os jóvenes están siendo reclutados por el crimen organizado y, también, son la voz crítica que clama por el futuro. Recordemos aquella visita que el entonces candidato presidencial Enrique Peña Nieto hizo a la Universidad Iberoamericana, en la cual fue confrontado por estudiantes. De ese acto surgió rápido un movimiento que tomó dimensiones nacionales y se convirtió en YoSoy132. De alguna manera, fue visto como el equivalente mexicano de los indignados europeos, aunque no logró concretarse en una organización nacional; sin embargo, muchos jóvenes que apoyaron esa iniciativa han fecundado nuevas y múltiples experiencias de organización social y política.

Lo interesante de los movimientos juveniles es que parecen estopa: prenden muy rápido, pero pueden apagarse con igual velocidad. Hacen llamados los jóvenes universitarios, se involucran en temas esenciales para la sociedad, y cuando tienen tiempo articulan demandas, en este caso, la seguridad. Dado que un factor que propicia el reclutamiento de jóvenes por el crimen es la falta de oportunidades, el reclamo puede derivar en una demanda social más amplia: exigir al Estado que genere alternativas de estudio y empleo para las nuevas generaciones. Un movimiento juvenil puede convertirse en factor de cambio, porque no tiene agarraderas que lo condicionen.

Las ciudades del centro del estado, como Guadalupe, Zacatecas, Fresnillo, Calera y Jerez, están convertidas en campos de batalla entre cárteles. Y eso sí es un problema, contrario a lo que afirma el secretario de Seguridad Pública, porque además de arrebatarnos la tranquilidad entrega el control de territorios a los criminales. Ojalá los jóvenes logren articular la participación de otros sectores de la población, se pueda modificar la política de seguridad y se hagan acompañar de la inteligencia para crear propuestas desde la sociedad civil. Esperamos que tengan éxito los convocantes a la marcha de este jueves.