Opinión
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70 Festival Internacional de Cine de Cannes
El infierno en la Tierra

Cannes.

A

l fin llegó un poco de vitalidad a la competencia con Good Time, tercer largometraje de los hermanos Benny y Josh Safdie, que representa su apuesta hacia un cine más mainstream con un argumento bastante sencillo: en Queens, los hermanos Connie (Robert Pattinson) y Nick (el propio Benny Safdie) cometen un torpe asalto bancario; el segundo –que sufre de discapacidad mental– es capturado e internado en un hospital. El hermano tiene una noche para seguir huyendo de la ley y tratar de conseguir el dinero para pagar la fianza de Nick.

Como en su anterior El cielo sabe qué (2014), los realizadores enfocan a un par de marginados neoyorquinos con un estilo apremiante de vida. En este caso, se han ampliado al cobijo genérico del thriller para desarrollar su enérgico estilo de filmar, ciñéndose a los rostros de sus personajes bajo un ambiente básicamente nocturno. Propulsada por la música electrónica de Oneohtrix Point Never, la película evoca cierto cine ochentero, sin caer en la trampa de la nostalgia. Los Safdie tienen una mirada que remite a influencias como Scorsese y Ferrara, pero no tiene nada de derivativa.

Tal vez el único aval comercial de la película sea la presencia de Pattinson, quien aquí demuestra ser mucho más que un vampiro bonito. Casi irreconocible en su encarnación de un lowlife, el actor expresa con aplomo su urgencia por sobrevivir en un medio hostil donde parece condenado a perder. Good Time fue programada originalmente para abrir la Quincena de los Realizadores –una sección mucho más afín a sus cualidades–, pero fue secuestrada a última hora por la oficial.

La que podría llamarse también Bad Time es la coproducción entre Francia, Alemania, Lituania y los Países Bajos, titulada Krotkaya (Una mujer dulce), del ucranio Sergei Loznitsa, un descenso pesadillesco a la Rusia de hoy en lo que acompañamos a la anónima protagonista (Vasilina Makotseva) en su kafkiano viaje por la burocracia al modo soviético, en busca de su marido encarcelado.

Filmada en Latvia –obviamente en Rusia hubiera sido imposible–, la película es una colección de viñetas que describen la vida rusa como un infierno en la Tierra, donde todo proceso está supeditado a la corrupción, la ineptitud y la sordidez. En la parte final, cuando la narrativa decae, Loznitsa recurre al onirismo como chiste cruel.

El autor de Mi alegría (2010) y En la niebla (2012), dos películas notables, parece empeñado voluntariamente a que el espectador la pase mal. Cada escena (casi siempre resuelta en un solo plano) de abuso, borrachera y mal comportamiento humano dura más de lo que aguanta la paciencia. A todo ello, la actriz Makotseva es una máscara de triste resignación. Sin duda, Loznitsa usa Krotkaya como una descarga emocional, una especie de exorcismo ideológico. ¿Pero nosotros qué culpa tenemos?

Después del bombazo de Manchester, la seguridad se ha extremado aún más en Cannes. Ayer por la noche, todas las calles aledañas al Palais estaban custodiadas por policías que, armados de imponentes ametralladoras, revisaban las pertenencias de los peatones. Seguramente los asistentes se sentirán más protegidos, aunque el aspecto de estado policiaco sea totalmente contrario al espíritu festivo.

Twitter: @walyder