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Mi vida está allá, ya no tengo a nadie acá, afirma oaxaqueño recién deportado de EU

Desarraigo y ruptura con seres queridos, el común denominador de los migrantes

El gobierno de Trump ha expulsado a unos 40 mil indocumentados con o sin historial criminal

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Estudiantes de la Pioneer High School de Detroit manifestaron ayer su apoyo a inmigrantes afuera de un tribunal federal. En particular pidieron que se retrase la deportación de José Luis Sánchez-Ronquillo a MéxicoFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Miércoles 17 de mayo de 2017, p. 35

Todos ellos tienen en común el dolor del desarraigo y la ruptura con sus seres queridos. La humillación de quienes los persiguieron y trataron como criminales en Estados Unidos y el recelo de quienes los reciben en México como derrotados o criminales.

Hoy todos ellos avanzan a duras penas en su afán por recuperar las señas de su identidad o recomponer su proyecto de vida mientras se reinsertan en esa realidad social que les resulta ajena o agresiva.

La mayoría vuelve sobre sus pasos para tratar de recuperar fuerzas, amigos y lazos familiares que creían en el olvido.

Algunos de ellos (los menos), sólo se darán una breve pausa antes de volver a intentar el cruce fronterizo hacia Estados Unidos.

Mi vida está allá. Ya no tengo a nadie acá, asegura Germán López, inmigrante oaxaqueño que acaba de desembarcar del vuelo que lo trajo esposado desde Estados Unidos.

Mientras rebusca en una pequeña bolsa de plástico, la única posesión que le permitieron las autoridades de inmigración estadunidenses, Germán insiste en sus planes de cruzar de nuevo la frontera.

Aquí no tengo futuro. Los sueldos son una miseria. Y mi padre, mi esposa y mi hija están allá, asegura al defender su derecho a la reunificación familiar.

Casi sin proponérselo, este creciente ejército de deportados empuja el nacimiento de un movimiento en defensa de los derechos civiles hacia ambos lados de la frontera.

Un movimiento que parece la réplica de la lucha que, algunos de ellos, han protagonizado en Estados Unidos como mojados; esclavos de la era moderna que trabajan mientras sueñan con sus derechos plenos como ciudadanos.

El gran catalizador de este movimiento ha sido la política de Donald Trump acelerando las deportaciones masivas. Buscando la militarización de la frontera y la creación de oficinas de denuncia contra los inmigrantes.

Y todo ello, a pesar de que el número de detenciones en la frontera ha caído a niveles sin precedente.

Desde el inicio de la era Trump, casi 40 mil inmigrantes indocumentados (con o sin historial criminal) han sido deportados.

“En medio de esta tempestad, creo que estamos asistiendo al nacimiento de un movimiento con deportados que son líderes reales, no ficticios.

“Algunos de ellos han luchado como activistas en Estados Unidos. Son personas que no quieren que alguien los represente o hable por ellos. Ellos tienen voz propia.

Ellos son hoy la simiente de un movimiento que va a crecer en México, aseguró Eduardo Bolaños, veterano activista del Comité de Justicia Social del Valle de Coachella, California.

Hace poco, Bolaños asistió a la primera conferencia de Deportados Unidos en la Lucha. Durante este acto, en el Museo de la Memoria y la Tolerancia, este grupo dio a conocer un manifiesto para exigir el fin de la discriminación; el respeto a sus derechos humanos; el derecho a la reunificación; el reconocimiento de documentos que avalan su experiencia profesional.

Pero, además, un empleo y a un salario dignos y una representación política migrante dentro del gobierno, entre otros puntos.

“Nos vimos en la necesidad de organizarnos porque las ayudas del gobierno son pocas. Los espacios para expresarnos son reducidos o están ocupados por gente que sólo estudia el fenómeno migrante, pero sin saber lo que es ser un migrante.

Por eso nos organizamos de forma independiente, aseguró Ana Laura López, la cabeza visible de este colectivo.

Ana Laura, mujer entrada en los 40 años, luchó durante más de una década en defensa de los derechos de los inmigrantes en Chicago. Después de 15 años de intenso trabajo y la formación de una familia, esta inmigrante de Jalisco fue deportada cuando intentaba viajar a México para regularizar su situación migratoria.

Hoy, ella es protagonista de un fenómeno que se nutre de la desesperanza, de la frustración, de la pérdida de la ilusión y de las ganas por cambiar el país que los expulsó ante la falta de oportunidades, la miseria galopante o la violencia del narcotráfico.

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