

Este 2017 pudo cumplir cinco años defendiendo el cinturón, demasiado tiempo dominando una división, pero eso nunca le restó ambición, advierte Zulina. Lo dice convencida, a pesar de los años ella subió el sábado con el mismo entusiasmo que cuando lo disputó aquel noviembre de 2012. No había hartazgo ni problemas para marcar el peso en su categoría.

Foto
El pasado sábado Zulina Muñoz no tuvo nada que festejar. Pasó casi una década para volver a sentir la frustración de bajar derrotada del cuadrilátero. La imagen corresponde al 24 de noviembre del 2012, cuando obtuvo el título mundial vacante de peso supermosca del CMBFoto Jam Media

Mucha gente se alegra de que haya perdido, piensa Zulina; muchas personas esperaban verme caer y creo que hoy están felices. También peleadoras que querían mi lugar y me descalificaban diciendo que yo era una campeona inflada.

La emoción reciente le hace desear una revancha para sanar la autoestima. Pero más asentada, Zulina sabe que lo que determinará su futuro será lo que convenga a los intereses del negocio que representa el boxeo. Hace tiempo que les gustaría subir a la división gallo, donde ahora gobierna su rival enconada, Mariana Juárez, quien ya advirtió que si quiere pelear por ese cinturón deberá hacer fila y estar dispuesta a sacrificar ganancias.

Mauro Ayala, el entrenador de La Loba, tampoco ha desglosado los signos que expliquen la derrota.

Sólo puedo entender hasta ahora que Lupita salió muy combativa y con sed de triunfo. Zulina no vivió su mejor noche, quizá fue la peor de sus actuaciones, dice Ayala; estábamos tan acostumbrados a ganar, que nos pega muy fuerte esta derrota.

Cuando regresa a esa noche tan fresca aún, empieza a reconocer algunos indicios. Recuerda a Zulina ausente, como si no hubiera logrado conectarse con el momento que vivía sobre el cuadrilátero. La guardia abajo, algo impensable en la Zulina de siempre. Tal vez –concede Ayala– es que ya tenía demasiado tiempo dominando la división y eso le restó el valor de un reto.

O tal vez –sigue Ayala– fue demasiada presión por los nuevos patrocinadores y la posibilidad de imponer una marca de defensas.

No sé, hay que dejar que pasen los días para saber por qué llegó esta derrota que nadie esperaba, dice Ayala.