Opinión
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Infancia y sociedad

Manuel Buendía

A

33 años del asesinato de Manuel Buendía (el 30 de mayo de 1984), podemos reconocerlo como el primer crimen del narco-Estado contra la libertad de expresión, el periodismo ético y un país de hombres libres y valientes por recuperar.

Pese a su sabiduría política y perspicacia de su pensamiento, Buendía no alcanzó a imaginar el patético México de hoy. Le sería difícil creer la cantidad de muertos, desaparecidos y periodistas asesinados en los 33 años siguientes a su ejecución, como muchos calificaron al crimen que nos robó su voz y su pluma.

En lo que va del año han sido asesinados seis periodistas, los dos últimos: Miroslava Breach (23 de marzo) y Javier Valdez (15 de mayo), corresponsales de La Jornada en Chihuahua y Sinaloa, ambos de la misma estirpe que Buendía.

Entre lo mejor que la vida puso en mis años mozos, agradezco la amistad y la influencia de don Manuel Buendía y don Miguel Ángel Granados Chapa. En memoria del primero, cito un párrafo del libro de Granados Chapa, Manuel Buendía, el primer asesinado de la narcopolítica en México, que resume el horror de tan nefasto suceso:

“Entre 1982 y 1985, José Antonio Zorrilla corrompió la Dirección Federal de Seguridad (DFS)… En los tres años que la tuvo bajo su mando la puso al servicio del narcotráfico y él mismo se enriqueció encubriendo, protegiendo y extorsionando a bandas de delincuentes”.

Cuando Zorrilla supo que el periodista Manuel Buendía, de quien se reputaba amigo, se aproximaba a documentar ese nexo perverso entre la policía encargada de la seguridad nacional y los más peligrosos delincuentes de aquella época, simplemente lo mandó matar.

“El 30 de mayo de 1984, José Antonio Zorrilla parecía haber cometido el crimen perfecto y presidía el funeral de su víctima…”.

El joven asesino material de Buendía fue encontrado tres días después en Zacatecas, asesinado a su vez con 12 puñaladas.

Después de manejar más de 250 hipótesis de posibles autores intelectuales y materiales del homicidio, la PGR encarceló en 1989 a José Zorrilla con cuatro ex funcionarios de la DFS. Sin embargo, en México sabemos que ningún alto mando actúa y toma decisiones de tan alto calibre sin la aprobación de los de arriba.

En este país, lleno de muertos y fosas clandestinas, impunidad y corrupción, evoco a mi maestro, amigo y compadre, aunque ni siquiera tuve tiempo de llamarlo así, pues tres meses después de apadrinar el bautizo de mi hija, Buendía fue ejecutado.