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¿Podemos seguir comentando al terrorismo?
E

n septiembre de 2014, surgieron en Nueva York expresiones sobre que México y EU deben constituir un sólido bloque defensivo, (respecto del terrorismo). Con otras palabras esa misma idea está plasmada en el libro de Henry Kissinger, Word Order. La idea es sólida desde la interpretación de EU y preocupante por la unilateralidad de la concepción, frente a la que el gobierno mexicano no hizo comentarios.

En aquel tiempo The New York Times, opinó que el libro no pudo ser más oportuno dado los cambios que experimenta el mundo desde el surgimiento de la Primavera Árabe y el avance yihadista Estado Islámico en Siria e Irak, hasta el enfrentamiento territorial entre Rusia y Ucrania o Palestina e Israel y el emergente fundamentalismo europeo antimusulmán. Hoy estamos presenciando una ola criminal sin antecedente hasta hace meses y días: París, Bruselas, Londres, San Petersburgo, Estocolmo, Alejandría, Tanta y Dortmund.

Para efectos del interés nacional, para nuestras realidades, debemos ir bastante más allá de la actitud contemplativa de lo que pasa allende el Atlántico. En ese amplio contexto, cabría preguntarse si el gobierno de México está preparado para enfrentar una amenaza de terrorismo. Por desgracia, la respuesta parece ser negativa. No lo estamos porque los elementos básicos que integrarían esa capacidad de prevención y reacción no existen. No existe una política de prevención y gestión de posibles casos ni una idea respecto de la necesaria orientación social sobre los estados de ánimo que resultarían lógicamente exaltados, la que fuera sustentada en información veraz, objetiva. El efecto del terrorismo es la ruptura del ánimo colectivo más que el daño material originado.

En este contexto, es útil considerar que la inteligencia estratégica preventiva, de gestión y cooperación interinstitucional e internacional se produce en muy altos escalones políticos y policiales, sostenida por una excelente red de relaciones y mediante altísima tecnología. Los países que han sufrido estos ataques en años recientes, Francia, Bélgica, Gran Bretaña, Rusia, Egipto o Alemania, y las que no los han sufrido, tienen una red de servicios de inteligencia con una amplia intercomunicación de alta especialización que les ayuda en la dificilísima tarea de prevenir y en una ya muy demostrada agilidad en la investigación, que es nuestra mayor falla.

Las cuatro funciones que corresponden a eses servicios son: inteligencia preventiva, la investigadora del delito, para la cooperación y en apoyo de la orientación sicológica de la sociedad. Tal complejidad debería definir para México la prioridad de tener a sus servicios de inteligencia actualizados o mejor aún sería crear organismos especializados y fomentar una mayor cooperación entre todos ellos y el extranjero, lo que no se percibe en el ámbito mexicano. Es de reconocerse como un acto de realismo que esta función y sus consecuencias orgánicas es muy onerosa en lo político y en los costos de montaje y mantenimiento, razón por la que el escepticismo oficial frecuentemente priva sobre los riesgos.

Las características del universo del terrorismo hacen entendible que induzcan en la opinión pública la concepción de lejanía, de improbabilidad y por ende brota un explicable escepticismo sobre el aceptar que algo así sería posible en nuestro país. Un acto así se percibe foráneo, impropio de nosotros, la crueldad del terrorismo incita sicológicamente a verlo sólo como posible en el terreno de lo ajeno.

Aquí volvemos a la falta de hipótesis basadas en nuestras realidades, lo que obligadamente lleva a la siguiente pregunta: ¿Cuál sería el perfil del terrorismo mexicano? No resulta nada grato plantearlo porque los gobiernos por décadas no han ofrecido una respuesta aun que fuera hipotética y la sociedad no se ha sentido convocada. Los movimientos sociales de Chihuahua y Guerrero los secuestros de Arnoldo Martínez Verdugo en 1985, de Harp Helú en 1994 o el asesinato de dos vigilantes del periódico La Jornada en 1990, estremecieron al gobierno pero no conmocionaron y movilizaron a la sociedad que los juzgó como simple actos criminales de revoltosos. Una percepción indolente.

Los posibles espacios de ese tipo de violencia para México exigen una atención altamente profesional que se ha evadido, una muestra de responsabilidad simplemente no atendida en lo nacional es nuestro olvidado compromiso suscrito en la ONU: (Diario Oficial de la Federación, 28 mayo de 2007), de establecer el Comité Especializado de Alto Nivel en Materia de Desarme, Terrorismo y Seguridad Internacionales, que sería el encargado de coordinar el cumplimiento de nuestros compromisos universales, responsabilidad atribuida al Cisen pero del que nadie sabe nada. Es decir, cuando el fundamentalismo toca a las puertas de otros países, nosotros aún estamos muy fuera de ser por lo menos sensibles a la amenaza.

España tiene una experiencia larga y dolorosa que lo ha llevado a crear el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado que es la organización responsable de la información estratégica relativa al terrorismo vastamente intercomunicada con agencias extranjeras. Sería muy propio asomarnos a ese balcón.

El secretario de Gobernación, presente en la Cumbre para Contrarrestar el Extremismo Violento, convocada por la Casa Blanca en Washington el 19 de febrero de 2015, dijo: México está convencido de que la respuesta a este desafío debe tener, además de una acción efectiva inmediata, un importante componente de prevención.

No explicó ni ha explicado de qué manera México sería consecuente con su discurso ni por qué se le ha olvidado informar los avances de su país sobre el compromiso que se expresa en el párrafo anterior. Otra vez, pura simulación, y ahora jugando con fuego.