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El escritor falleció ayer a los 86 años en Marrakech, ciudad que lo acogió sus últimos años

Con la muerte de Juan Goytisolo se va la voz crítica de España

Francia y México reconocieron antes que su país natal la importancia de su trayectoria intelectual

Alcanzar la vejez es comprobar la vacuidad y lo ilusorio de nuestras vidas, escribió

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Una de las últimas grandes apariciones públicas de Goytisolo fue cuando le otorgaron el Premio Cervantes de 2014. En la imagen, el autor después de la ceremonia de entrega de dicho premio, en abril de 2015Foto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 5 de junio de 2017, p. 6

Madrid.

Juan Goytisolo, que se definía a sí mismo como La Casandra Española, murió a los 86 años de edad en su ciudad de acogida, Marrakech, donde vivió las últimas décadas de su vida rodeado por libros, proyectos literarios e hijos adoptivos.

Goytisolo, nacido en Barcelona en 1931, formó parte de una estirpe de intelectuales y creadores que enarbolaron durante su vida el estandarte de la libertad y le plantaron cara al fascismo, al totalitarismo, a la injusticia y a la desigualdad. Con su fallecimiento se apaga la voz crítica de la España contemporánea, repudiado y perseguido igual por el poder político que por las élites intelectuales y los escritores orgánicos.

Goytisolo murió en la ciudad que fue su refugio las últimas décadas de su vida, en la que tuvo que emigrar de su Barcelona natal por la implacable persecución de la dictadura franquista y, sobre todo, por los rigores de la censura contra toda obra que evocara el libre pensamiento. Por eso en 1956 decidió, después de conocer a Monique Lange, de la editorial Galimard –quien se convirtió en su pareja de vida–, trasladar su residencia en París, asfixiado por la falta de libertad en España y la ausencia de movimientos artísticos y filosóficos libertarios y en consonancia con las vanguardias que resonaban en el mundo occidental.

Protagonista de intensos debates

La muerte de Goytisolo ocurrió después de una larga y dolorosa enfermedad que lo mantuvo alejado de los focos y los cenáculos literarios los últimos años. Una de sus últimas grandes apariciones públicas fue en la entrega del Premio Cervantes de 2014, galardón que él estaba convencido que jamás ganaría por los muchos y poderosos enemigos que había hecho en su país natal a lo largo de su vida. Pues Goytisolo, tanto en sus novelas como en sus artículos de prensa, o en sus ensayos y reportajes periodísticos, siempre señaló con lucidez las grandes dolencias de la España contemporánea, como la corrupción de su sistema político o el desenfreno del auge de la riqueza que les había convertido en un país de nuevos ricos, nuevos libres y nuevos europeos o en advertir del semiesclavismo que se había instalado en el sur del país para abastecer de frutas y hortalizas a la Europa rica, a costa de someter a jornadas de trabajo inhumanos.

Además de sus profundas y severas rencillas con buena parte de los intelectuales y escritores españoles, si bien mantuvo un prolífico e intenso debate intelectual con grandes pensadores del siglo XX: Octavio Paz, Carlos Fuentes, Pere Gimferrer o Rafael Sánchez Ferlosio, entre otros.

Su voz crítica era indomable y por eso se ganó por un lado la admiración cerrada de sus seguidores y miles de lectores y, al mismo tiempo, la animadversión de aquellos que se sentían aludidos por sus señalamientos punzantes.

Los dos países que reconocieron antes que su nación natal su honda e importante trayectoria como escritor e intelectual fueron Francia y México, donde recibió el prestigioso Premio Juan Rulfo (cuando todavía se llamaba así, en 2004. Después le darían en España el Premio Nacional de las Letras, en 2008, y el Cervantes en 2014, a pesar de que fue durante muchas ediciones el eterno aspirante que siempre se quedaba sin el reconocimiento por decisión del jurado.

El histórico discurso que dio con motivo del máximo reconocimiento de la literatura en español le sirvió para ajustar cuentas con su pasado y su biografía íntima y hasta sentimental con su país. “Mi condición de hombre libre, conquistada a duras penas, invita a la modestia. La mirada desde la periferia al centro es más lúcida que a la inversa y al evocar la lista de mis maestros condenados al exilio y silencio por los centinelas del canon nacionalcatólico no puedo menos que rememorar con melancolía la verdad de sus críticas y ejemplar honradez.

La luz brota del subsuelo cuando menos se la espera. Como dijo con ironía Dámaso Alonso tras el logro de su laborioso rescate del hasta entonces ninguneado Góngora: ¡quién pudiera estar aún en la oposición! Mi instintiva reserva a los nacionalismos de toda índole y sus identidades totémicas, incapaces de abarcar la riqueza y diversidad de su propio contenido, me ha llevado a abrazar como un salvavidas la reivindicada por Carlos Fuentes nacionalidad cervantina.

Entonces también advirtió que habla desde el Otoño de la vida, cuando mira el tiempo discurrir con la convicción de que se agota: “Alcanzar la vejez es comprobar la vacuidad y lo ilusorio de nuestras vidas, esa exquisita mierda de la gloria de la que habla Gabriel García Márquez al referirse a las hazañas inútiles del coronel Aureliano Buendía y de los sufridos luchadores de Macondo. El ameno jardín en el que transcurre la existencia de los menos no debe distraernos de la suerte de los más en un mundo en el que el portentoso progreso de las nuevas tecnologías corre parejo a la proliferación de las guerras y luchas mortíferas, el radio infinito de la injusticia, la pobreza y el hambre”.

Como él mismo dejó escrito, Juan Goytisolo no será repatriado a Barcelona ni a París, sino que será enterrado en Marrakech, en la ciudad desde la que contempló la decadencia del mundo en el último cuarto de siglo desde la plaza Jamaa el Fna, adonde acudía todas las tardes a tomar café, leer y hablar con sus habituales compañeros de tertulia. Y donde viven sus hijos adoptivos, todos ellos niños pobres de la Medina.

Entre los libros más importantes de Goytisolo destacan Juegos de manos, Duelo en el paraíso, El circo, Fiestas y La resaca, Señas de identidad, Reivindicación del conde don Julián (hoy Don Julián) y Juan sin Tierra, Makbara, Paisajes después de la batalla, Las virtudes del pájaro solitario, La cuarentena, La saga de los Marx, El sitio de los sitios, Carajicomedia y Telón de boca. Entre sus libros autobiográficos destacan sobre todo Coto vedado y En los reinos de taifa.