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Fue deportado y dejó a su esposa y cuatro hijos en California

José, entre la xenofobia en EU y el miedo y la pobreza en Apatzingán
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 6 de junio de 2017, p. 29

Apatzingán, Mich.

La primera vez que partió a Estados Unidos para trabajar indocumentado fue en 1989. Fue y vino hasta 2001, cuando se estableció con la intención de quedarse definitivamente. En marzo de este año José Maldonado López fue deportado por el gobierno de Donald Trump. Nunca me había sentido tan humillado. Las autoridades migratorias estadunidenses me detuvieron cuando intentaba arreglar mis papeles. No me dejaron siquiera avisarle a mi familia; allá se quedaron mis cuatro hijos y mi esposa, narró.

Para subsistir mientras encuentra la forma de regresar a San José, California, instaló una tienda de abarrotes en la periferia de Apatzingán, a unos metros de la carretera a Tepalcatepec, a unos 300 metros de donde viven su mamá y su hermana.

José Maldonado recuerda que acudió a las oficinas de Migración en San Francisco el 28 de marzo pasado. Ya no me dejaron salir. El agente de migración me dijo que mi caso estaba perdido. Era un tipo racista que me trató como si fuera delincuente, como si hubiera matado a una persona. Me esposaron y me encerraron durante dos días, indicó.

Aseguró que el agente que lo atendió en Migración estaba molesto. Me cuestionaba y me preguntaba cosas como dónde tenía la droga. Me sacó mis documentos de la cartera y los aventó. Es cierto que no me golpearon, pero a veces la humillación es peor que la golpiza, afirmó.

Veto de 10 años

Le dijeron que en 10 años no podrá regresar a Estados Unidos. Luego lo subieron a un autobús con decenas de personas y lo trasladaron a otros lugares durante más de dos días. Ya en el aeropuerto de Oakland, abordó un avión de Migración que lo llevó a San Diego, y de ahí en autobús a Tijuana, Baja California.

Siempre nos tuvieron encadenados, como presidiarios. Ya sabía que Donald Trump la traía contra todos los migrantes. Fui a Migración ese día porque tenía una cita, y pensé que era para arreglar la residencia. Primero me atendieron bien, pero al segundo con que me entrevisté lo vi como acelerado, como si le debiera algo, de manera muy racista, dijo.

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José Maldonado López, originario del municipio de Apatzingán, Michoacán, fue deportado de Estados Unidos en marzo pasado y desde entonces busca la forma de regresar con su familia a San José, CaliforniaFoto cortesía de Ricardo Vargas

Su esposa lo acompañó a Migración. Le dijeron que se retirara, que su esposo se iba a quedar detenido. Una vez en Tijuana, José Maldonado se hospedó en la Casa del Migrante. De ahí tomó un autobús para Apatzingán.

Dice que le gusta México, pero la situación está muy triste. Deja el calorón que hace aquí en Apatzingán: los sueldos nomás no sirven, lamentó. Cuando se fue las cosas no pintaban bien, pero ahora, dice, están todavía peor.

Consideró que en México se vive con miedo y hay mucha gente sin dinero en Apatzingán. Le da miedo salir a la calle, pues hace unas semanas, a unos metros de su tienda, en la carretera que conduce a Tepalcatepec, incendiaron varios vehículos.

José pertenece a una familia de migrantes. En San José trabajó con dos de sus hermanos en el área de mantenimiento. Le hacíamos a todo: electricidad, pintura, plomería, jardinería, todo lo que se requiere para que las casas se encuentren en condiciones habitables.

Se casó en 2006 con una mujer de origen mexicano nacida en Chicago que trabaja de intendente. Duré casado ocho años, luego me divorcié y me volví a juntar con ella, recordó. Tiene cuatro hijos, de 22, 15, 13 y 10 años de edad.

Apuntó que cuando se divorció, hace tres años, todo se vino abajo. Ahora extraña a sus hijos y su esposa hace trámites para que lo visiten el 27 de junio.

Destacó que la vida es difícil como indocumentado en Estados Unidos. Cuando llegué por primera vez tardé dos meses en conseguir empleo. Me tocaba limpiar el apartamento; no puede uno estar sin hacer nada. Vivía con un primo y unos amigos. Después consiguió permisos temporales de trabajo que le conseguía un abogado.

“En California aprendí a hacer cosas que no sabía. ¡Claro que quiero regresar! Me arriesgaría, aunque lo tengo prohibido. Aquí la vida es dura. (En Apatzingán) se gana muy poco, ni siquiera 100 pesos diarios. Allá por lo menos son mil 300 dólares a la quincena menos los impuestos. Mientras puse esta tiendita, y se venden un buen de chelas”.