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Palabra, lectura y escritura
E

l Fondo de Cultura Económica (FCE), fundado en 1934 por el historiador, economista, sociólogo y politólogo mexicano Daniel Cossío Villegas (1898-1976), no sólo edita, produce, comercializa y promueve obras de la cultura nacional, iberoamericana y universal, sino también se preocupa y se compromete con las regiones de nuestro país que sufren de violencia interpersonal, social o criminal. En México, como en otros países, la institución editorial se encarga de mejorar la infraestructura de sus librerías o de rescatar espacios públicos para llevar a cabo programas culturales que buscan reconstruir el tejido social.

Para ello, se remodelaron las instalaciones de una vieja estación de ferrocarril que data de mediados del siglo XIX, y se derribaron muros, un faro de mampostería y bancas que obstaculizaban una plaza para inaugurar el Centro Cultural La Estación, que incluye una librería, un auditorio y un foro al aire libre, donde se puede leer más de medio millar de libros, de manera física o digital, que hablan de la historia, la identidad comunitaria y la cultura local; asistir a talleres de lectura, de narración oral y de música tradicional; a cursos de escritura testimonial y a conferencias de escritores.

Por medio de esta labor comunitaria, el Modelo de gestión cultural convirtió a Apatzingán en una comunidad resiliente, es decir, en una agrupación capaz de reconocer sus necesidades y recursos a su alcance para ayudarse a sí misma a resolver pacíficamente los conflictos personales, familiares y comunitarios.

La obra Cultura de paz, palabra y memoria. Un modelo de gestión cultural comunitario (FCE, México, 2017), muestra primeramente las experiencias y las enseñanzas de un modelo pedagógico de cultura de paz, diseñado por gestores culturales, escritores y la propia casa editorial, mediante el fomento de la lectura, la escritura y las artes en niños, jóvenes, mujeres, adultos mayores y población en general, en la ciudad de Apatzingán, Michoacán

En el texto de la escritora Luz María Chapela sobre la naturaleza de los espacios culturales del FCE podemos comprender algunos de los aspectos más importantes del trabajo en comunidad, como el hecho de aprender sobre la diversidad cuando convivimos con personas y grupos de distintas culturas, condiciones y contextos; promover el diálogo con los otros, en armonía con nuestro entorno, para la solución de conflictos y crear nuevos lazos sociales en los que se diseñen mejores futuros, con el consenso de todas las personas.

Jorge Melguizo, consultor colombiano y conferencista internacional en gestión pública, cultura, cultura ciudadana y proyectos urbanos integrales para la transformación de los barrios con mayores niveles de pobreza y de violencia, en la introducción titulada Alianzas para una cultura de paz, para el libro del Fondo, revela que la convivencia pacífica y plural es uno de los grandes desafíos de todas las naciones, y que para lograrla, la cultura debe llevarnos a buscar acuerdos sobre lo fundamental, en torno a los sentidos compartidos, desarrollando acciones de coexistencia pacífica bajo principios éticos de justicia, equidad, participación, corresponsabilidad, inclusión y reconocimiento activo de la diversidad. Melguizo nos comparte algunas propuestas que conjugan cultura, educación y comunidad, las cuales han logrado transformar territorios colombianos inmersos en la violencia, como Casa Kalocho, proyecto Artistas que Construyen Ciudadanía, Nuestra Gente e Imposible es nada, entre otros. Además, de manera contundente describe los retos que enfrentamos las sociedades hispanoamericanas: El desafío de la convivencia pacífica, el desafío del fortalecimiento de lo público, el desafío de enfrentar la inequidad, el desafío de reconocer la diversidad territorial y poblacional, y el desafío de la construcción de una nueva ciudadanía, de una nueva sociedad, donde la participación sea esencia y no sólo herramienta. Todo ello con el imperativo de preservar de manera adecuada las riquezas económicas, sociales, ambientales y culturales de Latinoamérica. Melguizo nos invita a pensar en la responsabilidad individual y colectiva.

Postales de Apatzingán: rescribiendo la paz es uno de los apartados más interesantes, escrito por la novelista potosina Socorro Venegas, incluido en esta obra editorial, coordinada por ella. Aquí comienza contando su primer acercamiento con los niños y jóvenes de la Tierra Caliente michoacana. Ella les preguntó: ¿Cuál es su comida favorita? ¿Qué quieren hacer cuando crezcan? Y su respuesta, que a mí como lector me deja perplejo, es que quieren ser sicarios. Quieren armas, quieren ser como sus padres o tíos. Declaraciones que representaron un reto para acercar a la niñez y a la juventud al Centro Cultural La Estación.

Asimismo, en uno de los talleres de escritura autobiográfica: Yo cambio mi historia, llevados a cabo con mujeres de esta misma ciudad de Apatzingán, la escritora de La risa de las azucenas (1997), y La muerte más blanca (2000), quien fue partícipe de éstos, señala en el libro que las mujeres, muchas de ellas viudas o abandonadas por maridos que se habían unido a grupos del crimen organizado, habían sido encarcelados o su estatus era simplemente el de desaparecidos, expresaron al principio con timidez sus historias, pero poco tiempo después, la escritura les proporcionó la salida catártica que tanto necesitaban. Nos hablaron de sus esperanzas, pero también de sus miedos más grandes: por ejemplo, que sus hijos crecieran sólo para ser reclutados por los delincuentes. Cuando empezaron a poner sus emociones en palabras, también fueron capaces de entenderlas y resignificarlas, descubrieron que eran capaces de hacer cambios, ya fuera grandes o pequeños, pero suficientes para ayudarles a hacerse cargo de sus propios destinos.

Escritores de Apatzingán: una saga, fue otro de los talleres que el FCE llevó a cabo en el Centro Cultural La estación y en algunas escuelas de bachillerato de la zona, en compañía de los escritores Orfa Alarcón, Agustín Cadena, César Silva, Jaime Mesa y Héctor Alvarado. Otros autores que también participaron en el proyecto de gestión cultural fueron Antonio Ramos Revillas, Eduardo Antonio Parra, Julián Herbert y Armando Alanís, quienes en el libro mencionado detallan sus experiencias culturales en la ciudad donde se firmó la primera Constitución mexicana.

Cultura de paz, palabra y memoria. Un modelo de gestión cultural comunitario invita a seguir este ejemplo de trabajo en agrupaciones vecinales, asociaciones civiles y localidades que han sido violentadas. Utilizando como guía un Planteamiento conceptual, donde se desglosan los requerimientos para los espacios que promueven la cultura de paz: diversidad, memoria, lectura, artes y más, y un esquema general de gestión comunitaria, que incluye marco legal, principios éticos, misión, visión, objetivos, estrategias, estructura y espacios, entre otros.

Finalmente, La experiencia en Apatzingán: testimonios, es un emotivo espacio del libro que nos permite verificar los resultados del modelo de gestión comunitario en voz de las personas beneficiadas.