Opinión
Ver día anteriorLunes 29 de mayo de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La necesidad de una gran corriente social de izquierda
S

í, es verdad, cuando en México se asesina a periodistas o se prohíbe la entrada de un reportero de La Jornada a un acto oficial, por parte del Ejército, o cuando Donald Trump se niega a reconocer las evidencias del cambio climático global en una reunión de países en Sicilia, o cuando continúa la matanza en Siria y en varios países de Medio Oriente, o cuando en Manchester mueren o son heridos decenas de niños por un atentado terrorista sin nombre, o cuando Corea del Norte procura culminar su programa de desarrollo nuclear lanzando misiles o explotando bombas nucleares de diferentes magnitudes, podemos decir que se acerca el fin del mundo o que lo rozamos con nuestras conductas.

Y, sin embargo, los más obstinados o testarudos nos empeñamos en decir que, a la postre, la humanidad positiva (la gran mayoría) se impondrá y que los asuntos del mundo no tendrán una conclusión trágica, y que terminará por imponerse la razón como sinónimo de equilibrio y no el desequilibrio irracional que parece ganar en muchos terrenos, siempre en demérito de la condición humana y de su dignidad. ¿Será posible? No lo sabemos, pero sí estamos convencidos de que es el único camino para impedir la autodestrucción, y una razón de vida a toda prueba.

El cambio de tiempos y sociedades. Hace unas cuantas décadas la discusión política giraba en torno al capitalismo y al socialismo como alternativas de la organización social, y de su destino específico. Ahora estamos lejanos a esa discusión, dándose por supuesto que el capitalismo, en sus más variadas formas actuales, ha triunfado rotundamente. En cambio el socialismo, para la gran opinión pública, habría quedado definitivamente descartado como posibilidad real y deseable. Por supuesto que sería muy importante la investigación a fondo de esta situación: aquí simplemente diré que el estalinismo, forma que asumió históricamente el socialismo en la URSS y más allá, fue sin duda un factor determinante de este cambio. En muchos otros ensayos rozó también este fenómeno, lo que fortaleció el rechazo y hasta su abandono como posibilidad concreta del destino social. El hecho es que los términos específicos de la discusión política se han desplazado radicalmente.

¿Hacia dónde? Los temas más vivos hoy siguen siendo los básicos del inicio del liberalismo: democracia, derechos humanos, rechazo a la corrupción, condena a la tortura, justos procesos judiciales, cooperación internacional (bajo su actual forma de globalización) y, desde luego, toda la gama de medidas económicas, comerciales y financieras que se practican desde los años 80, y que han dejado de lado (casi por completo) las categorías de izquierda y derecha, y por supuesto socialismo y capitalismo (que resulta redundante porque es la materia orgánica de prácticamente todas las sociedades de la actualidad). Tal vez por estas razones tienen hoy una tremenda presencia los economistas y las discusiones sobre la materia, puesto que serían los únicos que están sobre la realidad y que habrían escapado definitivamente a la discusión sobre utopías abstractas que se discutían centralmente todavía hace unos años.

Todo esto es así y, sin embargo, de manera directa o indirecta está presente en la discusión actual, dicho en esencia, el tema del desequilibrio de las sociedades, o tal vez todavía mejor, el de la desigualdad estructural de las mismas, que en otros momentos llevó a la discusión y a los enfrentamientos entre derechas e izquierdas, o entre quienes sostenían ideas socializantes y quienes directamente sostenían las virtudes y ventajas del capitalismo. Hoy, en el extremo, las ideas de la derecha radical parecen haber avanzado extraordinariamente, como lo prueba el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, o el avance de los partidos de extrema derecha en Europa, que han llegado al poder, como en Austria, o que se han quedado en la orilla, pero mostrando un músculo que era inconcebible hasta hace muy pocas décadas, como en Francia.

Diría que en México hoy el país comparte la militancia entre principios liberales y otros mucho más radicales: vigencia plena del estado de derecho, contra la impunidad y la corrupción, y otras corrientes progresistas (digamos socializantes) que estarían incorporadas a la candidatura en el 2018 de Andrés Manuel Lopez Obrador para la Presidencia de la República. Lo anterior no significa que el lopezobradorismo desprecie o no coincida con el repertorio básico de demandas liberales (en realidad de la sociedad entera) que sostienen otros partidos, lo que ocurre es que aquellas demandas básicas del liberalismo, comunes a la sociedad y diría al conjunto de los partidos políticos, les hace perder identidad o personalidad, y ante el reclamo de un cambio global se adelgazan y dejan el campo libre a quien aporta algo más de ideas para el futuro de México que se­ría precisamente López Obrador. La demanda de un estricto estado de derecho se­ría de la sociedad civil por entero, pero también de AMLO, y por parte de este último otros principios de carácter más igualitario en lo económico y social.

Es verdad, en los días recientes, en cuanto a la competencia por la gubernatura del estado de México, son múltiples los intentos de formar coaliciones y alianzas de última hora. En ese sentido, por decirlo así, se ha saturado el ambiente. Sin embargo, nos ha sorprendido en alguna medida que, en la entrevista que se le hace a Cuauhtémoc Cárdenas en Milenio –aparecida ayer– no subraye la necesidad de que se constituya en México, para las elecciones de 2018, una fuerte corriente social, digamos de izquierda, que por su propio peso estaría encabezada por Andrés Manuel López Obrador. ¿Discreción extrema? En todo caso pensamos que tal posibilidad se haría realidad con una palabra de Cuauhtémoc en tal sentido, no apoyando a tal o cual candidato, sino sobre la necesidad de que en nuestro país de consolide una corriente social de izquierda amplia. Entendiéndola también como desconcentración del poder político acumulado en el Estado. Viniendo de Cuauhtémoc sería extremadamente valioso e importante.