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Revisión del TLCAN y participación social
E

s de tal dimensión la situación actual de crisis en la que nos ha colocado el sistema capitalista en su fase neoliberal que pone en riesgo toda forma de vida en el planeta. La liberalización de las economías y la refuncionalización de los estados, al servicio de las grandes corporaciones, son elementos que han sido plasmados y positivizados en instrumentos internacionales que regulan el libre comercio entre países. Tal es el caso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que entró en vigor el primero de enero de 1994, el mismo día que, por cierto, se levantó el Ejército Zapatista de Liberación Nacional contra el mal gobierno. A más de 20 años de su instrumentación, las consecuencias han sido desastrosas.

Hoy vemos la manera en que, durante décadas, México se ha vuelto aún más dependiente de Estados Unidos, pues se ha dejado de lado la soberanía nacional y se ha sustituido más bien por una relación integral subordinada, cada vez más preocupante y mayor. Este año, y debido a la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, se anunció la renegociación del TLCAN, bajo el supuesto de que es un tratado comercial que no ha beneficiado a Estados Unidos. Imagínense qué ha pasado con México si el gobierno de Trump piensa que es un mal tratado para su país. Urge entonces voltear a ver sobre todo hacia las comunidades indígenas y campesinas, las y los trabajadores, y las juventudes, quienes han visto y vivido el despojo y la precarización de sus vidas. Esto probablemente ayudaría a Trump para mirar que sus propias actividades empresariales han causado efectos nocivos en nuestros territorios, y, entonces sí, cambiar todo, pero de raíz, estructuralmente.

La pretendida renegociación ha despertado de nueva cuenta el interés de redes de redes –como diría don Pablo González Casanova– de organizaciones sociales de Canadá, Estados Unidos y México, para discutir las consecuencias del TLCAN, pero también para proponer nuevas alternativas de integración y cooperación internacional. Y por ello en el Palacio de Medicina de la UNAM en la Ciudad de México se dieron cita los pasados 26 y 27 de mayo poco más de cien organizaciones trinacionales, con el propósito de reflexionar sobre los resultados de este tratado. El encuentro convergió en que primeramente los efectos de este acuerdo son negativos; que la realidad de los países no mejoró, sino que por el contrario, empeoró, y que solamente se han visto beneficiadas empresas trasnacionales y algunos grupos económicos y políticos en el poder.

Esta primera coincidencia entre las organizaciones nos lleva a pensar entonces sobre la conveniencia de mantener el TLCAN o no. ¿Por qué mantener un tratado que ha sido negativo para los tres países? ¿Conviene modificar algunos de sus contenidos, o cambiarlo todo sobre otras bases y otros principios que guíen las relaciones comerciales entre países? Mediante una declaratoria (https://goo.gl/lTW0cw ), las organizaciones de México fijaron su postura en dicho encuentro, y aseguraron contundentemente que el modelo de relación comercial que promueven acuerdos como el TLCAN afectan el cuidado del medio ambiente y la conservación de los bienes comunes; y que, por el avance descontrolado de la frontera agroindustrial, ese libre comercio ha estimulado la deforestación, el aumento en la generación de desechos tóxicos, la contaminación del agua, y el incremento de emisiones de gases de efecto invernadero, entre otros impactos que se miran casi como irreversibles. Para nuestro país es indudable el bajo crecimiento económico durante varias décadas.

Por el contrario, se registra un creciente desempleo y una clara precarización del empleo; expansión de la pobreza; aumento de la desigualdad y de la exclusión social; profundización de las asimetrías económicas y sociales entre nuestros países, y un crecimiento de la migración forzada en condiciones indignas e inseguras. Las organizaciones de los otros dos países también se posicionaron expresamente sobre la inconveniencia del TLCAN, y es a partir de aquí desde donde podemos construir juntos, en un diálogo trinacional, posibilidades y propuestas concretas, de cara a la tan mentada renegociación. Es claro que el TLCAN y el modelo económico que lo inspiró no funcionaron ni cumplieron con sus promesas de un supuesto desarrollo y bienestar más equitativo. Entonces se hace urgente cambiar todo de raíz, sabiendo que ya no aguantamos más este sistema.

Al término del encuentro, las distintas organizaciones regresaron para trabajar en concretar las acciones que en cada país y trasnacionalmente realizarán frente a sus tres gobiernos. Aunque para este proceso es fundamental fomentar la participación social amplia y plural, pues, como bien se dijo al final de esta reunión, ello fortalecerá y generará mayor legitimidad y fuerza entre la sociedad civil, para hacer frente a la renegociación del TLCAN. Éste será seguramente uno de los muchos esfuerzos trinacionales que buscarán revertir la amenaza que representan Trump y su gobierno para la región de Norteamérica y el mundo.

Por ello convocaron también a los pueblos de los tres países para encontrarse en la construcción de un movimiento amplio y diverso que construya estrategias y propuestas de interlocución política. Todo ello con miras a lograr mayor incidencia en la reorientación de la globalización, las políticas públicas y la construcción de alternativas de desarrollo basadas en el cuidado de la naturaleza y de toda forma de vida, y en el que los beneficios de estas relaciones comerciales lleguen a todos los grupos sociales por igual.

Los esfuerzos de las organizaciones sociales se centran, sí, en exigir mayor transparencia y participación en el proceso de revisión del TLCAN, aunque sabiendo que se necesita otro modelo de comercio.